Descarga Gratis en distintos formatos
–Siga dándoles duro. No se canse.
–No me cansaré, porque «son todos enemigos de la cruz de Cristo» (Flp 3,18).
El hombre a solas con el hombre. Una vez que la apostasía hizo que gran parte de las antiguas naciones cristianas abandonaran su fe en Cristo, la cultura de Occidente permanece cerrada en el inmanentismo del hombre solo, sin la gracia, sin el auxilio sobre-natural de Dios. Y solo le queda entonces, en la onda de la Ilustración, profesar el mito del progreso necesario, Fichte, Herder, Comte, Hegel, o después de los horrores del siglo XX, hundirse en la náusea de Sartre y compañeros. Pero miremos dentro de la misma Iglesia.
Si buscamos actualizaciones del pelagianismo, vamos a dar en algunos autores de los que ya he tratado: Teilhard de Chardin, S. J. (27), Anthony De Mello, S. J. (47), con su Autoliberación interior, una obra que encabeza cientos de otros títulos semejantes, o topamos con Schillebeeckx y las devaluaciones del pecado original en el Catecismo holandés (57)… Señalo aquí al respecto dos autores más.
Karl Rahner, S. J. (1904-1984) sugiere una rehabilitación del monje británico Pelagio. Ya desde los años 1930 afirma Rahner la vinculación necesaria de lo sobrenatural a la naturaleza humana. Rahner presenta abiertamente la teología de lo sobrenatural no gratuito. Algunas doctrinas semejantes se hallan en la obra Surnaturel (1946) del P. Henry de Lubac, S. J. Pero no es éste el lugar apropiado para examinar a fondo estas tesis. Recuerdo aquí solamente al Cardenal José Siri (1906-1989), que en su obra Getsemaní; reflexiones sobre el movimiento teológico contemporáneo (CETE, Toledo 1981), refuta la teología de Rahner en su teología de la gracia:
«Rahner concluye que la gracia es el cumplimiento de nuestra esencia. Partiendo de una visión de las cosas que, quiérase o no, rechaza de facto la verdadera gratuidad del orden sobrenatural, llega él a colocar a Cristo y a Dios en las cosas: “Dios y la gracia de Cristo están en el todo, como la esencia secreta de toda realidad”» (87). Según estas tesis, entiende Rahner que «el dogma [de la Inmaculada Concepción] en ningún modo significa que el nacimiento de un ser humano esté acompañado por algo contaminante, por una mancha, y que para evitarla, un privilegio fuese necesario a María» (89-90). Esta doctrina, comenta el Card. Siri, «conduce hasta la doctrina del cristiano anónimo, hasta la doctrina de la muerte de Dios, de la secularización, de la desmitización, de la liberación y tantas otras» (92). La doctrina rahneriana sobre la gracia se aproxima al pensamiento de Pelagio, para el cual el mismo libre arbitrio dado por Dios al hombre es la gracia. José Antonio Sayés, coincidiendo con el análisis de Siri, en La esencia del cristianismo; diálogo con K. Rahner y H. U. Von Balthasar (Cristiandad, Madrid 2005, 132-140) examina con gran claridad las tesis neo-pelagianas de Rahner.
Hans Küng (1928-), ya alejado por la Iglesia de la docencia católica (Congregación de la Fe, Declaración 15-XII-1979), publica un best-seller, escasamente refutado por los teólogos católicos (Projekt Weltethos, Piper, Munich 1990: Proyecto de una ética mundial, Trotta, Madrid 1991; 6ª ed, 2003). Lógicamente, la obra es inmediatamente adoptada por la UNESCO como texto básico para un Congreso mundial sobre la moral. Su enseñanza se asemeja a la Declaración de una Ética Mundial (Parlamento de las Religiones del Mundo, Chicago, IX-1993). Küng es presidente de la Fundación por una Ética mundial (Weltethos), en la que caben todos, menos los católicos-católicos.
«¿Rehabilitar a Pelagio? De nuevo en auge el hereje del siglo V. Se quiere suprimir el dogma del pecado original. Cómo se vuelven pelagianos los católicos». Este es el título que aparece en una portada de la revista 30 Días (1-1991). En ella se cita a Augusto del Noce: «el intento filosófico más importante del mundo moderno [ha sido] elaborar una religión de la que se excluyera lo sobrenatural». Es un intento que viene ya de atrás. En 1793 el señor Kant escribe La Religión dentro de los límites de la sola razón.
«Podemos reconocer –escribe el profesor Francisco Canals– que en nuestros días, tras siglos de pensamiento y cultura ya emancipados de la inspiración cristiana, y mientras sería muy difícil advertir en los católicos el peligro de un pesimismo jansenista o de un predestinacionismo fatalista, es bastante general la ignorancia sobre los puntos más centrales de la salvación del hombre por la gracia de Jesucristo» (En torno al diálogo católico protestante, Herder, Barcelona 1966, 68).
El pelagianismo, que hoy sobreabunda en la Iglesia, se da en múltiples versiones. Describiré algunas principales.
–Pelagianismo roussoniano, sonriente, buenista, que mantiene un optimismo a ultranza –pase lo que pase en el mundo y en la Iglesia–, positivo, creativo, eufórico, energético, activista, «too er mundo e’bueno». Ramalazos de él, al menos, afectan también a buenas personas y obras católicas. Silencio discreto sobre «el pecado del mundo», pero sobre todo acerca de la condición caída de la naturaleza humana. Silencio sobre la necesidad urgente y absoluta de la gracia de Cristo. Revistas católicas que apenas hablan de Dios y de la salvación: querer es poder, «diez normas para mantener unido el matrimonio» –todas puramente naturales–, noticias positivas. Postales, carteles, calendarios, a veces de obras religiosas, con imágenes de gente feliz, hermosa y de buena salud, que van acompañados de frases sublimes, casi nunca tomadas de la Escritura o de los santos: «sonriendo transformamos el mundo» (Anthony Morgan-Klaus). Todo ese positivismo, ya me perdonarán, nada tiene que ver con la alegría cristiana, hecha de amor a Dios y al prójimo, y de esperanza de la vida eterna. Todo eso, hoy tan frecuente, es simple pelagianismo puro y duro.
Ovidio (+17), poeta pagano contemporáneo de Cristo, estaría en condiciones de desengañar a los actuales cristianos pelagiano-roussonianos, porque él sabía lo que hoy parecen ignorar no pocos teólogos y laicos ilustrados: «video meliora proboque, deteriora sequor» (veo lo que es mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor: Metamorfosis VII, 20; = Rm 7,15). El hombre, afectado por el pecado original, está siempre entre el bien y el mal, y sin el auxilio sobrenatural de la gracia de Cristo está perdido.
–Pelagianismo de terapias naturales. Espera lograr la perfección del hombre mediante la aplicación de métodos psico-somáticos. Reuniones y libros de Autoayuda, de Autoliberación interior. (Bueno está el hombre para auto-liberarse…) No suelen faltar en estos libros y grupos frecuentes dosis orientalistas. El budismo, al no creer en un Dios personal, no puede sino pretender una salvación autónoma, en la que sea el hombre quien salva al hombre. En los últimos decenios es cada vez más frecuente que en Comunidades religiosas, Casas de Ejercicios, Centros de Espiritualidad, junto a reuniones bíblicas o ejercicios espirituales, se oferte también una serie muy variada de terapias naturales: eneagrama, meditación transcendental, reiki, técnicas individuales o comunitarias de autorrealización, yoga, zen, energía positiva, re-birthing, dinámicas de grupo, sofrología, yosoki, etc. etc. etc. New Age. Palitos de incienso, en salas con moqueta y luz indirecta, donde a veces quedó colgado un crucifijo, una imagen de la Virgen María… «Traer ropa y calzado cómodos». Transcribo de la propaganda de algunos de estos Centros:
«Una técnica liberadora de las tensiones psíquicas y de la dispersión mental como camino que facilita el sereno acceso a la identidad personal. Una paciente y sosegada escucha del lenguaje del cuerpo, como recuperación del silencio y de la unidad. Escuchar la experiencia, ver la realidad como es (vispassana)». «Los retiros [les llaman retiros] de yoga, reiki y sofrología caycediana son encuentros de trabajo y profundización personal, así como de iniciación en estos procesos de crecimiento, que generan una profunda paz y bienestar, así como una gran revitalización, equilibrando la energía, despertando la consciencia, serenando la mente, armonizando los chacras [esto es importante], despertando la vida del ser, elevando el alma, ayudando a crecer y dar los pasos necesarios en el momento de la vida en que cada uno se encuentra… Desomatiza lo negativo, somatiza lo positivo. Equilibra todo el sistema energético, generando un agradable estado de cálido bienestar y confianza interior. Actualiza las potencialidades dormidas o paralizadas. En un ambiente tranquilo y apacible, como es el monasterio de N. N… Comida vegetariana»… Página web, números de teléfono, email de contacto. Organización perfecta. Y a veces los dichos cursillos son caros. Pero merece la pena: lo que vale, cuesta.
De todo esto nada supieron los pobres San Benito, San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, San Juan de la Cruz… Y el diablo ahora lo fomenta con entusiasmo. Lo que hunde al diablo en la miseria es la Misa, el rosario, la oración, el agua bendita, el signo de la cruz, las jaculatorias, la frecuencia de la confesión, la dirección espiritual –y más si es con obediencia–, la lectura de la Biblia y de autores espirituales, la práctica de las virtudes y de las obras de misericordia, visitar enfermos, ayudar a pobres, etc., las novenas, etc. Ésas son las cosas que lo matan. En cambio con estas otras el diablo se fortalece y está feliz. Lo suyo es el pelagianismo.
–Pelagianismo sincretista. Notemos que la verdad es refractaria a todos y a cada uno de los errores. Por el contrario, los errores, aunque a veces sean contradictorios entre sí, muestran una singular capacidad de amalgama y de unidad operativa. La Ética mundial ya aludida engloba innumerables filosofías, terapias y religiones, muchas veces inconciliables entre sí; pero que, sin embargo, se concilian amistosamente y concelebran juntos. Y si consiguen la presencia de algún monje vestido de color naranja, pongamos, su santidad Darwha Mira Ramchandani, tanto mejor; aunque no sea indio, que a lo mejor, por ejemplo, es un señor de Murcia, don Ernesto Paniagua; también les vale. Es lo que digo: pueden juntarse todas estas diversidades en comunes celebraciones llenas de color y falso entusiasmo. Y es que en realidad hay algo que les une profundamente: el rechazo unánime de Cristo y de su gracia. Pongo un ejemplo tomado de un diario:
«Por cuarto año consecutivo, en el Colegio [católico] de los Padres N. N., el día 29 de enero, aniversario de la muerte de Gandhi, se celebrará un Encuentro por la Paz y la Reconciliación». Se invita a todos, cristianos, creyentes no-cristianos, ateos. Hay que sumar, y no restar. En la fotografía del Evento se aprecia en el amplio patio del Colegio la palabra PAZ, configurada por unos ochocientos alumnos, debidamente ordenados por sus profesores, algunos de ellos religiosos… ¿No es conmovedor? Según dicen, «son estos pequeños gestos los que tienen fuerza para crear un mundo nuevo»… En el fondo del patio, a espaldas de todos los alumnos, se alcanza a ver una imagen de la Virgen, puesta allí hace cincuenta años. Ella es la Madre del único Príncipe de la paz, de esa paz que, ciertamente, el mundo no puede dar (Jn 14,27). Ni siquiera Gandhi, que ya está muerto.
–Pelagianismo liberacionista. Ceñudo y tenso, como no podría ser de otro modo. Che Guevara. Mayo de 1968. Teología de la Liberación. El Jesús de Pasolini, de ceja única. Cuando la Congregación de la Fe, presidida por el Cardenal Ratzinger, publica la instrucción Libertatis nuntius, sobre algunos aspectos de la teología de la liberación (6-VIII-1984), advierte que «solamente recurriendo a las capacidades éticas de la persona y a la perpetua necesidad de conversión interior [imposibles sin la gracia] se obtendrán los cambios sociales que estarán verdaderamente al servicio del hombre… La inversión entre moralidad y estructuras conlleva una antropología materialista, incompatible con la verdad del hombre» (XI,8). Sin la gracia de Cristo, sin la oración de petición y los sacramentos, sin el Espíritu Santo –el único que puede «renovar la faz de la tierra»–, el intento liberacionista se hace estéril, torvo, amargo, violento: revolución, atentados, lucha de clases, infiltraciones culturales por la vía Gramsci, etc., sufrimientos y ruina del pueblo.
La Unión Soviética, con todo el poder concentrado en un partido gobernante entre 1917 y 1989, no consigue producir «el hombre nuevo». Y no lo hubiera conseguido en un par de siglos más de adoctrinamiento en escuelas y universidades estatales, reuniones obligadas de grupos, marchas, pancartas enormes, estatuas e imágenes de hombres macizos y mujeres musculosas, animales humanos pletóricos de fuerzas positivas y reivindicativas. Algo semejante es preciso decir de la teología de la liberación. Es cierto que se expresa en formas muy diversas, «algunas son auténticas, otras ambiguas y otras, en fin, representan un grave peligro para la fe y para la vida teologal y moral de los cristianos… La concepción totalmente politizada del cristianismo, a la que conducen estas teologías, deja sin contenido los misterios de la fe y de la moral cristiana» (Libertatis nuntius, síntesis previa, VI).
–Algunas ONG de inspiración cristiana, a veces sumamente beneméritas (por eso prefiero no citarlas por su nombre) tienen también sus ramalazos pelagianos roussonianos o/y liberacionistas. Recibiendo a veces el 90 % de sus recursos del pueblo cristiano, concretamente de la colecta de las Misas, apenas nunca citan en sus propagandas a Cristo, frases evangélicas, motivaciones de fe, de caridad, sino que «secularizan» tanto su fisonomía –quizá para recibir también ayudas de los no-cristianos– que apenas parecen ONG cristianas. Y eso es muy lamentable. No está nada bien distribuir una gran abundancia de donativos, ocultando en la práctica al Donante principal, a Cristo, que por su gracia ha movido precisamente en la Misa –«éste es mi cuerpo que se entrega»– el corazón de esos benditos cristianos donantes.
Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios (30-VI-1968). Frente al Catecismo holandés y tantas otras voces actuales ambiguas o falsas, confiesa: «Creemos que todos pecaron en Adán; lo que significa que la culpa original cometida por él hizo que la naturaleza, común a todos los hombres, cayera en un estado tal, en el que padeciese las consecuencias de aquella culpa… Esta naturaleza humana, caída de esta manera, destituida del don de la gracia del que antes estaba adornada, herida en su mismas fuerzas naturales y sometida al imperio de la muerte, es dada a todos los hombres. Por tanto, en este sentido, todo hombre nace en pecado. Mantenemos, pues, siguiendo al Concilio de Trento, que el pecado original se transmite, juntamente con la naturaleza humana, por propagación, no por imitación» (n. 16). Ya lo sabían los piadosos judíos: «pecador me concibió mi madre» (Sal 50,7).
San Jerónimo (342-420) fue, con San Agustín, quien con más fuerza combate la herejía pelagiana (Diálogos contra los pelagianos, libri III: 415). Cuando aún vivía Pelagio, escribe en el 414 contra su doctrina una carta durísima, en la que vence todas sus tinieblas con la luz de la Palabra divina (PM, Migne 21,1147-1161). Y termina rogándole al amigo destinatario de la carta, y a los que se reúnen en su santa casa,
«que no acojan a través de aquellos homúnculos [pelagianos] el excremento o, por decir poco, la infamia de tan graves herejías. Allí donde se alaba la virtud y la santidad, que no tenga morada la vergüenza de la presunción diabólica y de una compañía obscena. Sepan los que prestan ayuda a hombres de esa calaña, que recogen a una multitud de herejes, y que son enemigos de Cristo y alimentan a Sus adversarios».