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Introducción

Cuando se piensa en las reformas que la Iglesia necesita el diagnóstico se va fácilmente hacia las obras que habría que corregir o que acrecentar. Pero ya se comprende que la reforma más urgente es aquella que se refiere a las doctrinas vigentes en filosofía y teología, en pastoral, disciplina y liturgia. Todas las desviaciones prácticas, todas las escaseces –como la de las vocaciones, quizá la más grave y decisiva–, todos los abusos y las infecundidades que afectan hoy a la vida de la Iglesia, proceden de errores doctrinales que en ella se han difundido ampliamente sobre todo a partir del Concilio Vaticano II, aunque sin relación causal alguna con los documentos conciliares.

Poco antes de ser elegido Papa, el Cardenal Ratzinger, sustituyendo a Juan Pablo II, ya muy enfermo, presidió el Via Crucis celebrado en el Coliseo de Roma el Viernes santo (2005). Transcribo sus meditación y su oración en la IXª estación:

«Meditación. ¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios. Pero, ¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos (cf. Mt 8,25).

«Oración. Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios. Pero los empañamos nosotros mismos. Nosotros somos quienes te traicionamos, no obstante los gestos ampulosos y las palabras altisonantes. Ten piedad de tu Iglesia».

Si tantas veces «vemos más cizaña que trigo» en el campo del Señor, ¿a qué debemos atribuirlo? A que «mientras todos dormían, vino su enemigo [el diablo, el Padre de la mentira] y sembró cizaña entre el trigo... Eso es obra del enemigo» (Mt 13,25.28). La reforma hoy más urgente en la Iglesia es la reafirmación de la doctrina católica y al rechazo eficaz de las malas doctrinas que en ella se han difundido muy ampliamente en los últimos decenios. Todos los males vienen de la mala doctrina. Y todos los bienes, de la reafirmación de «la sana doctrina» (2Tim 4,3).

José María Iraburu

Santiago Apóstol, 25 julio 2011