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–¿Pero este señor, cuando murió, no era más budista que cristiano?
–Pues quién sabe. De todos modos sus restos descansan en Bandra, India, en el cementario de la iglesia de San Pedro, donde fue bautizado. Dios lo reciba en su gloria.
El padre Anthony De Mello, S. J. (1931-1987), nacido en Bombay y fallecido a los cincuenta y cinco años de un ataque cardíaco en Nueva York, difunde ampliamente en el campo católico, a través de publicaciones, conferencias y grabaciones, sus doctrinas espirituales, inconciliables con la fe católica.
La Notificación sobre los escritos del Padre Anthony De Mello, S. J., publicada por la Congregación para la Doctrina de la Fe (24-VI-1998), hace una amplia descripción y una firme condena de los graves errores de su doctrina espiritual. Advierte que este autor «es muy conocido debido a sus numerosas publicaciones, las cuales, traducidas a diversas lenguas, han alcanzado una notable difusión en muchos países». La Nota breve de la Notificación puede verse en la web del Vaticano, y el texto íntegro de la Nota ilustrativa, bastante más amplio, en otros lugares de internet, aunque ya no, lamentablemente, en la web vaticana.
En la Nota breve de la Congregación se dice entre otras cosas: «Ya en ciertos pasajes de estas primeras obras, y cada vez más en publicaciones sucesivas, se advierte [en el P. De Mello] un alejamiento progresivo de los contenidos esenciales de la fe cristiana. El Autor sustituye la revelación acontecida en Cristo con una intuición de Dios sin forma ni imágenes, hasta llegar a hablar de Dios como de un vacío puro. Para ver a Dios haría solamente falta mirar directamente al mundo. Nada podría decirse sobre Dios… Este apofatismo radical lleva también a negar que la Biblia contenga afirmaciones válidas sobre Dios… Las religiones, incluido el Cristianismo, serían uno de los principales obstáculos para el descubrimiento de la verdad… El P. De Mello muestra estima por Jesús, del que se declara “discípulo”. Pero lo considera un maestro al lado de los demás… Cualquier credo o profesión de fe en Dios o en Cristo impedirían el acceso personal a la verdad. La Iglesia, haciendo de la palabra de Dios en la Escritura un ídolo, habría terminado por expulsar a Dios del templo. En consecuencia, la Iglesia habría perdido la autoridad para enseñar en nombre de Cristo. Con la presente Notificación, esta Congregación, a fin de tutelar el bien de los fieles, considera obligado declarar que las posiciones arriba expuestas son incompatibles con la fe católica y pueden causar grave daño».
Un elenco de graves errores, con numerosas citas textuales del P. De Mello, es desarrollado seguidamente por la Nota ilustrativa. Extracto aquí algunas frases, siguiendo el orden del texto.
–«Ya en este volumen [Sàdhana] desarrolla su teoría de la contemplación como autoconciencia… Así se llega a la conclusión “aparentemente desconcertante, de que la concentración en nuestra respiración o en nuestras sensaciones corporales es una óptima contemplación, en el sentido estricto de la palabra”». –«El P. De Mello en repetidas ocasiones hace afirmaciones sobre Dios que ignoran, si no niegan explícitamente, su carácter personal y lo reducen a una vaga realidad cósmica omnipresente». –«Se critica e ironiza con frecuencia sobre todo intento de lenguaje sobre Dios, con el fundamento de un apofatismo unilateral y exagerado, consecuente con la concepción de la divinidad a que nos acabamos de referir». –«No se ve cómo entra aquí la mediación de Cristo para el conocimiento del Padre. “Dios no tiene nada que ver con la idea que tenéis de él… Lo único que podemos saber de Él es que es incognoscible”». –«Las escrituras, incluida claramente la Biblia, no nos dan a conocer tampoco a Dios, son sólo como la señal indicadora que no me dice nada sobre la ciudad a la que me dirijo… “En la Biblia se nos señala solamente el camino, como ocurre con las escrituras musulmanas, budistas, etc.”» –«Se proclama por tanto un Dios impersonal que está por encima de todas las religiones, a la vez que se ataca el anuncio cristiano acerca del Dios amor, que sería incompatible con la necesidad de la Iglesia para la salvación…“Entra en la Iglesia o te arriesgas a condenarte eternamente… Una vez llegado a casa le dije a Dios: ¿Cómo soportas este género de cosas, Señor? ¿No ves que desde hace siglos te están dando mala fama? Dios respondió: yo no he organizado esta feria. Me avergonzaría incluso de visitarla”». –En consecuencia, «toda religión concreta es un impedimento para llegar a la verdad».
–«La filiación divina de Jesús se diluye en la filiación divina de los hombres … Jesús es mencionado como un maestro de tantos: “Lao Tze y Sócrates, Buda y Jesús, Zaratustra y Mahoma”… “Lo más bonito de Jesús es que se encontraba a gusto entre los pecadores, porque entendía que no era en nada mejor que ellos… la única diferencia entre Jesús y los pecadores era que él estaba despierto y ellos no”». –«La vida del hombre parece llamada a una disolución… “La idea que la gente tiene de la eternidad es estúpida. Piensa que dura para siempre porque está fuera del tiempo. La vida eterna es ahora, está aquí”». –«El mal no es más que una ignorancia, falta de iluminación… “En realidad no existe ni el bien ni el mal en los hombres o en la naturaleza. Existe solamente una valoración mental impuesta a ésta o a aquella realidad”… “No hay razón para el arrepentimiento de los pecados, ya que de lo único de que se trata es de despertarse al conocimiento de la realidad”».
Son numerosos los autores que, como Ignacio Ibáñez Rivero, han demostrado la clara afinidad existente entre las doctrinas del padre De Mello y la confusa ideología panteísta y naturalista de la New Age.
El padre De Mello, en vísperas de su muerte, acaecida súbitamente el mismo día de su llegada a Nueva York –sea en la Universidad de Fordham (S. J.), sea en un hotel–, escribió a un íntimo amigo una larga carta. Haciendo un resumen de su vida, desde sus primeras experiencias, afirmaba:
«Todo ello parece pertenecer a otra época y a otro mundo. Creo que actualmente todo mi interés se centra en otra cosa: “en el mundo del espíritu”, y todo lo demás me resulta verdaderamente insignificante y sin importancia. Lo que ahora absorbe todo mi interés son las cosas como las de Achaan Chah, el maestro budista, y estoy perdiendo el gusto por otras cosas. No sé si todo esto es una ilusión; lo que sí sé es que nunca en mi vida me había sentido tan feliz y tan libre». Ajahn Chah Subhatto (1918-1992), monje tailandés, fue gran maestro del budismo Therevada, y atrajo especialmente a muchos occidentales. Fundó su primer monasterio europeo en Sussex, Inglaterra (1979), y hoy existen otros en Europa, Australia y Nueva Zelanda.
Once años después de la muerte de Anthony De Mello una Notificación de la Congregación de la Doctrina de la Fe pone en guardia a los católicos sobre sus enormes errores. Once años. Parece realmente increíble que la Iglesia tardara tanto en denunciar y condenar errores tan graves contra la fe católica. Si una pauta de conducta semejante llegara a establecerse en la Iglesia, habría razón para temer que los errores hoy más graves serían reprobados públicamente por la Autoridad apostólica dentro de quince o treinta años, cuando ya muchos millones de católicos estarían inficcionados por ellos.
Es preciso insistir en que las obras de Anthony De Mello han tenido gran difusión, en muchas lenguas y durante varios decenios, en el campo católico. Han sido un best seller «católico» para innumerables laicos, Seminarios, Noviciados, catequesis parroquiales, clases de religión, comunidades de religiosos y de religiosas, librerías católicas, Casas de Ejercicios, etc. El árbol de la santa Iglesia ha sido regado abundamentemente con esa lejía espiritual –o con otras semejantes–. Y todavía hay algunos que no entienden cómo ese árbol, sobre todo en no pocos lugares del Occidente descristianizado, apenas da frutos o se ha secado casi completamente.
Los provinciales de la Compañía de Jesús en la India publicaron contra la aludida Notificación una protesta, firmada por el provincial Lisbert D’Souza, S. J., presidente allí de la Conferencia de Provinciales. Y su declaración fue avalada por los Superiores Mayores de la Iglesia en Asia Meridional.
Según ella, Anthony De Mello «fue un pionero en la integración de la espiritualidad y métodos de oración asiática y cristianos» y «ha ayudado a miles de personas en Asia Meridional y en el resto del mundo». Estiman que «falta aprecio de las diferencias y los procedimientos cuando las decisiones [las de la Congregación romana de la Fe] se toman unilateralmente sin diálogo con las Iglesias asiáticas», y consideran que «tales intervenciones resultan dañinas para la vida de la Iglesia, la causa del Evangelio y la tarea de interpretar la Palabra a los que no pertenecen a la tradición cultural occidental». Uniendo la causa del padre De Mello, S. J., con la del padre Jacques Dupuis, también S. J. –objeto más tarde de una Notificación de la Congregación de la Fe por su libro sobre el pluralismo religioso (24-I-2001)–, manifiestan «su aprecio, apoyo y estímulo por su labor a nuestros teólogos y a cuantos construyen la Iglesia local en la India y deseamos que vayan más allá y más hondo, en fidelidad a Cristo y a la misión que nos ha confiado la Iglesia» (Vida nueva 24-IV-1999).
La Editorial Sal Terræ de los jesuitas ha seguido difundiendo las obras de Anthony De Mello, y en 2003 publicó su Obra completa en dos elegantes tomos, de 1603 páginas, con un extenso prólogo hagiográfico nada menos que de Andrés Torres Queiruga, en el que cita a Hegel, Heidegger, Ricoeur, aunque olvida mencionar, ni siquiera de paso, la Notificación romana de 1998. Y hoy todavía las obras de Anthony De Mello, sin mayores problemas ni contiendas, se hallan en gran parte de las librerías religiosas católicas, incluidas las diocesanas.
Mostrar estos horrores que se han dado y hoy se dan realmente en el campo católico resulta muy penoso, pero estimo que el único modo de superarlos comienza necesariamente por denunciarlos y condenarlos con fuerza y claridad. Todo lo que he descrito es para la Iglesia un grave daño y una gran vergüenza.
El Código de Derecho Canónico establece que los fieles «tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia» (art. 212,3).
Y es evidente que pertenece al bien de la Iglesia «combatir el buen combate de la fe» (1Tim 6,12), luchando con todas las fuerzas que Dios nos dé contra herejías, herejes y sus consentidores activos o pasivos.
Reforma o apostasía.