fundación GRATIS DATE

Gratis lo recibisteis, dadlo gratis

Otros formatos de texto

epub
mobi
pdf
zip

Descarga Gratis en distintos formatos

VII. «Los instrumentos» de las buenas obras

La profesión religiosa inaugura la verdadera vida monástica
Debemos volver a Dios bajo el caudillaje de Jesucristo: Él es el jefe que nos muestra el camino y nos conduce a la meta suprema. La fe nos une a Cristo, para que reine en nosotros con un reinado que aceptamos substancialmente el día del bautismo y ratificamos completamente en la profesión monástica: entonces, con un acto de fe práctica, vencimos al mundo y nos unimos irrevocablemente a Él: «Mira que lo hemos dejado todo por seguirte» (Mt 19, 27).
Empero con la profesión religiosa no hacemos más que inaugurar nuestra vida monástica al modo que la donación que Cristo hizo de sí mismo al entrar en el mundo, era sólo el preludio inefable de su actividad humano-divina. La fe con que nos donamos a Cristo al emitir los votos debe continuar siendo para nosotros cada día el móvil de nuestras acciones; y para ser perfecta debe manifestarse en la caridad (Cfr. Gál 5,6) y poner en movimiento todas nuestras energías y operaciones por motivos de amor, a fin de que realicemos con buenas obras nuestra unión con Jesucristo.
Era así como entendía la vida cenobítica que abrazamos con la profesión nuestro Padre san Benito, el cual «poseía el espíritu de todos los santos» [Diálog., lib., II, c, 8], como dice san Gregorio. Observemos que el primer voto que nos exige es el de estabilidad, con el cual «nos ligamos de por vida a la sociedad cenobítica» (RB, pról.). Y ¿bajo qué aspecto presenta el monasterio? Como «un taller espiritual», en donde, en vez de aprender oficios, el alma se ejercita buscando a Dios. Este taller espiritual es, además, una «escuela del servicio de Dios» (RB, pról.). En este taller, en esta escuela, el santo Legislador dispone «los instrumentos de las buenas obras», «el instrumental de un arte espiritual» [Las metáforas «instrumentos», «taller» proceden del Oriente. Son términos corrientes en la ascesis de los primeros siglos y de los Padres del yermo. (Cfr. santo Tomás, II-II, q. 184, a. 3, circ. fin. q. 188, a. 8 c. fin)].
Esforcémonos en comprender la doctrina profunda que encierran estas expresiones. ¿Por qué compara san Benito a un arte espiritual la vida monástica? ¿Qué instrumentos pone en nuestras manos y cómo debemos usarlos? ¿Qué parte toma la divina operación en nuestra labor ascética? Veremos, además, cómo el amor es el móvil supremo de esta empresa, y la energía perseverante que se necesita para llegar a un feliz resultado.