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El 24 de junio de 1549, en el junco de un pirata chino, embarca Javier rumbo al Japón con el P. Cosme y el Hno. Juan Fernández. Después de una navegación terrible de unos cuatro mil kilómetros, entre tormentas y piratas, llegan el 15 de agosto, fiesta de la Virgen, a la ciudad japonesa de Kagoshima. Ese mismo día, quince años antes, había hecho Javier sus votos en Montmartre.
San Francisco Javier vive en Japón veintisiete meses, de agosto 1549 a noviembre 1551. En ese tiempo, aún estando en un país tan diferente y desconocido, aprende el lenguaje básico japonés, conversa con gentes de todas clases, discute con bozos y samuráis, es recibido en sus cortes por varios de los principales nobles del Japón. Y siempre tiene y expresa por los japoneses un altísimo aprecio y amor.
En la historia del Japón, hasta nuestros días, el nombre de Javier ha quedado inscrito como una gran figura de la historia nacional.
Doc. 90
A sus compañeros residentes en Goa
Kagoshima 5 de noviembre 1549
En esta preciosa y larga carta Javier escribe sobre el Japón que él conoció y amó.
JESUS
La gracia y amor de Cristo nuestro Señor sea siempre en nuestra ayuda y favor. Amén.
1. De Malaca os escrebí muy largamente de todo nuestro viaje, después que partimos de la India hasta llegar a Malaca, y lo que hicimos el tiempo que estuvimos en ella; agora os hago saber cómo Dios nuestro Señor, por su infinita misericordia, nos trujo a Japán. Día de San Juan, en la tarde, del año de 1549 nos embarcamos en Malaca, para venir a estas partes en un navío de un mercader gentil chino, el cual se ofreció al capitán de Malaca de nos traer a Japán; y partidos, haciéndonos Dios mucha merced, dándonos muy buen tiempo y viento, como en gentiles reina mucho la inconstancia, comenzó el capitán de mudar parecer en no querer venir a Japán, deteniéndose sin necesidad en las islas que hallábamos.
2. Y lo que más sentíamos en nuestro viaje eran dos cosas: la primera, ver que no nos ayudábamos del buen tiempo y viento que Dios nuestro Señor nos daba, y que se nos acababa la monzón para venir a Japán, y así nos era forzado esperar un año, invernando en la China, aguardando por otra monzón; y la segunda era las continuas y muchas idolatrías y sacrificios que hacían el capitán y los gentiles a el ídolo que llevaban en el navío, sin las poder impedir, echando muchas veces suertes, haciéndole preguntas si podíamos ir a Japán, o no, y si nos durarían los vientos necesarios para nuestra navegación; y a las veces salían las suertes buenas, a las veces malas, según lo que ellos nos decían y creían.
3. A cien leguas de Malaca, camino de la China, tomamos una isla en la cual nos apercibimos de timones y de otra madera necesaria para las grandes tempestades y mares de la China. Después de esto hecho, echaron suertes, haciendo primero muchos sacrificios y fiestas a el ídolo, adorándolo muchas veces, y preguntándole si tendríamos buen viento, o no; y salió la suerte que habíamos de tener buen tiempo y que no aguardásemos más, y así levamos las áncoras, y dimos la vela, todos con mucha alegría, los gentiles confiando en el ídolo que llevaban con mucha veneración en la popa del navío con candelas encendidas, perfumándolo con olores de palo de águila, y nosotros, confiando en Dios, criador del cielo y de la tierra, y en Jesucristo su hijo, por cuyo amor y servicio veníamos a estas partes para acrecentar su santísima fe.
4. Viniendo nuestro camino comenzaron los gentiles de echar suertes y hacer preguntas a el ídolo, si el navío en que íbamos, había de tornar de Japán a Malaca, y salió la suerte que iría a Japán, mas que no tornaría a Malaca; y de aquí acabó de entrar desconfianza en ellos para no ir a Japán, sino de invernar en la China y aguardar otro año. Ved el trabajo que podíamos llevar en esta navegación, estando al parecer del demonio y de sus siervos si habíamos de venir a Japán o no, pues los que regían y mandaban el navío, no hacían más de lo que el demonio por sus suertes les decía.
5. Viniendo despacio nuestro camino, antes de llegar a la China, estando juntos con una tierra que se llama Cochinchina [reino de Annam], la cual es ya cerca de la China, nos acontecieron dos desastres en un día, víspera de la Magdalena. Siendo los mares grandes y de mucha tormenta, estando surtos, aconteció, por descuido, la bomba del navío estar abierta y Manuel China, nuestro compañero, a pasar por ella; y al balanceo grande que dio el navío, por causa de los mares ser grandes, no se pudiendo tener, cayó por la bomba abajo.
Todos pensábamos que era muerto por la caída grande que dio, y también por la mucha agua que había en la bomba. Quiso Dios nuestro Señor que no murió. Estuvo gran espacio la cabeza y más de la mitad del cuerpo debajo del agua, y muchos días doliente de la cabeza de un herida grande que se hizo; de manera que lo sacamos con mucho trabajo de la bomba, sin dar acuerdo de sí un buen espacio. Quiso Dios Nuestro Señor darle salud.
Acabando de lo curar, continuando la tormenta grande que hacía, meneándose mucho el navío, aconteció una hija del capitán caer en el mar; y por ser los mares tan bravos, no pudimos valerle; y así en presencia de su padre y de todos se ahogó, junto del navío. Fueron tantos los lloros y voces aquel día y noche, que era una piedad muy grande en ver tanta miseria en las almas de los gentiles, y peligro en las vidas de todos los que estábamos en aquel navío. Pasado esto, todo aquel día y noche sin reposar, hicieron los gentiles grandes sacrificios y fiestas al ídolo, matando muchas aves, dándole de comer y beber. En las suertes que echaron, preguntáronle la causa por que su hija murió; salió la suerte que no muriera ni cayera en la mar, si nuestro Manuel, que cayó en la bomba, muriera.
6. Ved en qué estaban nuestras vidas, en suertes de demonios, y en poder de sus siervos y ministros. ¿Qué fuera de nosotros si Dios permitiera el demonio hacernos todo el mal que nos deseaba?
Viendo tan manifiestas y grandes ofensas que a Dios nuestro Señor se hacían por respeto de las muchas idolatrías, no teniendo posibilidad para las impedir, muchas veces pedí a Dios nuestro Señor, antes que en aquella tormenta nos viésemos, que nos hiciese tan señalada merced que no permitiese tantos yerros en las criaturas que a su imagen y semejanza crió; o que si los permitía, que a el enemigo, causador de estas hechicerías y gentilidades, que le acrecentase grandes penas y tormentos, mayores de lo que tenía, todas las veces que movía y persuadía al capitán a echar suertes, creyendo en ellas, haciéndose adorar como Dios.
7. El día que nos acontecieron estos desastres y toda aquella noche, quiso Dios nuestro Señor hacerme tanta merced de quererme dar a sentir y conocer por experiencia muchas cosas acerca de los fieros y espantosos temores que el enemigo pone, cuando Dios le permite, y él halla mucha oportunidad para los hacer, y de los remedios que el hombre ha de usar, cuando en semejantes trabajos se halla, contra las tentaciones del enemigo; por ser largos de contar, los dejo de escrebir, y no por no ser ellos para notar.
En suma de todos los remedios en tales tiempos, es mostrar muy grande ánimo contra el enemigo, totalmente desconfiando el hombre de sí, y confiando grandemente en Dios, puestas todas las fuerzas y esperanzas en él, y con tan grande defensor y valedor, guardarse hombre de mostrar cobardía, no dudando de ser vencedor [Ejercicios, primera semana, regla 12 de discernimientos]. Muchas veces pensé que, si Dios nuestro Señor a el demonio acrecentó algunas penas mayores de las que tenía, que bien se quiso vengar aquel día y noche; porque muchas veces me ponía aquello delante, diciendo que en tiempo estábamos que se vengaría.
8. Y como el demonio no pueda más mal hacer de cuanto Dios le da lugar en semejantes tiempos, más se ha de temer la desconfianza en Dios que el miedo del enemigo; permite Dios al demonio desconsolar y vejar aquellas criaturas que de pusilánimes dejan de confiar en su Criador, no tomando fuerzas esperando en él.
Por este mal tan grande de pusilanimidad, viven desconsolados muchos de los que comenzaron a servir a Dios, por no ir adelante, llevando la suave cruz de Cristo con perseverancia. Esta miseria tan peligrosa y dañosa tiene la pusilanimidad que, como el hombre se dispone a poco, por confiar en sí, siendo una cosa tan pequeña, cuando se ve en necesidad de mayores fuerzas de las que tiene, que le es forzado totalmente confiar en Dios, carece de ánimo en las cosas grandes para usar bien de la gracia que Dios nuestro Señor le da para esperar en él; y los que se tienen en alguna opinión, haciendo fundamento en sí para más de lo que son, despreciando las cosas bajas sin haberse mucho ejercitado y aprovechado, venciéndose en ellas, son más flacos en los grandes peligros y trabajos que los pusilánimes; porque no llevando a el cabo la que comenzaron, pierden el ánimo para cosas pequeñas, así como lo perdieron en las grandes.
9. Y después sienten tanta repugnancia en sí e vergüenza de se ejercitar en ellas, que corren mucho peligro de perderse o de vivir desconsolados, no conociendo en sí sus flaquezas, atribuyéndolas a la cruz de Cristo, diciendo que es trabajosa de llevar adelante. ¡Oh hermanos!, ¿qué será de nosotros a la hora de la muerte si en la vida no nos aparejamos y disponemos a saber esperar y confiar en Dios, pues en aquella hora nos habemos de ver en mayores tentaciones y trabajos y peligros que jamás nos vimos, así del espíritu como del cuerpo?
Por tanto, en las cosas pequeñas, los que viven con deseos de servir a Dios, deben trabajar a humillarse mucho, deshaciendo siempre en sí, haciendo grandes y muchos fundamentos en Dios, para que en los grandes peligros y trabajos, así en la vida como en la muerte, sepan esperar en la suma bondad y misericordia de su Criador, por lo que aprendieron venciendo las tentaciones, donde hallaban repugnancia, por pequeñas que fuesen, desconfiando de sí con mucha humildad y fortificando sus ánimos, confiando mucho en Dios, pues ninguno es flaco cuando usa bien de la gracia que Dios nuestro Señor le da.
10. Y por muchos impedimentos que el enemigo le ponga en la perseverancia de la virtud y perfección, más peligro corre manifestándose a el mundo, viéndose en grandes tribulaciones desconfiando de Dios en ellas que no en pasar por los trabajos que el enemigo le representa. Si los hombres, el temor que tienen al demonio en las tentaciones, miedos y fieros que les pone delante para estorbarles el servicio de Dios, lo convirtiesen en temor de su Criador, dejándolo de hacer, teniendo para sí por cierto que más mal le ha de venir dejando de cumplir con Dios de lo que les puede venir por parte del demonio, ¡cuán consolados vivirían y cuánto se aprovecharían conociendo de sí por experiencia cuán para poco son, y, por otra parte, viendo claramente cómo abrazándose todos con Dios son para mucho, y el demonio cuán confuso y flaco quedaría en verse vencido de los que en algún tiempo fue vencedor!
11. Tornando agora a nuestro viaje, amansando los mares, levamos las áncoras y dimos la vela, todos con mucha tristeza comenzamos a ir nuestro camino, y en pocos días llegamos en la China, al puerto de Cantón. Todos fueron de parescer de invernar en el dicho puerto, así los marineros como el capitán; nosotros solamente se lo contradecíamos con ruegos y con algunos temores y miedos que les poníamos delante, diciéndoles que escribiríamos a el capitán de Malaca e que diríamos a los portugueses cómo nos traían engañados y que no cumplían con nosotros lo que prometieron. Quiso Dios nuestro Señor ponerles en voluntad de no quedar en las islas de Cantón [Sanchón e islas cercanas], y así levamos las áncoras y fuimos camino de Chincheo, y en pocos días, con buen viento, que siempre Dios nos daba, llegamos a Chincheo, que es otro puerto de la China.
Y estando ya para entrar, con determinación de invernar en él, por cuanto ya se iba acabando la monzón para venir a Japán, vino una vela a nos, la cual nos dio nuevas cómo había muchos ladrones en aquel puerto y que éramos perdidos si entrábamos en él. Con estas nuevas que nos dieron, y con ver nosotros los navíos chincheos estar una legua de nos, viéndose el capitán en mucho peligro de perderse, determinó de no entrar en Chincheo, y el viento era por la proa para tornarnos otra vez a Cantón, y servíanos a popa para venir a Japán; y así, contra la voluntad del capitán del navío y de los marineros, les fue forzado venir a Japán.
De manera que ni el demonio ni sus ministros pudieron impedir nuestra venida, y así nos trujo Dios a estas tierras, que tanto deseábamos llegar, día de nuestra Señora de agosto año de 1549. Y sin poder tomar otro puerto de Japán, venimos a Cangoxima [Kagoshima], que es la tierra de Paulo de Santa Fe, donde todos nos recebieron con mucho amor, así sus parientes como los que no lo eran.
12. De Japán, por la experiencia que de la tierra tenemos, os hago saber lo que de ella tenemos alcanzado; primeramente, la gente que hasta agora tenemos conversado, es la mejor que hasta agora está descubierta, y me parece que entre gente infiel no se hallará otra que gane a los japanes. Es gente de muy buena conversación, y generalmente buena y no maliciosa, gente de honra mucho a maravilla, estiman más la honra que ninguna otra cosa, es gente pobre en general, y la pobreza entre hidalgos y los que no lo son, no la tienen por afrenta.
13. Tienen una cosa que ninguna de las partes de los cristianos me paresce que tiene, y es esta: que los hidalgos, por muy pobres que sean; los que no son hidalgos, por muchas riquezas que tengan, tanta honra hacen al hidalgo muy pobre cuanta le harían si fuese rico, y por ningún precio casaría un hidalgo muy pobre con otra casta que no es hidalga, aunque le diesen muchas riquezas; y esto hacen por les parescer que pierden de su honra casando con casta baja; de manera que más estiman la honra que las riquezas. Es gente de muchas cortesías unos con otros, precian mucho las armas y confían mucho en ellas; siempre traen espadas y puñales, y esto todas las gentes, así hidalgos como gente baja; de edad de catorce años traen ya espada y puñal.
14. Es gente que no sufre injurias ningunas ni palabras dichas con desprecio. La gente que no es hidalga, tiene mucho acatamiento a los hidalgos; y todos los hidalgos se precian mucho de servir a el señor de la tierra, y son muy sujetos a él; y esto me parece que hacen por les parecer que, haciendo el contrario, pierden de su honra, más que por el castigo que del señor recebirían, si el contrario hiciesen. Es gente sobria en el comer, aunque en el beber son algún tanto largos, y beben vino de arroz [sake], porque no hay viñas en estas partes. Son hombres que nunca juegan, porque les parece que es grande deshonra, pues los que juegan, desean lo que no es suyo e de ahí pueden venir a ser ladrones. Juran poco, y cuando juran es por el sol.
Mucha parte de la gente sabe leer y escribir, que es un gran medio para con brevedad aprender las oraciones y las cosas de Dios. No tienen más de una mujer. Tierra es donde hay pocos ladrones, y esto por la mucha justicia que hacen en los que hallan que lo son, porque a ninguno dan vida; aborréceles mucho en grande manera este vicio del hurtar. Es gente de muy buena voluntad, muy conversable, y deseosa de saber.
15. Huelgan mucho de oír cosas de Dios, principalmente cuando las entienden. De cuantas tierras tengo vistas en mi vida, así de los que son cristianos como de los que no lo son, nunca vi gente tan fiel acerca del hurtar. No adoran ídolos en figuras de alimañas; creen los más de ellos en hombres antiguos, los cuales, según lo que tengo alcanzado, eran hombres que vivían como filósofos. Muchos de éstos [fieles de la religión Shinto] adoran el sol y otros la luna. Huelgan de oír cosas conformes a razón; y dado que haya vicios y pecados entre ellos, cuando les dan razones, mostrando que lo que ellos hacen es mal hecho, les parece bien lo que la razón defiende.
16. Menos pecados hallo en los seculares, y más obedientes los veo a la razón de lo que son los que ellos acá tienen por padres, que ellos llaman bonzos, los cuales son inclinados a pecados que natura aborrece, y ellos lo confiesan y no lo niegan; y es tan público y manifiesto a todos, así hombres como mujeres, pequeños y grandes, que, por estar en mucha costumbre, no lo extrañan ni lo tienen en aborrecimiento. Huelgan mucho los que no son bonzos en oírnos reprender aquel abominable pecado, pareciéndoles que tenemos mucha razón en decir cuán malos son y cuánto a Dios ofenden los que tal pecado hacen.
A los bonzos muchas veces decimos que no hagan pecados tan feos; y ellos todo lo que les decimos les cae en gracia, porque de ello se ríen y no tienen ninguna vergüenza de oír reprensiones de pecado tan feo. Tienen estos bonzos en sus monesterios muchos niños, hijos de hidalgos, a los cuales enseñan a leer y escribir, y con éstos cometen sus maldades, y está este pecado tanto en costumbre, que, aunque a todos parezca mal, no lo extrañan.
17. Hay entre estos bonzos unos que se traen a manera de frailes, los cuales andan vestidos de hábitos pardos, todos rapados, que parece que cada tres o cuatro días se rapan, así toda la cabeza como la barba. Estos [bonzos pardos, casados, de la secta budista Ikko] viven muy largos, tienen monjas de la misma orden y viven con ellas juntamente, y el pueblo tiénelos en muy ruin cuenta, pareciéndoles mal tanta conversación con las monjas. Dicen todos los legos que cuando alguna de estas monjas se siente preñada, toma melezina, con que luego echa la criatura, y esto es muy público, y a mí me parece, según lo que tengo visto en este monesterio de frailes y monjas, que el pueblo tiene mucha razón en lo que de ellos tiene concebido. Pregunté a ciertas personas si estos frailes usaban algún otro pecado, y dijéronme que sí, con los mozos que enseñan a leer y escribir. Y estos que andan vestidos como frailes y los otros bonzos que andan vestidos como clérigos, se quieren mal los unos a los otros.
18. De dos cosas me espanté mucho en esta tierra: la primera, ver que grandes pecados y abominables se tienen en poco, y la causa es porque los pasados se acostumbraron a vivir en ellos, de los cuales los presentes tomaron ejemplo. Ved cómo la continuación en los vicios que son contra natura, corrompe los naturales; así también el continuo descuido en las imperfecciones destruye y deshace la perfección. La segunda, en ver que los legos viven mejor en su estado de lo que viven los bonzos en el suyo, y con ser esto manifiesto, es para maravillar el estima en que los tienen. Hay muchos otros yerros entre estos bonzos, y los que más saben los tienen mayores.
19. Con algunos de los más sabios hablé muchas veces, principalmente con uno a quien todos en estas partes tienen mucho acatamiento, así por sus letras, vida y dignidad que tiene, como por la mucha edad, que es de ochenta años, y se llama Ninxit, que quiere decir en lengua de Japán «corazón de verdad». Es entre ellos como obispo, y si el nombre le cuadrase, sería bienaventurado. En muchas pláticas que tuvimos, lo hallé dudoso y no saberse determinar si nuestra alma es inmortal o si muere juntamente con el cuerpo; algunas veces me dice que sí, otras que no. Témome que no sean así los otros letrados. Es este Ninxit tanto mi amigo, que es maravilla.
Todos, así legos como bonzos, huelgan mucho con nosotros, y se espantan en grande manera en ver cómo venimos de tierras tan lejanas, como es de Portugal a Japán, que son más de seis mil leguas, solamente por hablar de las cosas de Dios y cómo las gentes han de salvar sus almas creyendo en Jesucristo, diciendo que esto a que nos venimos a estas tierras es cosa mandada por Dios.
20. Una cosa os hago saber para que deis muchas gracias a Dios nuestro Señor: que esta isla de Japán está muy dispuesta para en ella se acrecentar mucho nuestra santa fe, y si nos supiésemos hablar la lengua, no pongo duda ninguna en creer que se harían muchos cristianos. Placerá a Dios nuestro Señor que la aprenderemos en breve, porque ya comenzamos de gustar de ella, y declaramos los diez mandamientos en cuarenta días que nos dimos a aprenderla.
Esta cuenta os doy tan menuda, para que todos deis gracias a Dios nuestro Señor, pues se descubren partes en las cuales vuestros santos deseos se puedan emplear y cumplir, y también para que os aparejéis de muchas virtudes y deseos de padecer muchos trabajos por servir a Cristo nuestro Redentor y Señor, y acordaos siempre que en más tiene Dios una buena voluntad llena de humildad con que los hombres se ofrecen a él, haciendo oblación de sus vidas por sólo su amor y gloria, de lo que precia y estima los servicios que le hacen, por muchos que sean.
21. Estad aparejados, porque no será mucho que antes de dos años os escriba para que muchos de vosotros vengan a Japán. Por tanto, disponeos a buscar mucha humildad, persiguiéndoos a vosotros mismos en las cosas donde sentís o deberíades sentir repugnancia, trabajando con todas las fuerzas que Dios os da para conoceros interiormente, para lo que sois, y de aquí creceréis en mayor fe, esperanza y confianza y amor en Dios y caridad con el prójimo, pues de la desconfianza propia nace la confianza de Dios, que es verdadera, y por esta vía alcanzaréis humildad interior, de la cual en todas partes, y más en éstas, tendréis mayor necesidad de lo que pensáis.
Cuidad que no echéis mano de la buena opinión en que el pueblo os tiene, si no fuere para vuestra confusión, porque de este descuido vienen algunas personas a perder la humildad interior, creciendo en alguna soberbia; y andando el tiempo, no conociendo cuán dañoso le es, vienen los que los loaban a perderles la devoción y ellos a desinquietarse, no hallando consolación dentro ni fuera.
22. Por tanto, os ruego que totalmente os fundéis en Dios en todas vuestras cosas, sin confiar en vuestro poder o saber o opinión humana; y de esta manera hago cuenta que estáis aparejados para todas las grandes adversidades, así espirituales como corporales, que os pueden venir, pues Dios levanta y esfuerza a los humildes, principalmente aquellos que en las cosas pequeñas y bajas vieron sus flaquezas como en un claro espejo, y se vencieron en ellas. Estos tales, viéndose en mayores tribulaciones que jamás se vieron, entrando en ellas, ni el demonio con sus ministros, ni las tempestades muchas de la mar, ni las gentes malas y bárbaras, así del mar como de la tierra, ni otra criatura alguna les puede empecer, sabiendo cierto, por la mucha confianza que en Dios tienen, que sin permisión y licencia suya no pueden hacer nada.
23. Y como sean manifiestas a él todas sus intenciones y deseos de lo servir, y las criaturas todas estén debajo de su obediencia, no hay cosa que teman confiando en él, sino solamente ofenderlo, y saben que, cuando Dios permite que el demonio haga su oficio y las criaturas lo persigan, es para su probación y mayor conocimiento interior, o en castigo de sus pecados, o mayor merecimiento, o para su humillación; y de esta manera dan muchas gracias a Dios, pues tanta merced les hace, y a los prójimos que los persiguen, aman; porque son instrumento por donde les viene tanto bien, y no teniendo con qué pagar tanta merced, por no ser ingratos, ruegan a Dios por ellos con mucha eficacia, y éstos espero en Dios que seréis vosotros.
24. Yo sé una persona [alude a sí mismo], a la cual Dios hizo mucha merced, ocupándose muchas veces, así en los peligros como fuera de ellos, en poner toda su esperanza y confianza en él, y el provecho que de ello le vino, sería muy largo de escribir; y porque los mayores trabajos en que hasta agora os habéis visto, son pequeños en comparación de los que os habéis de ver los que a Japán viniéredes, os ruego y pido cuanto puedo, por amor y servicio de Dios nuestro Señor, que os dispongáis para mucho, deshaciendo mucho en vuestras propias afecciones, pues son impedimento de tanto bien.
Y mirad mucho por vosotros, hermanos míos en Jesucristo, porqué muchos hay en el infierno que, cuando en esta vida presente estaban, fueron causa de instrumento para que otros por sus palabras se salvasen y fuesen a la gloria del paraíso, y ellos, por carecer de humildad interior, fueron a el infierno por hacer fundamento en una engañosa y falsa opinión de sí mismos, y ninguno hay en el infierno de los que, cuando en esta vida presente estaban, trabajaron tomando medios con los cuales alcanzaron esta interior humildad.
25. Acordaos siempre aquel dicho del Señor, que dice: «Porque ¿de qué le sirve el ganar todo el mundo si pierde su alma?» [Mt 16,26]. No hagáis fundamento alguno de vosotros en os parescer que ha mucho tiempo que estáis en la Compañía, y que sois más antiguos los unos que los otros, y que por esta causa sois para más que los que no estuvieron tanto tiempo.
Holgaría yo y sería muy consolado en saber que los más antiguos ocupan muchas veces su entendimiento en pensar cuán mal se aprovecharon del tiempo que en la Compañía estuvieron, y cuánto perdieron de él en no ir adelante, mas antes, tornando atrás; pues los que en la vía de la perfección no van creciendo, pierden lo que ganaron; y los más antiguos que en esto se ocupan, confúndense mucho y dispónense para buscar humildad interior más que exterior, y de nuevo toman fuerzas y ánimo para cobrar lo perdido, y de esta manera edifican mucho, dando ejemplo y buen olor de sí a los novicios y a los otros que conversan. Ejercitaos todos siempre en este continuo ejercicio, pues os deseáis señalar en servir a Cristo.
26. Y creedme que los que a estas partes viniéredes, seréis bien probados para cuánto sois, y por mucha diligencia que os deis en cobrar y adquirir muchas virtudes, haced cuenta que no os sobraron. No os digo estas cosas para daros a entender que es trabajosa cosa servir a Dios, y que no es leve y suave el yugo del Señor [Mt 11,30], porque si los hombres se dispusiesen en buscar a Dios, tomando y abrazando los medios necesarios para ello, hallarían tanta suavidad y consolación en servirlo, que toda la repugnancia que sienten en vencerse a sí mismo, les sería muy fácil ir contra ella, si supiesen cuántos gustos y contentamientos de espíritu pierden por no se esforzar en las tentaciones, las cuales en los flacos suelen impedir tanto bien y conocimiento de la suma bondad de Dios y descanso de esta trabajosa vida; pues vivir en ella sin gustar de Dios, no es vida, sino continua muerte.
27. Témome que el enemigo desinquiete algunos de vosotros, proponiéndoos cosas arduas y grandes de servicio de Dios, que haríades si en otras partes de las en que agora estáis os hallásedes. Todo esto ordena el demonio a este fin de desconsolaros, desinquietándoos que no hagáis fruto en vuestras ánimas ni en las de los prójimos en las partes donde al presente os halláis, dándoos a entender que perdéis el tiempo. Esta es una clara, manifiesta y común tentación a muchos que desean servir a Dios; a esta tentación os ruego mucho que resistáis, pues es tan dañosa a el espíritu y a la perfección, que impide no ir adelante, y hace tornar atrás con mucha sequedad y desconsolación de espíritu.
28. Por tanto, cada uno de vosotros, en las partes donde está, trabaje mucho de aprovechar a sí primero, y después a los otros, teniendo cierto para sí que en ninguna otra parte puede tanto servir a Dios como donde por obediencia se halla, confiando en Dios nuestro Señor que él dará asentir a vuestro superior, cuando fuere tiempo, que os mande por obediencia a las partes donde él más fuere servido; y de esta manera os aprovecharéis en vuestras almas viviendo consolados y ayudándoos mucho del tiempo, pues es cosa tan rica, sin ser de muchos conocida; pues sabéis cuán estrecha cuenta habéis de dar a Dios nuestro Señor de él. Porque así como en las partes donde os deseáis hallar, no hacéis ningún fruto, no estando en ellas, así de la misma manera en las partes donde estáis, ni a vosotros ni a otros aprovecháis, por tener los pensamientos y deseos ocupados en otras partes.
29. Los que estáis en ese colegio de Santa Fe, debéis mucho de os experimentar y ejercitar en conocer vuestras flaquezas, manifestándolas a las personas que os pueden ayudar y dar remedio en ellas, como son vuestros confesores, ya experimentados, o otras personas espirituales de la casa, para que, cuando del colegio saliéredes, sepáis curar primeramente a vosotros mismos, y después a los otros, por lo que la experiencia os enseñó y las personas que en espíritu os ayudaron.
Y sabed cierto que muchos géneros de tentaciones pasarán por vosotros, cuando anduviéredes solos o de dos en dos, puestos en muchas pruebas en tierra de infieles y en las tempestades de la mar, las cuales no tuvisteis el tiempo que estábades en el colegio; y si no salís muy ejercitados y experimentados en saber vencer los desordenados y propios afectos con grandes conocimientos de los engaños del enemigo, juzgad vosotros, hermanos, el peligro que corréis cuando os manifestáredes al mundo, el cual todo está fundado en maldad, cómo le resistiréis si no fuéredes muy humildes.
30. Vivo también con mucho temor que Lucifer, usando de sus muchos engaños, transfigurándose en ángel de luz [Ejercicios, segunda semana, regla 4], dé turbación a algunos de vosotros, representándoos las muchas mercedes que Dios nuestro Señor os tiene hechas, después que entrasteis en el colegio, en libraros de muchas miserias que por vosotros pasaron cuando en el mundo estábades, induciendo algunas falsas esperanzas para os sacar de él antes de tiempo, procediendo con vosotros que, hasta agora Dios nuestro Señor, en tan poco tiempo, estando en el colegio, os ha hecho tantas mercedes, que muchas más os hará, saliendo de él a hacer fruto en las almas, dándoos a entender que perdéis el tiempo.
31. A esta tentación podéis resistir en dos maneras: la primera, considerando mucho en vosotros mesmos que si los grandes pecadores que están en el mundo, estuviesen donde vosotros estáis, fuera de las ocasiones de pecar, y puestos en lugar para adquirir mucha perfección, cuán mudados serían de lo que son, y por ventura a muchos de vosotros confundirían.
Esto os digo, para que penséis que el carecer de las ocasiones para ofender a Dios, y los muchos medios y favores que en esa casa hay para gustar de Dios, son causa de no pecar gravemente, y los que no son en conocimiento de dónde les viene tanta misericordia, atribuyen a sí el bien espiritual que del recogimiento de la casa y de los espirituales, de ella les viene; y ansí descuidan de aprovechar en las cosas que parecen pequeñas, siendo ellas en sí grandes, y los que pasan por ellas, levemente pequeñas. La segunda es: remitir todos vuestros deseos, juicios y paresceres a vuestro superior, teniendo tanta fe, esperanza y confianza en Dios nuestro Señor, que él, por su misericordia, le dará a sentir acerca de vuestro bien espiritual lo que más os cumple.
32. Y no seáis importunos con vuestro rector, como hacen algunos, que importunan tanto a sus mayores, y los fuerzan tanto, que les vienen a mandar lo que les piden, siéndoles muy dañoso, y si no se lo conceden, dicen que viven muy desconsolados, no mirando los tristes que la desconsolación nace en ellos, y se acrecienta y aumenta en querer hacer su propia voluntad después de haberla negado en el voto de obediencia, haciendo de ella oblación totalmente a Dios nuestro Señor.
Estos tales, cuanto más trabajan de usar de su voluntad, tanto más viven desconsolados y desinquietos en sus conciencias; y así hay muchos inferiores que, por ser tan propietarios y amigos de sus juicios y pareceres, no tienen más obediencia voluntaria a sus mayores, sino en cuanto les mandan lo que ellos quieren.
33. Guardaos, por amor de Dios nuestro Señor, de ser vosotros del número de éstos. Por tanto, en los oficios de casa, que por obediencia os son dados por vuestro superior, trabajad con todas vuestras fuerzas, usando bien de la gracia que Dios nuestro Señor os da para vencer todas las tentaciones que el enemigo os trae, para que no os aprovechéis en tal oficio, dándoos a entender que en otro, más que en aquél, os podéis aprovechar, y lo mismo acostumbra hacer el enemigo con los que estudian.
34. Por servicio de Dios os ruego mucho, que en los oficios bajos y humildes trabajéis con todas vuestras fuerzas de confundir a el demonio más en vencer las tentaciones que os trae contra el oficio, que no en el trabajo corporal que ponéis en hacer lo que os es mandado; porque hay muchos que, puesto que sirvan bien los oficios corporalmente, no se aprovechan interiormente, por no se esforzar a vencer las tentaciones y turbaciones que el enemigo les trae contra el oficio que sirven, para que en él no se aprovechen; y estos tales viven casi siempre desconsolados y inquietos, sin se aprovechar en el espíritu. No se engañe ninguno pensando señalarse en cosas grandes, si primero en las cosas bajas no se señala.
35. Y creedme que hay mucha manera de fervores, y, por mejor decir, tentaciones, entre los cuales hay unos que se ocupan en imaginar modos y maneras, cómo, so color de piedad y celo de las almas; puedan huir una pequeña de cruz, por no negar su querer en hacer lo que por obediencia les es mandado, deseando tomar otra mayor, no mirando que quien no tiene virtud para lo poco, menos la tendrá para lo mucho; porque entrando en cosas difíciles y grandes con poca abnegación y fortaleza de espíritu, vienen en conocimiento de sus fervores cómo fueron tentaciones, hallándose flacos en ellos. Témome de lo que podría ser, que algunos vendrán de Coímbra con estos fervores, y en los tumultos de la mar se desearán por ventura más en la santa compañía de Coímbra que no en la nao; de manera que hay ciertos fervores que se acaban antes de llegar a la India.
36. Y los que llegan a ella, entrando en las adversidades grandes, andando entre infieles, si no tienen muchas raíces, apáganse los fervores, y, estando en la India, viven con deseos de Portugal. Así, de la misma manera, podría ser que algunos gustaron de la consolación de esa casa [Colegio de San Pablo, en Goa], y con muchos fervores salieron a otras partes a fructificar en las almas, y después que se hallaron donde deseaban, y sin fervores, viven por ventura con deseos de ese colegio. Ved en qué paran los fervores que salen antes de tiempo, cómo son peligrosos cuando no son bien fundados.
No os escribo estas cosas para impediros el ánimo a cosas muy arduas, señalándoos por grandes siervos de Dios, dejando memoria de vosotros para los que después de vuestros días vendrán; mas dígolas a este fin solamente para que en las cosas pequeñas os mostréis grandes, aprovechándoos mucho en el conocimiento de las tentaciones, en ver para cuánto sois, fortificándoos totalmente en Dios; y si en esto perseveráredes, no dudo sino que creceréis siempre en humildad y espíritu, y haréis mucho fruto en las almas, yendo quietos y seguros dondequiera que fuéredes.
37. Porque en razón está que los que en sí sienten mucho sus pasiones, y con gran diligencia las curan bien, que sentirán las de sus prójimos curándolas con caridad, acudiendo a ellos en sus necesidades, poniendo la vida por ellos; porque así como en sus ánimas se aprovecharon sintiendo e curando sus pasiones primero, sabrán curar y dar a sentir las ajenas, y por donde ellos vinieron a sentir la pasión de Cristo, serán instrumento para que otros la sientan, y por otra vía no veo manera, cómo los que en sí no las sientan, las den a sentir a los otros.
38. En el lugar de Paulo de Santa Fe [Kagoshima], nuestro buen y verdadero amigo, fuimos recebidos del capitán del lugar y del alcalde de la tierra con mucha benignidad y amor; y así de todo el pueblo, maravillándose mucho todos de ver padres de tierra de portugueses. No extrañaron ninguna cosa Paulo hacerse cristiano, mas antes la tienen en mucho, y huelgan todos con él, así sus parientes como los que no la son, por haber estado en la India y haber visto cosas que éstos de acá no vieron, y el duque de esta tierra [el daimyo, Shimazu Takahisa] holgó mucho con él, y le hizo mucha honra, y le preguntó muchas cosas acerca de las costumbres y valía de los portugueses; y Paulo le dio razón de todo, de que el duque mostró mucho contentamiento.
39. Cuando Paulo fue a hablar con el duque, el cual estaba cinco leguas de Cangoxima, llevó consigo una imagen de nuestra Señora muy devota, que traíamos con nosotros, y holgó a maravilla el duque cuando la vio, y se puso de rodillas delante de la imagen de Cristo nuestro Señor y de nuestra Señora, y la adoró con mucho acatamiento y reverencia [no en gestos propiamente religiosos, sino de extrema cortesía oriental], y mandó a todos los que con él estaban que hiciesen lo mismo; y después mostráronla a la madre del duque, la cual se espantó en verla, mostrando mucho placer.
Después que tornó Paulo a Cangoxima, donde nos estábamos, de ahí a pocos días mandó la madre del duque un hidalgo para dar orden cómo se pudiese hacer otra imagen como aquélla, y por no haber materiales en la tierra, se dejó de hacer. Mandó pedir esta señora que por escrito le mandásemos aquello en que los cristianos creen, y así Paulo se ocupó algunos días en lo hacer, y escribió muchas cosas de nuestra fe en su lengua.
40. Creed una cosa, y de ella dad muchas gracias a Dios, que se abre camino donde vuestros deseos se puedan ejecutar, y si nos supiéramos hablar, ya tuviéramos hecho mucho fruto. Diose Paulo tanta priesa con muchos de sus parientes y amigos, predicándoles de día y de noche, que fue causa por donde su madre, mujer y hija, y muchos de sus parientes, así hombres como mujeres y amigos se hiciesen cristianos; acá no extrañan hasta agora el hacerse cristianos, y, como grande parte de ellos saben leer y escrebir, presto aprenden las oraciones.
41. Placerá a Dios nuestro Señor darnos lenguas para poder hablar de las cosas de Dios, porque entonces haremos mucho fruto con su ayuda y gracia y favor. Agora somos entre ellos como unas estatuas, que hablan y platican de nos muchas cosas, y nosotros, por no entender la lengua, nos callamos; y agora nos cumple ser como niños en aprender la lengua, y pluguiese a Dios que en una simplicidad y pureza de ánimo los imitásemos. Forzado nos es tomar medios y disponernos a ser como ellos, así acerca de aprender la lengua, como acerca de imitar su simplicidad de los niños que carecen de malicia.
42. Y para esto hízonos Dios muy grandes y señaladas mercedes en traernos a estas partes de infieles, para que no descuidemos de nosotros, pues esta tierra es toda de idolatrías y enemigos de Cristo, y no tenemos en qué poder confiar ni esperar sino en Dios, por cuanto acá no tenemos parientes ni amigos ni conocidos, ni hay ninguna piedad cristiana, sino todos enemigos de aquel que hizo el cielo y la tierra; y por esta causa nos es forzado poner toda nuestra fe, esperanza y confianza en Cristo nuestro Señor, y no en criatura viva, pues por su infidelidad todos son enemigos de Dios.
En otras partes, donde nuestro Criador, Redentor y Señor es conocido, las criaturas suelen ser causa e impedimento para descuidar de Dios, como es amor de padre, madre, parientes, amigos y conocidos, y amor de la propia patria y tener lo necesario, así en salud como en las dolencias, teniendo bienes temporales o amigos espirituales que suplen en las necesidades corporales; y sobre todo lo que más nos fuerza a esperar en Dios, es carecer de personas que en espíritu nos ayuden; por manera que acá en tierras extrañas, donde Dios no es conocido, hácenos él tanta merced, que las criaturas nos fuerzan y ayudan a no descuidar de poner toda nuestra fe, esperanza y confianza en su divina bondad, por carecer ellas de todo amor de Dios y piedad cristiana.
43. En considerar esta gran merced que nuestro Señor nos hace con otras muchas, estamos confundidos en ver la misericordia tan manifiesta que usa con nosotros. Pensábamos nosotros hacerle algún servicio en venir a estas partes a acrecentar su santa fe, y agora por su bondad dionos claramente a conocer y sentir la merced que nos tiene hecha, tan inmensa, en traernos a Japán, librándonos del amor de muchas criaturas que nos impedían tener mayor fe, esperanza y confianza en él.
Juzgad vosotros agora si nos fuésemos los que deberíamos de ser, cuán descansada, consolada y toda llena de placer sería nuestra vida, esperando solamente en aquel de quien todo bien procede, y no engaña a los que en él confían, mas antes es más largo en dar, de la que son los hombres en pedir y esperar. Por amor de nuestro Señor que nos ayudéis a dar gracias de tan grandes mercedes, para que no caigamos en pecado de ingratitud; pues en los que desean servir a Dios, este pecado es causa por donde Dios nuestro Señor deja de hacer mayores mercedes de las que hace, por no ser en conocimiento de tanto bien, ayudándose de él.
44. También nos es necesario daros parte de otras mercedes que Dios nos hace, de las cuales nos da conocimiento por su misericordia, para que nos ayudéis a dar gracias a Dios siempre por ellas; y es que en las otras partes la abundancia de los mantenimientos corporales suelen ser causa y ocasión cómo los desordenados apetitos salen con la suya, quedando muchas veces desfavorecida la virtud de la abstinencia, de que los hombres, así en las almas como en los cuerpos, padecen notable detrimento.
De donde por la mayor parte nacen las enfermedades corporales y aun espirituales, y vienen los hombres a padecer muchos trabajos en tomar un medio; y antes de lo adquirir, muchos abrevian los días de la vida, padeciendo muchos géneros de tormento y dolor en sus cuerpos, tomando melecinas para convalecer, que dan más fastidio en las tomar, de lo que dieran gusto los manjares en el comer y beber: allende de estos trabajos, entran en otros mayores, que ponen sus vidas en poder de médicos, los cuales vienen a acertar en las curas, después de haber pasado muchos yerros por ellos.
45. Hízonos, Dios tanta merced en traernos a estas partes, las cuales carecen de estas abundancias, que, aunque quisiésemos dar estas superfluidades a el cuerpo, no lo sufre la tierra. No matan ni comen cosa que crían, algunas veces comen pescado y arroz y trigo, aunque poco. Hay muchas yerbas de que se mantienen y algunas frutas, aunque pocas. Vive la gente de esta tierra muy sana a maravilla, y hay muchos viejos. Bien se ve en los japanes cómo nuestra naturaleza con poco se sostiene, aunque no hay cosa que la contente. Vivimos en esta tierra muy sanos de los cuerpos. ¡Pluguiese a Dios que así nos fuese en las almas!
46. Casi nos es forzado haceros saber de una merced que nos va pareciendo que Dios nuestro Señor nos ha de hacer, para que con vuestros sacrificios y oraciones nos ayudéis a que no la desmerezcamos, y es, que grande parte de los japanes son bonzos, y éstos son muy obedecidos en la tierra donde están, aunque sus pecados son manifiestos a todos; y la causa por que son tenidos en mucho, me parece que es por el abstinencia grande que hacen, que nunca comen carne ni pescado, sino yerbas, fruta y arroz y esto una vez cada día y mucho por regla, y no les dan vino.
47. Son muchos bonzos, y las casas muy pobres de rentas. Por esta continua abstinencia que hacen, y porque no tienen conversación con mujeres, especialmente los que andan vestidos de negro como clérigos, so pena de perder la vida; y por saber contar algunas historias, o por mejor decir fábulas de las cosas en que creen, por esta causa me parece que los tienen en mucha veneración. Y no será mucho, por ser ellos y nosotros tan contrarios en las opiniones de sentir de Dios y de cómo se han de salvar las gentes, ser de ellos muy perseguidos, más que de palabras.
48. Nos, en estas partes, lo que pretendemos, es traer las gentes en conocimiento de su criador, redentor y salvador Jesucristo nuestro Señor. Vivimos con mucha confianza, esperando en él que nos ha de dar fuerzas, gracia, ayuda y favor para llevar esto adelante. La gente secular no me parece que nos ha de contradecir ni perseguir, cuanto es de su parte, salvo si no fuere por muchas importunaciones de los bonzos.
Nos no pretendemos diferencias con ellos, ni por su temor habernos de dejar de hablar de la gloria de Dios y de la salvación de las ánimas; y ellos no nos pueden hacer más mal de lo que Dios nuestro Señor les permitiere; y el mal que por su parte nos viniere, es merced que nuestro Señor nos hará, si por su amor y servicio y celo de las almas nos acortaren los días de la vida, siendo ellos instrumentos para que esta continua muerte en que vivimos se acabe, y nuestros deseos en breve se cumplan, yendo a reinar para siempre con Cristo. Nuestras intenciones son declarar y manifestar la verdad, por mucho que ellos nos contradigan, pues Dios nos obliga a que más amemos la salvación de nuestros prójimos que nuestras vidas corporales. Pretendemos, con ayuda. favor y gracia de nuestro Señor, de cumplir este precepto, dándonos él fuerzas interiores para lo manifestar entre tantas idolatrías como hay en Japán.
49. Vivimos con mucha esperanza que nos hará esta merced; por cuanto nos del todo desconfiamos de nuestras fuerzas; poniendo toda nuestra esperanza en Jesucristo nuestro Señor y en la sacratísima Virgen Santa María su madre, y en todos los nueve coros de los ángeles, tomando por particular valedor entre todos ellos a San Miguel arcángel, príncipe y defensor de toda la Iglesia militante, confiando mucho en aquel arcángel, al cual le es cometida en particular la guarda de este grande reino de Japán, encomendándonos todos los días especialmente a él, y juntamente con él a todos los otros ángeles custodios que tienen especial cuidado de rogar a Dios nuestro Señor por la conversión de los japanes, de los cuales son guarda, no dejando de invocar a todos aquellos santos beatos, que, viendo tanta perdición de almas, siempre suspiran por la salvación de tantas imágenes y semejanzas de Dios, confiando en gran manera que todos nuestros descuidos y faltas, de no nos encomendar como debemos a toda la corte celestial, suplirán los beatos de nuestra santa Compañía que allá están, representando siempre nuestros pobres deseos a la Santísima Trinidad.
50. Son, por la suma bondad de Dios nuestro Señor, más nuestras esperanzas de alcanzar victoria, con tanto favor y ayuda, de lo que son los impedimentos que el enemigo nos pone delante para tornar atrás, aunque no dejan de ser muchos y grandes; y no dudo sino que harían mucha impresión en nosotros, si algún fundamento hiciésemos en nuestro poder o saber.
Permite Dios nuestro Señor, por su grande misericordia, que tantos miedos, trabajos y peligros el enemigo nos ponga delante, por nos humillar y bajar, para que jamás confiemos en nuestras fuerzas y poder, sino solamente en él y en los que participan de su bondad. Bien nos muestra en esta parte su infinita clemencia y particular memoria que de nos tiene, dándonos a conocer y sentir dentro en nuestras almas cuán para poco somos, pues nos permite que seamos perseguidos de pequeños trabajos y pocos peligros, para que no descuidemos de él haciendo fundamento en nos; porque haciendo al contrario, las pequeñas tentaciones y persecuciones, en los que hacen algún fundamento en sí, son más trabajosas de espíritu y dificultosas de llevar adelante, de lo que son los muchos y grandes peligros y trabajos en los que, desconfiando totalmente de sí, confían grandemente en Dios.
51. Mucho nos cumple para nuestra consolación daros parte de un cuidado grande en que vivimos, para que con vuestros sacrificios y oraciones nos ayudéis; y es que, siendo a Dios nuestro Señor manifiestas todas nuestras continuas maldades y grandes pecados, vivimos con un debido temor que deje de nos hacer mercedes y dar gracia para comenzar a servirle con perseverancia hasta la fin, si no hubiere una gran enmienda en nosotros; y para esto nos es necesario tomar por intercesores en la tierra a todos los de la bendita Compañía del nombre de Jesús, con todos los devotos y amigos de ella, para que por su intercesión seamos presentados a la santa madre Iglesia universal, esposa de Cristo nuestro Señor y Redentor nuestro, en la cual firmemente y sin poder dudar creemos, y confiamos que partirá con nos de sus muchos e infinitos merecimientos.
52. Y también que por ella seamos presentados y encomendados a todos los beatos del cielo, especialmente a Jesucristo, su esposo, nuestro Redentor y Señor, y a la Santísima Virgen, su Madre, para que continuadamente nos encomienden a Dios Padre eterno, de quien todo bien nace y procede, rogándole que siempre nos guarde de le ofender, no cesando de hacernos continuas mercedes, no mirando a nuestras maldades, sino a su bondad infinita, pues por sólo su amor vinimos a estas partes, como él bien lo sabe, pues le son manifiestos todos nuestros corazones, intenciones y pobres deseos, que son de librar las almas, que ha más de 1.500 años que están en cautiverio de Lucifer haciéndose de ellas adorar como Dios en la tierra; pues en el cielo no fue poderoso para ello, y después de echado de él, véngase cuanto puede de muchos, y también de los tristes japanes.
53. Es bien que os demos parte de nuestra estada en Cangoxima. Nos llegamos a ella en tiempo que los vientos eran contrarios para ir a Meaco [Miyako, actual Kyoto], que es la principal ciudad de Japán, donde está el rey y los mayores señores del reino, y no hay viento que nos sirva para ir allá, sino de aquí a cinco meses; entonces con ayuda de Dios iremos. Hay de aquí a Meaco trescientas leguas. Grandes cosas nos dicen de aquella ciudad, afirmándonos que pasa de 90.000 casas, y que hay una grande universidad de estudiantes en ella, que tiene dentro cinco colegios principales, y más de 200 casas de bonzos y de los otros como frailes, que llaman Gixu [Jisha, siervo, clase inferior de bonzos], y de monjas, las cuales llama Amacata.
54. Fuera de esta universidad de Meaco hay otras cinco universidades principales, los nombres de las cuales son éstos: Coya, Negru, Fieson, Omy, estas cuatro están alrededor de Meaco y en cada una de las cuales nos dicen que hay más de 3.500 estudiantes [número exagerado; quizá responda al conjunto de los cinco centros citados].
Hay otra universidad muy lejos de Meaco, la cual se llama Bandu, que es la mayor y más principal de Japán, a la cual van más estudiantes que a otra ninguna. Bandu es una señoría muy grande, donde hay seis duques, y entre ellos hay un principal a el cual todos obedecen, y este principal tiene obediencia a el rey de ]apán. Dícennos tantas cosas de las grandezas de estas tierras y universidades que, para las poder afirmar y escribir por verdaderas, holgaríamos primero de las ver; y si así es como nos dicen, después que tengamos experiencia, os las escribiremos muy particularmente.
55. Afuera de estas universidades principales, nos dicen que hay otras muchas pequeñas por el reino. Después de vista la disposición del fruto que en las almas puede hacer en estas partes, no será mucho escribir a todas las principales universidades de la cristiandad para descargo de nuestras conciencias, encargando las suyas, pues con sus muchas virtudes y letras pueden curar tanto mal, convirtiendo tanta infedelidad en conocimiento de su Criador, Redentor y Salvador.
56. A ellos escribiremos como a nuestros mayores y padres, deseando que nos tengan por mínimos hijos, del fruto que con su favor y ayuda se puede hacer, para que los que no pudieren acá venir, favorezcan a los que se ofrecieren por gloria de Dios y salvación de las almas, a participar de mayores consolaciones y contentamientos espirituales de los que allá por ventura tienen.
Y si la disposición de estas partes fuera tan grande como nos va pareciendo, no dejaremos de dar parte a su Santidad, pues es vicario de Cristo en la tierra y pastor de los que en él creen, y también de los que están dispuestos para venir en conocimiento de su Redentor y Salvador ya ser de su jurisdicción espiritual, no olvidando de escrebir a todos los devotos y benditos frailes que viven con muchos santos deseos de glorificar a Jesucristo en las almas que no lo conocen, y por muchos que vengan, sobra lugar en este grande reino para cumplir sus deseos, y en otro mayor, que es el de la China, al cual se puede ir seguramente sin recebir maltratamiento de los chinas, llevando salvoconducto del rey de Japán, el cual confiamos en Dios que será nuestro amigo, y que fácilmente se alcanzará de él este seguro.
57. Porque os hago saber que el rey de Japán es amigo del rey de China, y tiene su sello en señal de amistad para poder dar seguro a los que allá van. Navegan muchos navíos de Japán a la China, la cual es una traviesa que en diez o doce días se puede navegar. Vivimos con mucha esperanza que si Dios nuestro Señor nos diere diez años de vida, que veremos en estas partes grandes cosas por los que de allá vinieren y por los que Dios en estas partes moverá a que vengan en su verdadero conocimiento. Por todo el año de 1551 esperamos de os escribir, muy menudamente toda la disposición que hay en Meaco y en las universidades para ser Jesucristo nuestro Señor en ellas conocido. Este año van dos bonzos a la India, los cuales estuvieron en las universidades de Bandu y Meaco, y con ellos muchos japanes [de hecho, llegaron cuatro a Malaca] a aprender las cosas de nuestra ley.
58. Día de San Miguel hablamos con el duque de esta tierra y nos hizo mucha honra, diciendo que guardásemos muy bien los libros en que estaba escrita la ley de los Cristianos, diciendo que, si era la ley de Jesucristo verdadera y buena, que le había de pesar mucho al demonio con ella. De ahí a pocos días dio licencia a sus vasallos, para que todos los que quisiesen ser cristianos, que lo fuesen. Estas tan buenas nuevas os escribo en el fin de la carta para vuestra consolación, y para que deis gracias a Dios nuestro Señor. Paréceme que este invierno nos ocuparemos en hacer una declaración sobre los artículos de la fe en lengua de Japán, algún tanto copiosa para hacerla imprimir, pues toda la gente principal sabe leer y escrebir, para que se extienda nuestra santa fe por muchas partes, pues a todas no podemos acudir.
59. Paulo, nuestro carísimo hermano, trasladará en su lengua fielmente todo lo que es necesario para la salvación de sus almas. Agora os cumple, pues tanta disposición se descubre, que todos vuestros deseos sean primero de manifestaros por grandes siervos de Dios en el cielo, lo cual haréis siendo en este mundo, interiormente humildes en vuestras almas y vidas, dejando todo el cuidado a Dios, que él os acreditará con los prójimos en la tierra; y si lo dejare de hacer, será por ver el peligro que corréis, atribuyendo a vosotros lo que es de Dios.
Vivo muy consolado en me parecer que tantas cosas interiores de reprender veréis siempre en vosotros, que vendréis en un grande aborrecimiento de todo amor propio y desordenado; y juntamente en tanta perfección, que el mundo no hallará con razón qué reprender en vosotros; y de esta manera sus alabanzas os serán una cruz trabajosa en las oír, viendo claramente vuestras faltas en ellos.
60. Así acabo sin poder acabar de escribir el grande amor que os tengo a todos en general y en particular; y si los corazones de los que en Cristo se aman, se pudiesen ver en esta presente vida, creed, hermanos míos carísimos, que en el mío os veríades claramente; y si no os conociésedes, mirándoos en él, sería porque os tengo en tanta estima, e vosotros por vuestras virtudes teneros en tanto desprecio, que por vuestra humildad dejaríades de os ver y conocer en él, y no porque vuestras imágenes no estén imprimidas en mi alma y corazón.
Ruégoos mucho que entre vosotros haya un verdadero amor, no dejando nacer amarguras de ánimo. Convertid parte de vuestros fervores en amaros los unos a los otros, y parte de los deseos de padecer por Cristo en padecer por su amor, venciendo en vosotros todas las repugnancias que no dejan crescer este amor, pues sabéis que dijo Cristo que en esto conosce a los suyos, si se amaren los unos a los otros [Jn 13,35]. Dios nuestro Señor nos dé a sentir dentro en nuestras almas su santísima voluntad, y gracia para perfectamente cumplirla.
De Cangoxima, a cinco de noviembre de 1549 años.
Vuestro todo en Cristo hermano carísimo,
Francisco.
Doc. 96
A sus compañeros de Europa
Cochín 29 de enero 1552
IHS
La gracia del Espíritu Santo sea siempre en nuestras almas. Amén.
1. En el año 1549, a veinte de agosto [error del copista: el 15 de agosto, Asunción de la Virgen], llegamos a Japón todos con paz y salud, desembarcando en Cangoxima, que es un lugar de donde eran naturales los japones que nosotros llevábamos [Pablo, Juan y Antonio]. Fuimos recibidos de la gente de la tierra muy benignamente, principalmente de los parientes de Paulo, japón, los cuales quiso Dios nuestro Señor viniesen en conocimiento de la verdad, y así cerca de ciento se hicieron cristianos, en el tiempo que estuvimos en Cangoxima. Holgaron los gentiles de oír la ley de Dios, por ser cosa que nunca oyeron, ni jamás tuvieron conocimiento de ella.
2. Esta tierra de Japón es muy grande en extremo: son islas. En toda esta tierra no hay más que una lengua, y ésta no es muy difícil de tomar. Hace ocho o nueve años que fueron descubiertas estas islas de Japón por los portugueses [islas Ryukyu]. Son los japones gente de mucha opinión, en parecerles que en armas y caballerías no hay otros como ellos. Gente es que tiene en poco a toda otra gente extranjera. Aprecian mucho las armas, tiénenlas en muy grande estima, y de ninguna cosa tanto se precian, como de tener buenas armas, muy bien guarnecidas de oro y plata. Continuadamente traen espadas y puñales en casa y fuera de casa y, cuando duermen, las tienen a la cabecera.
3. Confían más en las armas que cuanta gente tengo vista en mi vida. Son muy grandes flecheros; pelean a pie, aunque haya caballos en la tierra. Es gente de grande cortesía entre ellos, aunque con extranjeros no usan aquellas cortesías, porque los tienen en poco. En vestidos, armas y criados gastan todo cuanto tienen, sin guardar tesoros. Son muy belicosos y viven siempre en guerras, y quien más puede, es mayor señor. Es gente que tiene un solo rey; pero hay más de ciento cincuenta años que no le obedecen, y por esta causa continúan las guerras entre ellos.
4. Hay en la tierra grande número de hombres y mujeres que hacen profesión de religión. Los hombres se llaman entre ellos bonzos y de éstos hay de muchas maneras: unos de hábitos pardos, y otros de hábitos negros; y entre ellos hay poca amistad, porque los bonzos de los hábitos negros quieren grande mal a los de los hábitos pardos, diciendo que los de los hábitos pardos saben poco y viven mal. Entre las mujeres hay unas bonzas de hábitos pardos y otras de hábitos negros; las de los hábitos pardos están a obediencia de los bonzos del mismo hábito; y las del hábito negro, a obediencia de los bonzos del mismo hábito. De estos bonzos y bonzas hay grandísimo número en Japón, cosa para no poderse creer, sino quien lo viere.
5. Afirmáronme personas de mucha verdad, que hay un duque en Japón, en cuyas tierras hay ochocientos monasterios de frailes y monjas, y cada uno de éstos no tiene menos de treinta personas; y que además de estos ochocientos monasterios, hay otros de cuatro, seis, ocho personas. Yo por lo mucho que tengo visto de Japón, creo ser así. La doctrina de las sectas que ellos creen, vino de una tierra firme que está cerca de Japón, la cual se llama China. Tienen ellos escrituras de hombres que hicieron grandes penitencias, a saber, de mil, dos mil, tres mil años de penitencia, cuyos nombres son Xaca [Shaka, Sakyamuni, o sea Buda] y Ameda [Amida, Buda supremo, del que proceden todos los Budas, no persona humana histórica], y otros muchos; pero los más principales son Xaca y Ameda.
6. Hay nueve maneras de doctrinas, diferentes unas de las otras; y así hombres como mujeres, cada uno según su voluntad, escoge la doctrina que quiere, y a ninguno fuerzan que sea más de una secta que de otra; de manera que hay casas en que el marido es de una secta, y la mujer de otra, y los hijos de otra; y esto no se extraña entre ellos, porque cada uno escoge de su voluntad. Hay diferencias entre ellos y porfías en parecerles que unas son mejores que otras, y sobre esto muchas veces hay guerras.
7. Ninguna de estas nueve sectas hablan de la creación del mundo ni de las almas. Todos dicen que hay infierno y paraíso; pero ninguno declara qué cosa es paraíso, ni menos por cuya ordenación y mandato van las almas al infierno. Solamente tratan estas sectas que los hombres que las hicieron, fueron de grandes penitencias, a saber, de mil y dos mil y tres mil años; y que estas penitencias que hicieron, era habiendo respeto a la perdición de mucha gente que no hacía ninguna penitencia de sus pecados; y que por respeto de éstos, ellos hacían tanta penitencia, para que les quedase algún remedio.
8. Lo principal de estas sectas es decir ellos que todos aquellos que no hicieron penitencia de sus pecados, si llamaren por estos fundadores de estas sectas, que ellos los librarán de todos los trabajos, aunque no hagan penitencia; y esto, si con grande fe, sin poner ninguna duda, llamaren por ellos, poniendo toda su esperanza y confianza, hasta prometerles que, aunque estén en el infierno, si llamaren por ellos, los librarán. Hay en estas sectas muchas fábulas de milagros que hicieron los fundadores de ellas, que serían largas de contar, y por eso las dejo de escribir.
9. Entre estas sectas hay unas que ponen trescientos mandamientos y quinientos, y otras así; convienen todas en decir que cinco mandamientos son necesarios. El primero es, no matar ni comer cosa que padezca muerte; el segundo, no hurtar; el tercero es, no fornicar; el cuarto, no mentir; el quinto, no beber vino. Todas las sectas tienen estos mandamientos. Los bonzos y las bonzas, declarando estas sectas al pueblo, les persuadieron que ellos no podían guardar estos cinco mandamientos, porque eran hombres que conversaban con el mundo, y que no los podían guardar.
10. Y que para esto, ellos querían tomar sobre sí el mal que les viniese de no guardar estos cinco mandamientos, con esta condición, que el pueblo les diese casas y monasterios y rentas y dinero para sus necesidades y, sobre todo, que los acatasen y honrasen mucho; y que si esto hiciesen, que ellos guardarían los mandamientos por ellos. Y así los grandes y el pueblo, por usar de la libertad para pecar, concedieron a los bonzos y a las bonzas lo que pidieron; y así en Japón son muy acatados estos sus padres y las bonzas. Tiene para sí el pueblo por muy cierto, que estos bonzos y monjas tienen poder para sacar las almas que van al infierno, por cuanto se obligaron, por respeto de ellos, a guardar los mandamientos y hacer otras oraciones.
11. Esta manera de padres predican al pueblo ciertos días. En todas sus predicaciones el principal punto que predican, es que no duden por ninguna cosa, aunque tengan hechos muchos pecados y los hagan, sino que aquel santo de la ley que escogieron, los librará del infierno, aunque allá vayan, si los bonzos rogaren por ellos, por cuanto guardan los cinco mandamientos: y estos bonzos predican al pueblo de sí mismos que son santos; porque guardan los cinco mandamientos; y más predican, que los pobres no tienen ningún remedio, para salir del infierno, por cuanto no tienen limosna para dar a los bonzos.
12. Predican más, que las mujeres que no guardan estos cinco mandamientos, no tienen ningún remedio para salir del infierno; y dan por razón que cada mujer tiene más pecados de los que tienen todos los hombres del mundo, por causa de la purgación, diciendo que cosa tan sucia como mujer dificultosamente se puede salvar, pero vienen por último a decir que si las mujeres hiciesen muchas limosnas, más que los hombres, que siempre les queda remedio para salir del infierno. Más predican, que las personas que a los bonzos en esta vida dieren mucho dinero, que allá en el. otro mundo por uno les darán diez, y en la misma moneda de dinero, para las necesidades que allá tuvieren en el otro mundo. Y hay muchas personas, así hombres como mujeres, que tienen dado a los bonzos mucho dinero, para que en el otro mundo les sea pagado; y los bonzos dan de esto conocimiento a los hombres y mujeres, de quienes reciben el dinero, para pagarlo en el otro mundo.
Tiene para sí el pueblo que da este dinero a los bonzos, la oncena y reciben escritura; y cuando mueren, se mandan enterrar con ese pagaré, diciendo que el diablo huye de ese escrito. Engaños predican estos bonzos que es penoso escribir. Ellos nunca hacen limosna, mas quieren que todos se las hagan a ellos. Tienen hábitos, modos y maneras para sacar dinero de las gentes, los cuales dejo de escribir, por evitar prolijidad. Grande pena es ver el pueblo cuánto crédito da a las cosas de éstos, y el grande acatamiento que les tienen.
13. Ahora diré lo que nos sucedió en Japón. Primeramente llegamos a la tierra de Paulo, como arriba dije, que se llama Cangoxima, donde, por las muchas predicaciones que Paulo predicó a sus parientes, se hicieron cerca de cien cristianos; y se hicieran casi todos los de la tierra, si los padres de la tierra no les fueran a la mano. En el dicho lugar estuvimos más de un año.
Dijeron estos bonzos al señor de la tierra [Shimazu Takahisa], que es un duque de muchas tierras, que si él consintiese que sus vasallos tomasen la ley de Dios, que se perdería la tierra, y quedarían sus pagodas destruidas y desacatadas de la gente, porque la ley de Dios era contraria a sus leyes y las gentes que tomasen la ley de Dios, perderían la devoción que tenían primero a los santos que hicieron sus leyes.
Acabaron los bonzos con el duque de la tierra que mandase que, so pena de muerte, ninguno se hiciese cristiano; y así lo mandó el duque que ninguno se hiciese de la ley de Dios. En este año que estuvimos en el lugar de Paulo, nos ocupamos en doctrinar a los cristianos, en aprender la lengua, y en sacar muchas cosas de la ley de Dios en lengua de Japón, a saber, acerca de la creación del mundo, con toda la brevedad, declarando lo que era necesario que supieran ellos, cómo hay un Creador, de todas las cosas, del cual ellos no tenían ningún conocimiento, con otras cosas necesarias, hasta venir a la encarnación de Cristo, tratando la vida de Cristo, por todos los misterios hasta la ascensión, y una declaración del día del juicio; el cual libro, con mucho trabajo, lo pusimos en lengua de Japón y lo escribimos en letra nuestra; y por él leíamos a los que se hacían cristianos, para que supiesen cómo habían de adorar a Dios y a Jesucristo, para haberse de salvar.
Holgaban mucho los cristianos y los que no eran cristianos, de oír estas cosas, por parecerles que ésta era la verdad, porque los japones son hombres de muy singulares ingenios, y muy obedientes a razón; y si dejaban de hacerse cristianos, era por temor del señor de la tierra, y no porque no conocían que la ley de Dios era verdadera y sus leyes falsas.
14. Pasado el año, visto que el señor de la tierra no era contento que la ley de Dios fuese en crecimiento, nos fuimos para otra tierra, y nos despedimos de los cristianos, los cuales con muchas lágrimas se despidieron de nosotros, por el muy grande amor que nos tenían, dándonos muchas gracias del trabajo que llevamos en enseñarles de qué manera se habían de salvar. Quedó con estos cristianos Paulo, natural de la tierra, muy buen cristiano, para doctrinarlos y enseñarlos.
De ahí fuimos a otra tierra [Hirado], donde el señor de ella nos recibió con mucho placer, y estando ahí algunos días [dos meses], se hicieron cerca de cien personas cristianas. A este tiempo ya uno de nosotros sabía hablar japón [Juan Fernández, coadjutor], y leyendo por el libro que sacamos en lengua de Japón, con otras pláticas que hacíamos, se hacían muchos cristianos. En este lugar quedó el padre Cosme de Torres [con Juan, Antonio y Amador], con los cristianos que se hacían.
Juan Fernández y yo [con el cristiano japonés Bernardo] fuimos a una tierra de un grande señor de Japón [Ouchi Yoshitaka, el príncipe más poderoso], la cual por nombre se llama Amanguche [Yamaguchi]. Es ciudad de más de diez mil vecinos, las casas todas de madera. En esta ciudad había muchos hidalgos y otra gente muy deseosa de saber qué ley era la que nosotros predicábamos. Así determinamos predicar por muchos días por las calles, cada día dos veces, leyendo por el libro que llevábamos, haciendo algunas pláticas conforme a lo que por el libro leíamos.
Era mucha la gente que acudía a las predicaciones. Eramos llamados a casas de grandes hidalgos, para preguntarnos qué ley era aquella que predicábamos, diciéndonos que si fuese mejor que la suya de ellos, que la tomarían. Muchos mostraban contentamiento en oír la ley de Dios, otros hacían burla de ella, a otros les pesaba. Cuando íbamos por las calles, los niños y otra gente nos perseguía, haciendo escarnio de nosotros, diciendo: «Estos son los que dicen que hemos de adorar a Dios para salvarnos, y que ningún otro nos puede salvar sino el Criador de todas las cosas». Otros decían: «Estos son los que predican que un hombre no ha de tener más que una mujer». Otros decían: «Estos son los que prohiben el pecado de la sodomía», por ser muy general entre ellos; y así nombraban los otros mandamientos de nuestra ley, y esto por hacer escarnio de nosotros.
Después de haber pasado muchos días en este ejercicio de predicar, así por las casas como por las calles, nos mandó llamar el duque de Amanguche, que estaba en la misma ciudad, y nos preguntó muchas cosas. Preguntándonos de dónde éramos, y por qué razón fuimos a Japón; nosotros le respondimos que éramos mandados a Japón a predicar la ley de Dios, por cuanto ninguno se puede salvar sin adorar a Dios y creer en Jesucristo, salvador de todas las gentes. Entonces nos mandó que le declarásemos la ley de Dios, y así le leímos mucha parte del libro, y estuvo muy atento todo el tiempo que leímos, que sería más de una hora, y así nos despidió. En esta ciudad perseveramos muchos días en predicar por las calles y casas; muchos holgaban de oír la vida de Cristo y lloraban cuando veníamos al paso de la Pasión.
15. Hacíanse pocos cristianos. Determinamos, visto el poco fruto que se hacía, de ir a una ciudad, la más principal de todo Japón, la cual por nombre se llama Miaco [Miyako]. Estuvimos en el camino dos meses. Pasamos muchos peligros en el camino, por causa de las muchas guerras que había por los lugares por donde íbamos. No hablo de los grandes fríos que en aquellas partes de Miaco hace, y de los muchos ladrones que hay por el camino. Llegados a Miaco, estuvimos algunos días. Trabajamos por hablar con el rey, para pedirle licencia para en su reino predicar la ley de Dios. No pudimos hablar con él. Y después que tuvimos información que no es obedecido de los suyos, dejamos de insistir en pedirle la licencia, para predicar en su reino. Miramos si había disposición en aquellas partes para manifestar la ley de Dios. Hallamos que se esperaba mucha guerra, y que la tierra no estaba en disposición.
Esta ciudad de Miaco fue muy grandísima; ahora, por causa de las guerras, está muy destruida. Dicen muchos que antiguamente había ciento y ochenta mil casas, y paréceme (según el sitio de ella era muy grande) que sería verdad. Está ahora muy destruida y quemada; pero todavía me parece que habrá más de cien mil casas.
16. Visto que la tierra no estaba pacífica para manifestarse la ley de Dios, tornamos otra vez a Amanguche, y dimos al duque de Amanguche unas cartas que llevábamos del gobernador [Garcías de Sá] y obispo [Juan de Alburquerque], con un presente que le mandaba en señal de amistad. Holgó mucho este duque, así con el presente como con la carta.
Ofreciónos muchas cosas, mas no quisimos aceptar ninguna, aunque nos daba mucho oro y plata. Nosotros entonces le pedimos que, si alguna merced nos quería hacer, que nosotros no queríamos otra de él, más que diese licencia en sus tierras para predicar la ley de Dios, y para los que quisiesen tomarla, la tomasen. El, con mucho amor, nos dio esta licencia, y así mandó por las calles de la ciudad poner escritos en su nombre, que él holgaba que la ley de Dios se predicase en sus tierras, y que él daba licencia, que los que quisiesen tomarla, la tomasen. Con esto juntamente nos dio un monasterio, a manera de colegio, para estarnos en él.
Estando en este monasterio, venían muchas personas a oír la predicación de la ley de Dios, que ordinariamente predicábamos cada día dos veces. Al cabo de la predicación siempre había disputas que duraban mucho. Continuadamente éramos ocupados en responder a las preguntas, o en predicar. Venían a estas predicaciones muchos padres y monjas, hidalgos y otra mucha gente; casi siempre estaba la casa llena, y muchas veces no cabían en ella.
Fueron tantas las preguntas que nos hicieron, que por las respuestas que les dábamos conocían las leyes de los santos en que creían ser falsas, y la de Dios verdadera. Perseveraron muchos días en estas preguntas y disputas; y después de pasados muchos días, comenzaron a hacerse cristianos; y los primeros que se hicieron, fueron aquellos que más enemigos nuestros se mostraron, así en las predicaciones como en las disputas.
17. Éstos que se hacían cristianos, muchos de ellos eran hidalgos; y después de hechos cristianos, eran tan amigos nuestros, que no lo podría acabar de escribir. Yasí nos declaraban muy fielmente todo aquello que tienen los gentiles en sus leyes; porque, como dije en el principio, son nueve leyes, unas de otras diferentes. Después de tener verdadera noticia de lo que tienen ellos en sus leyes, buscamos razones para probar ser falsas, de manera que cada día les hacíamos nosotros preguntas sobre sus leyes y argumentos, a que ellos no sabían responder, así los bonzos como las monjas, hechiceros y otra gente que no estaba bien con la ley de Dios. Los cristianos, como veían que los bonzos no sabían responder, holgaban mucho y crecían cada día en tener más fe en Dios; y los que eran gentiles, que estaban presentes a las disputas, perdían el crédito de las sectas erróneas en que creían.
18. De esto les pesaba mucho a los bonzos, viendo que muchos se hacían cristianos; por lo que los dichos bonzos reprendían a los que se hacían cristianos, diciéndoles cómo dejaban las leyes que ellos tenían y tomaban la de Dios. Respondíanles los cristianos, y los otros que estaban para serlo, que, si ellos se hacían cristianos, era por parecerles que la ley de Dios es más llegada a razón que sus leyes; y también porque veían que nosotros respondíamos a las preguntas que ellos nos hacían, y ellos no sabían responder a las que nosotros les hacíamos contra sus leyes.
Los japones en las doctrinas de sus sectas no tienen ningún conocimiento (como arriba se dijo) de la creación del mundo, del sol, luna, estrellas, cielo, tierra y mar, y así de todas las otras cosas. Paréceles a ellos que aquello no tiene principio. Lo que más sentían, era oírnos decir que las almas tenían un criador que las creaba.
19. De esto se espantaban mucho todos en general, pareciéndoles que, pues en la doctrina de sus santos no hacían mención de este Criador, que no podía haber un Criador de todas las cosas; y más, si todas las cosas del mundo tuvieran principio, que la gente de la China supiera esto, de dónde les vienen las leyes que tienen. Tienen ellos para sí que los chinos son muy sabedores, así de las cosas del otro mundo, como de la gobernación de la república.
Muchas cosas nos preguntaron acerca de este principio que crió todas las cosas, a saber, si era bueno o malo, y si había un principio de todas las cosas buenas y malas. Dijímosles que había un solo principio, y que éste era bueno, sin participar de ningún mal.
20. Parecióles que esto no podía ser, porque ellos tienen que hay demonios, y que éstos son malos y enemigos de la generación humana; y que si Dios fuera bueno, no criara cosas tan malas. A lo que les respondimos que Dios los criara buenos, y ellos se hicieron malos, y por eso los castigara Dios y su castigo no tenía fin.
A lo que decían ellos que Dios no era misericordioso, pues tan cruel era en castigar. Más decían, que si era verdad que Dios criara el género humano (como nosotros decíamos), que por qué causa permitía que los demonios, siendo tan malos, nos tentasen, pues Dios criara los hombres, para que lo sirviesen (así como nosotros decíamos); y que si Dios fuera bueno, no criara los hombres con tantas flaquezas e inclinaciones a pecados, mas los criara sin ningún mal, y que este principio no podía ser bueno, pues él hizo el infierno, cosa tan mala como es, y no tiene piedad con los que allá van, pues para siempre han de estar (según nosotros decíamos); y que si Dios fuera bueno, no diera los diez mandamientos que dio, pues eran tan difíciles para guardar.
21. Y porque en sus doctrinas tienen que, aunque estén en el infierno, si llamaren por los fundadores de las sectas, serán libres de allá, mucho y muy mal les parecía de Dios, que los hombres que van al infierno, no tuvieran ninguna redención, diciendo que sus leyes eran más fundadas en piedad, de lo que era la ley de Dios. A todas estas preguntas, que fueron a los principios, por sola la gracia de Dios nuestro Señor satisficimos, de manera que quedaban satisfechos.
Y para mayor manifestación de la misericordia de Dios, son los japones más sujetos a razón, de lo que nunca jamás vi gente infiel. Son tan curiosos e importunos en preguntar, tan deseosos de saber, que nunca acaban de preguntar y de hablar a los otros las cosas que les respondemos a sus preguntas. No sabían ellos que el mundo era redondo, ni sabían el curso del sol; preguntando ellos por estas cosas y por otras, como por los cometas, relámpagos, lluvia y nieve, y otras semejantes; a lo que respondiendo nosotros y declarándolas, quedaban muy contentos y satisfechos, teniéndonos por hombres doctos, lo que ayudó un poco para dar crédito a nuestras palabras. Ellos siempre platicaban de sus leyes, cuál de ellas era la mejor. Después que nosotros fuimos allá, dejaban de platicar de las propias leyes, y platicaban de la ley de Dios. Era cosa para no poderse creer, ver en una ciudad tan grande cómo por todas las casas se platicaba de la ley de Dios. Escribir el número de preguntas que nos hacían, sería nunca acabar.
22. Entre las nueve sectas hay una [alude a la secta Zen] que dice que las almas de los hombres son mortales, así como son las de los animales. A todos los otros que no son de esta ley, les parece que es ésta muy ruin secta. Son los de esta secta malos; no tienen paciencia para oír decir que hay infierno.
En esta ciudad de Amanguche, en espacio de dos meses, después de pasadas muchas preguntas, se bautizaron quinientas personas, poco más o menos, y cada día se bautizan, por la gracia de Dios. Muchos nos descubren los engaños de los bonzos y de sus sectas; y si no fuera por ellos, no estuviéramos al cabo de las idolatrías de Japón. Grande en extremo es el amor que nos tienen los que se hacen cristianos, y creed que son cristianos de verdad.
23. Estos de Amanguche, antes que se bautizasen, tuvieron una grande duda contra la suma bondad de Dios, diciendo que no era misericordioso, pues no se manifestara a ellos primero que nosotros allá fuésemos; si era verdad (como nosotros decíamos) que los que no adoraban a Dios, todos iban al infierno, que Dios no tuvo piedad de sus antepasados, pues los dejó ir al infierno, sin darles conocimiento de sí.
24. Esta fue una de las grandes dudas que tuvieron para no adorar a Dios. Plugo a nuestro Señor de hacerlos capaces de la verdad y librarlos de la duda en que estaban. Dímosles nosotros razón por donde les probamos que la ley de Dios era la primera de todas, diciéndoles que, antes que las leyes de la China viniesen a Japón; los japones sabían que matar, hurtar, levantar falso testimonio y obrar contra los otros diez mandamientos era mal, y tenían remordimientos de conciencia en señal del mal que hacían, porque apartarse del mal y hacer bien, estaba escrito en el corazón de los hombres; y así los mandamientos de Dios los sabían las gentes sin que otro ninguno se lo enseñara, sino el Criador de todas las gentes.
25. Y que si en esto ponían alguna duda, lo experimentasen tomando a un hombre que fue criado en un monte, sin tener noticia de las leyes que vinieron de la China: ni saber leer ni escribir, y preguntasen a este hombre criado en el bosque, si matar, hurtar, y hacer contra los diez mandamientos era pecado o no; si guardarlos era bien o no. Por la respuesta que éste daría, siendo tan bárbaro, sin enseñársela otra gente, verían cómo aquel tal sabía la ley de Dios. Pues ¿quién enseñó a éste el bien y el mal sino Dios que lo crió? Y si en los bárbaros hay este conocimiento, ¿qué será en la gente discreta? De manera que antes que hubiese ley escrita, estaba la ley de Dios, escrita en los corazones de los hombres. Cuadróles tanto esta razón a todos, que quedaron muy satisfechos. Sacarlos de esta duda fue grande ayuda para que se hicieran cristianos.
26. Los bonzos están mal con nosotros, porque les descubrimos sus mentiras. Ellos (como ya arriba dije) persuadían al pueblo que no podían guardar los cinco mandamientos, y que ellos se obligaban a guardarlos por ellos, con tal que los honrasen y les diesen lo necesario; y que ellos se obligaban a sacarlos del infierno. Nosotros les probamos que los que van al infierno, no pueden ser sacados por los bonzos y las bonzas, con las cuales razones les pareció ser así, como nosotros decíamos, diciendo que hasta ahora los bonzos los engañaran. Quiso Dios por su misericordia, que hasta los bonzos dijeran que era verdad que ellos no podían sacar las almas de los que iban al infierno; pero que si aquello no predicasen, que no tendrían ni qué comer ni qué vestir.
Andando el tiempo, comenzaron a faltar las limosnas de sus devotos, y ellos a padecer necesidades y deshonras. Sobre este infierno fueron todas las discordias entre los bonzos y nosotros. Paréceme que tarde seremos amigos. Hay entre estos bonzos muchos que se salen y se hacen legos, los cuales descubren las maldades de los que viven en los monasterios, por lo que los bonzos y las bonzas de Amanguche en grande manera van perdiendo el crédito. Los cristianos me dijeron que de cien monasterios de frailes y monjas que en el lugar había, antes de muchos años se despoblarían, por faltarles las limosnas.
27. Antiguamente a los bonzos y bonzas que no guardaban los cinco mandamientos, matábanlos, cortábanles las cabezas los señores de la tierra, a saber, por fornicar, comer cosa que padezca muerte, o matar, hurtar, mentir y beber vino. Ahora ya la letra entre ellos va muy corrompida, porque públicamente bonzos y bonzas beben vino, comen pez escondidamente, verdad no sé cuando la hablan, fornican públicamente, sin tener ninguna vergüenza; todos tienen mozos con quienes pecan y así lo confiesan, diciendo que no es pecado. El pueblo así lo hace, tomando de ellos ejemplo, diciendo que, si los bonzos lo hacen, también lo harán ellos, que son hombres del mundo.
28. Mujeres hay muchas dentro en los monasterios. Dicen los bonzos que son mujeres de sus criados que labran las tierras de los monasterios. De esto juzga mal el pueblo, pareciéndoles mal tanta conversación. Las monjas son muy visitadas de los bonzos, a todas las horas del día; también las monjas visitan los monasterios de los bonzos. Todo esto parece muy mal al pueblo. Dicen generalmente todos que hay una hierba que comen las bonzas para no poder concebir y otra para echar luego la criatura si quedan preñadas. Yo no me espanto de los pecados que hay entre los bonzos y bonzas, aunque haya muchos en cantidad; porque gente que, dejando de adorar a Dios, adora al demonio, teniéndolo por su señor, no puede dejar de hacer pecados enormes. Antes me espanto que no hagan más de lo que hacen.
29. Todos los japones, así los bonzos como el pueblo, rezan por cuentas; el número de ellas son más de ciento y ochenta. Cuando rezan continuadamente, nombran en cada cuenta al fundador de la secta que tienen. Unos tienen por devoción pasar muchas veces las cuentas, y otros menos. Los principales de todos estos fundadores son dos, como arriba se dijo, a saber Xaca y Ameda. Las bonzas y bonzos de hábitos pardos, todos tienen a Ameda; y la mayor parte del pueblo de Japón adoran a Ameda. Las bonzas y bonzos de hábitos negros, aunque adoren a Ameda, muchos de ellos adoran principalmente a Xaca, y a otros muchos.
30. Procuré de saber si este Ameda y Xaca fueron hombres filósofos. Rogué a los cristianos que fielmente sacasen las vidas de éstos. Hallé, por lo que está en los libros escrito, que no son hombres; porque escriben que vivieron mil y dos mil años, y que el Xaca naciera ocho mil veces, y otras muchas imposibilidades; de manera que no fueron hombres, sino puras invenciones de los demonios.
31. Por amor y servicio de nuestro Señor, ruego a todos aquellos que leyeren estas cartas, que rueguen a Dios nos dé victoria contra estos dos demonios, Xaca y Ameda, y todos los demás; porque, por la bondad de Dios, ya van en la ciudad de Amanguche perdiendo el crédito que solían tener.
En esta ciudad hay un señor muy principal [Naito] que mucho nos tiene favorecido, principalmente su mujer, dándonos todo el favor que podía, para que la ley de Dios fuese en crecimiento. Siempre les pareció bien la ley de Dios, pero nunca la quisieron tomar. La causa era porque a su costa hicieron muchos monasterios, y dieron rentas a los bonzos para que se pudieran sustentar, para que rogasen a Ameda, de quien el marido y mujer son muy devotos, para que en esta vida los guardasen de mal, y en la otra los llevasen a descansar donde él está. [Naito fue bautizado con su familia y sus vasallos en 1544].
32. Daban muchas razones para no hacerse cristianos, diciendo que se señalaron mucho en servir a Xaca y Ameda, que cómo perderán tantos años de servicio, y tantas limosnas como tienen hechas, y tantas casas edificadas por su amor, y que si ahora se hiciesen cristianos, que todo esto lo perderían. Además de esto, tienen para sí por muy cierto que, por un cruzado que en este mundo dan por su amor, allá les dan diez, y que han de tener muy grande galardón de los servicios que hicieren a estos dos, Xaca y Ameda: así que, por no perder lo que esperan tener, dejan de hacerse cristianos.
33. Tienen para sí que allá, en el otro mundo, comen y beben, visten y calzan, y quien allá es más rico, es más honrado y más favorecido de Xaca o Ameda o de los otros. Todos estos yerros tienen enseñados los bonzos, los cuales predicaban también, y acudía gente a sus predicaciones, en las cuales decían mucho mal de nuestro Dios: que era una cosa no conocida ni oída que no podía dejar de ser un grande demonio, y que nosotros éramos discípulos del demonio; que se guardasen de tomar la ley que predicábamos, porque la hora que fuese nuestro Dios adorado en Japón, que Japón estaba perdido. Más cuando predicaban, interpretaban el nombre de Dios como ellos querían, diciendo que Dios y «dayuzu» son de una mismo cosa. Dayuzo en lengua de Japón quiere decir «grande mentira»: por eso que se guardasen de nuestro Dios. [El nombre Deus, introducido por Javier en Japón, pronunciado Deusu, sonaba como Dai-grande, uso-mentira].
34. Y otras muchas blasfemias decían contra Dios; y nuestro Señor, por su infinita misericordia, convertíalas todas en bien; porque, cuanto más mal predicaban de Dios y de nosotros, tanto más crédito nos daba la gente, cuando nosotros predicábamos, y tanto más se hacían cristianos. Decía el pueblo que los bonzos, con envidia, decían mal de nosotros.
35. Mucho trabajé en Japón por saber si, en algún tiempo, tuvieron noticia de Dios y de Cristo; y según sus escrituras y dicho del pueblo, hallé que nunca tuvieron noticia de Dios. En Cangaxima, donde estuvimos un año, hallamos que el duque de la tierra y sus parientes tenían por armas una cruz blanca; mas no era por conocimiento que de Cristo nuestro Señor tuviesen.
36. Estando en este mismo lugar de Amanguche el padre Cosme de Torres y Juan Fernández y yo, un señor muy grande [Otomo Yoshishige], que es el duque de Bungo, me escribió que llegase adonde él estaba, porque había llegado una nave de portugueses a su puerto y le importaba hablar conmigo ciertas cosas. Yo, por ver si se quería hacer cristiano, y por ver a los portugueses, llegué a Bungo, quedando en Amanguche el padre Cosme de Torres y Juan Fernández con los cristianos que se habían ya hecho. El duque me hizo mucho agasajo y yo fui por muy consolado con los portugueses que allá vinieron. [Otomo era de la secta Zen, se hizo cristiano en 1578 con 70.000 súbditos suyos, y murió santamente en 1587].
37. Estando en Bungo, el demonio procuró cómo en Amanguche hubiese guerra; y fue de tal manera, que un señor muy grande, vasallo del duque de Amanguche, se levantó contra él, y le hizo tanta guerra, que lo hizo huir fuera de Amanguche; e yendo en pos de él con mucha gente, pareciéndole al duque que no se podía librar, por no verse en poder de su enemigo, vasallo suyo, determinó de matarse por sus manos, y a un hijo suyo pequeño que consigo llevaba; y así él mismo con un puñal se mató, mandando primero matar a su hijo, dejando encomendado a los suyos que quemasen los cuerpos de los dos, para que, cuando viniesen los enemigos, no hallasen ninguna cosa de ellos; y así lo hicieron. Los grandes peligros en que se vieron el padre Cosme de Torres y Juan Fernández, en el tiempo de la guerra, por las cartas que me escribieron a Bungo, las cuales van con ésta, lo sabréis.
38. Después de la muerte del duque, hallaron los señores de la tierra que no podía ser gobernada ni regida sin tener duque, por lo que mandaron embajadores al duque de Bungo, pidiéndole les diese un hermano suyo, para ser duque de Amanguche; y ellos se concertaron de manera que un hermano [Haruhide] del duque de Bungo vaya a ser duque de Amanguche. Este duque de Bungo es muy grande amigo de los portugueses; tiene gente muy belicosa, y es señor de muchas tierras; el cual, informado de la grandeza del rey de Portugal, escribe al rey ofreciéndose por su servidor y amigo; y en señal de amistad, le manda un cuerpo de armas, y al virrey de la India mandó un criado suyo, ofreciéndole su amistad; el cual vino conmigo, y fue muy bien recibido del señor virrey, y le hizo muchas honras.
39. Este duque de Bungo prometió a los portugueses y a mí que haría con su hermano, el duque de Amanguche, que hiciese mucho agasajo al padre Cosme de Torres y Juan Fernández, y les favoreciese; y lo mismo nos prometió su hermano que haría llegando a Amanguche.
40. En todo este tiempo que estuvimos en Japón, que sería más de dos años y medio, siempre nos mantuvimos de las limosnas que el cristianísimo rey de Portugal nos manda dar en estas partes; porque cuando fuimos a Japón, nos mandó dar más de mil cruzados. No se puede creer cuán favorecidos somos de su Alteza, y lo mucho que con nosotros gasta en dar tan largas limosnas para colegios, casas y todas las otras necesidades.
De Bungo, sin ir a Amanguche, determiné venir a India en una nao de portugueses, para verme y consolarme con los hermanos de la India, y para llevar padres de la Compañía a Japón, tales cuales la tierra los requiere, y también para llevar algunas cosas necesarias de la India, de las cuales carece la tierra de Japón. [Parece que Javier pensaba entonces regresar al Japón al año siguiente; pero viajó a China].
41. Llegué a Cochín a veinte y cuatro de enero, donde fui recibido del señor virrey con mucho agasajo. Este mes de abril del año 1552 irán padres de la India para Japón, y en su compañía tornará a ir el criado del duque de Bungo. Espero en Dios nuestro Señor que se ha de hacer mucho fruto en aquellas partes, porque gente tan discreta y de buenos ingenios, deseosa de saber, obediente a razón, y de otras muchas buenas partes, no puede ser sino que entre ellos se haga mucho fruto. Que los trabajos vengan a luz y que duren siempre.
42. En esta tierra de Japón hay una universidad muy grande, la cual se llama Bandou, adonde acude gran número de bonzos a aprender sus sectas. Estas sectas, como arriba dije, vinieron de la China, y están escritas en letra de China, porque la letra de Japón y la de la China son muy diferentes. Hay en Japón dos maneras de letras, una que usan los hombres, y otra que usan las mujeres. Mucha parte de la gente sabe leer y escribir, así hombres como mujeres, principalmente los hidalgos e hidalgas y mercaderes. Las bonzas en sus monasterios enseñan a escribir a las niñas; y los bonzos, a los mozos; y los hidalgos que tienen manera, tienen maestros que les enseñan en sus casas a sus hijos.
43. Estos bonzos tienen grandes ingenios y muy delgados. Ocúpanse mucho en contemplar, pensando qué ha de ser de ellos, y qué fin han de tener, y otras contemplaciones así. Hay muchos de éstos que en sus contemplaciones hallan que no se pueden salvar en las sectas, diciendo que todas las cosas dependen de algún principio; y por cuanto no hay libro que hable de este principio, ni de la creación de las cosas, los que alcanzan este principio, como no tienen libros ni autoridad, no lo manifiestan a los otros. Estos tales huelgan mucho de oír la ley de Dios.
44. En la ciudad de Amanguche se hizo un hombre cristiano, el cual estudiara muchos años en Bandou; era tenido por muy letrado. Este, antes que nosotros fuésemos a Japón, dejó de ser bonzo, hízose lego y casó. Dice que, cuando dejó de ser bonzo, era por parecerle que las leyes de Japón no eran verdaderas; por eso no creía en ellas, y que él siempre adoraba a aquel que crió el mundo. Mucho holgaron los cristianos, cuando este hombre se bautizó; porque era tenido en Amanguche por el mayor sabedor que había en la ciudad. Además de esta universidad de Bandou, hay otras universidades, pero la de Bandou es la mayor.
45. Ahora, placiendo a Dios nuestro Señor, irán cada año padres de la Compañía a Japón, y en Amanguche ha de hacerse una casa de la Compañía, y aprenderán la lengua; y más sabrán lo que cada secta tiene en su doctrina; de manera que, cuando de allá vinieren personas de grande confianza, para ir a estas universidades, hallarán padres y hermanos de la Compañía en Amanguche que sepan hablar muy bien la lengua, y estén al cabo de los yerros de sus sectas; lo que será grande ayuda para los padres que de Europa fueren escogidos para ir a Japón. El padre Cosme de Torres y Juan Fernández se ocupan ahora mucho en declarar los misterios de la vida de Cristo, haciendo predicaciones sobre cada uno de ellos. Gustan en la tierra mucho de oír los misterios de la Pasión de Cristo, y lloran algunas personas de oírlos.
46. El padre Cosme de Torres ocúpase en hacer las predicaciones en lenguaje [castellano], y Juan Fernández las traslada en la lengua de Japón, porque la sabe muy bien, y así los cristianos se van aprovechando mucho. Ellos, cuando eran gentiles, pasaban su número de cuentas, nombrando el santo en que creían. Ahora, después de haber oído cómo han de adorar a Dios y creer en Jesucristo, aprenden todos primero a santiguarse.
47. Y son tan curiosos, que quieren saber qué quiere decir: «En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», y por qué ponen la mano derecha en la cabeza en diciendo: «En el nombre del Padre», «y del Hijo» en los pechos, «y del Espíritu Santo», en el hombro izquierdo y derecho. Dándoles nosotros la declaración de esto, quedan grandemente consolados. Después de esto, dicen «Kirie eleison, Christe eleison, Kirie eleison», y luego preguntan la significación de estas palabras; después de esto pasan sus cuentas, diciendo a cada cuenta «Jesús, María». El Pater noster, Ave María y Credo van aprendiendo poco a poco, por escrito.
48. Un desconsuelo tienen los cristianos de Japón, y es, que sienten en gran manera el que digamos que los que van al infierno, no tienen ningún remedio. Sienten esto por amor de sus padres y madres, mujeres, hijos y de los otros muertos pasados, teniendo de ellos piedad. Muchos lloran los muertos, y me preguntan si pueden tener algún remedio por vía de limosnas y oraciones. Yo les digo que ningún remedio tienen.
49. Sienten ellos este desconsuelo; mas a mí no me pesa, porque no se descuiden de sí mismos, y porque no vayan a penar con sus antepasados. Pregúntanme si Dios los puede sacar del infierno, y la causa por que siempre han de estar en el infierno. A todo les respondo suficientemente. Ellos no dejan de llorar al ver a sus antepasados sin remedio. Yo también recibo algún sentimiento por ver a mis amigos, tan amados y queridos, llorar cosas que no tienen remedio.
50. Esta gente de Japón es gente blanca. La tierra de la China está cerca de Japón y, como arriba está escrito, de la China les fueron llevadas las sectas que tiene. Es la China tierra muy grande, pacífica, sin tener guerras ningunas; tierra de mucha justicia, según lo que escriben los portugueses que en ella están; es de más justicia que ninguna de toda la cristiandad. La gente de la China, la que hasta aquí tengo vista, así en Japón, como en otras partes, es muy aguda, de grandes ingenios, mucho más que los japones, y hombres de mucho estudio. La tierra está muy abastada, en grandísima manera, de todas las cosas, y muy poblada de grandes ciudades, casas de piedra muy labradas, y lo que todos dicen, tierra muy rica de muchas sedas. Tengo por noticia de los chinas, que hay mucha gente en la China de diversas leyes; y según la información que de ellos tengo, parece que deben de ser moros o judíos. [En China había muchos mahometanos]. No me saben decir si hay cristianos.
51. Creo que este año de 52 iré allá, donde está el rey de la China [Pekín], porque es tierra donde se puede mucho acrecentar la ley de nuestro Señor Jesucristo; y si ahí la recibiesen, sería grande ayuda para que en Japón desconfiaran de las sectas en que creen; porque de Liampo [Ningpouo, Chekiang], que es una ciudad principal de la China, a Japón no hay sino una travesía por mar de ochenta leguas.
52. Grandísima esperanza tengo en Dios nuestro Señor que se ha de abrir camino, no solamente para los hermanos de la Compañía, mas para todas las religiones, para que puedan todos los santos padres bienaventurados de ellas cumplir sus santos deseos, convirtiendo mucho número de gentes al camino de la verdad. Y así ruego y pido, por amor y servicio de Dios nuestro Señor, a todas aquellas personas que viven con deseos de manifestar el nombre de Dios en tierras de infieles, que se acuerden de encomendarme a Dios en sus devotas oraciones y santos sacrificios, para que pueda descubrir alguna tierra, donde ellos puedan venir a cumplir sus santos deseos.
53. De la India no escribo ninguna cosa, porque los hermanos de la Compañía escriben las nuevas de acá. Yo llegué de Japón con muchas fuerzas corporales, y con ningunas espirituales; pero espero en la misericordia de Dios nuestro Señor, y en los méritos infinitísimos de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesús, que me dará gracia para hacer este viaje de la China tan trabajoso. Yo estoy ya lleno de canas, pero, cuanto a las fuerzas corporales, paréceme que nunca tuve más de las que ahora tengo.
Los trabajos de trabajar con gente discreta, deseosa de saber en qué ley se ha de salvar, trae consigo muy grande contentamiento, y tanto que en Amanguche, después que el duque nos dio licencia para predicar la ley de Dios, era tanto el número de las personas que venían a preguntar y disputar, que me parece que con verdad podría decir que en mi vida nunca tanto placer ni contentamiento espiritual recibí, como en ver que Dios nuestro Señor por nosotros confundía a los gentiles, y la victoria que continuamente teníamos contra ellos.
54. Por otra parte ver el placer de los que ya eran cristianos, ver que los gentiles quedaban vencidos: el placer de estas cosas me hacía no sentir los trabajos corporales. Veía también por otra parte cuánto trabajaban los cristianos en disputar, vencer y persuadir a los gentiles que se hiciesen Cristianos; viendo yo sus victorias que contra los gentiles alcanzaban y el placer con que cada uno las contaba, era sumamente consolado.
55. Y pluguiese a Dios que, así como estas particularidades de los gustos y contentamientos aquí se escriben, así se pudiesen mandar de acá los placeres y consolaciones a las universidades de Europa, las cuales consolaciones Dios, por su infinita misericordia, nos comunicaba; bien creo que muchas y doctas personas harían otro fundamento del que hacen, para emplear sus grandes talentos en la conversión de las gentes. Siendo sentido el gusto y consolación espiritual que de semejantes trabajos se siguen, y conociendo la grande disposición que hay en Japón para acrecentarse nuestra santa fe, paréceme que muchos letrados darían fin a sus estudios, canónigos y otros prelados dejarían sus dignidades y rentas, por otra vida más consolada de la que tienen, viniendo a buscarla a Japón.
56. Porque llegué a Cochín en tiempo que las naos estaban para partir, y las visitas de los amigos eran tantas, que interrumpían el escribir, va esta carta hecha muy de prisa, las cosas no puestas por orden, y las razones faltas; recibidme la voluntad. De Japón hay tanto que escribir que sería nunca acabar. Témome que lo que tengo escrito, será enfadamiento, por ser mucha la lectura. Consuélame que los que se enfadaren de leer, en ellos está alejar de sí el enfadamiento, dejando de leer. Con esto acabo, sin poder acabar, escribiendo a mis padres y hermanos tan queridos y amados, y escribiendo de amigos tan grandes, como son los cristianos de Japón. y así acabo rogando a Dios nuestro Señor nos junte en la gloria del paraíso. Amén.
De Cochín, a los veinte y nueve de enero de 1552 años.
Todo vuestro en Cristo,
Francisco.
Doc. 97
Al Padre Ignacio de Loyola, Roma
Cochín 19 de enero 1552
Desde 1548 no recibía Javier cartas de Europa, y ahora las encuentra en Malaca todas juntas. Entre las cartas que le esperaban, una patente de San Ignacio, de 10 octubre 1549, constituía la Provincia de la Compañía de Jesús en la India y Oriente, y le nombraba Provincial de ella.
IHUS.
La gracia y amor de Cristo nuestro Señor sea siempre en nuestra ayuda y favor. Amén.
1. Verdadero padre mío: Una carta de vuestra santa caridad rescibí en Malaca agora cuando venía de Japón; y en saber nuevas de tan deseada salud y vida, Dios nuestro Señor sabe cuán consolada fue mi ánima; y entre otras muchas santas palabras y consolaciones de su carta, leí las últimas que decían: «Todo vuestro, sin poderme olvidar en tiempo alguno, Ignacio»; las cuales, así como con lágrimas leí, con lágrimas las escribo, acordándome del tiempo pasado, del mucho amor que siempre me tuvo y tiene, y también considerando cómo de los muchos trabajos y peligros del Japón me libró Dios nuestro Señor por la intercesión de las santas oraciones de vuestra caridad.
2. Jamás podría escribir lo mucho que debo a los de Japón, pues Dios nuestro Señor, por respeto de ellos, me dio mucho conocimiento de mis infinitas maldades; porque, estando fuera de mí, no conoscí muchos males que había en mí, hasta que me vi en los trabajos y peligros de Japón. Claramente me dio Dios nuestro Señor a sentir, tener extrema necesidad de quien tuviese grande cuidado de mí. Agora vea vuestra santa caridad el cargo que me da de tantas santas ánimas de la Compañía que están acá, conosciendo evidentemente en mí por sola la misericordia de Dios una grande insuficiencia. A los de la Compañía esperaba que me había de encomendar, y no ellos a mí.
3. Escríbeme vuestra santa caridad cuántos deseos tiene de me ver antes de acabar esta vida. Dios nuestro Señor sabe cuánta impresión hicieron estas palabras de tan grande amor en mi ánima, y cuántas lágrimas me cuestan las veces que de ellas me acuerdo; y en me parecer que puede serme consuelo, pues a la santa obediencia no hay cosa imposible.
4. Por amor y servicio de Dios nuestro le pido una caridad, la cual, si presente me hallase, de rodillas echado a sus santos pies, le pediría; y es ésta: que mandase a estas partes alguna persona conoscida de vuestra santa caridad, para ser rector del colegio de Goa, porque de cosa de su mano tiene grandísima necesidad el colegio de Goa.
5. La necesidad que hay para mandar padres de la Compañía a las universidades de Japón es, porque los seculares se disculpan de sus yerros diciendo que también ellos tienen sus estudios y letrados.
6. Y los que fueren han de ser muy perseguidos; porque han de ir contra todas sus sectas, y hanse de manifestar al mundo y declarar cómo son engañosos los modos y maneras que tienen los bonzos para sacar dinero de los seculares.
7. Y en esto no han de tener paciencia, principalmente cuando dijeren que no pueden sacar las almas del infierno, porque de esto viven, defendiendo el pecado contra natura, tan general entre ellos; han de pasar trabajos, y por estas y otras causas muchas, han de ser muy perseguidos en grande manera. Yo escribo al padre maestro Simón, y en su ausencia al rector del colegio de Coímbra, que no manden de allá personas a estas universidades sino personas aprobadas y vistas por vuestra santa caridad.
8. Han de ser más perseguidos de lo que muchos piensan; han de ser muy importunados de visitas y preguntas a todas las horas del día, y parte de las de noche, y llamados a casas de personas principales, que no se pueden excusar. No han de tener tiempo para orar, meditar y contemplar, ni para ningún recogimiento espiritual; no pueden decir misa, a lo menos a los principios; continuadamente han de ser ocupados en responder a preguntas; para rezar su oficio les ha de faltar tiempo, y aun para comer y dormir. Son muy importunos, principalmente con extranjeros que los tienen en poca cuenta, que siempre hacen burla de ellos.
9. Pues ¿qué será diciendo mal de todas sus sectas y vicios manifiestos; y más, diciendo que los que van al infierno no tienen remedio? Muchos se han de alterar en oír esto del infierno, que no tienen remedio; otros dicen que no sabemos nada, pues no sabemos sacar las almas del infierno; no saben qué cosa es purgatorio.
10. Para responder a sus preguntas son necesarias letras, principalmente buenos artistas [filósofos], y los que fueren sofistas, tomarlos han luego en contradicción manifiesta. Córrense mucho estos bonzos cuando los toman en contradicción, o cuando no saben responder.
11. Han de pasar grandes fríos, porque Bando, que es la más principal universidad de Japón, está muy para el norte, y así las otras universidades; y los que viven en tierras frías, son más discretos y agudos. Más, no hay que comer sino arroz. Hay también trigo y otras maneras de yerbas, y otras cosas de poca sustancia. Hacen vino de arroz y no hay otro, y éste caro y poco. Y la mayor probación de todas es los peligros continuos y evidentes de la muerte.
12. No es tierra para hombres viejos, por causa de los muchos trabajos, ni para muy mozos, si no fueren de grandes experiencias; porque de otra manera en lugar de aprovechar a otros, se pierden. Es tierra muy aparejada para todo género de pecados; escandalízanse de cualquiera cosa pequeña que ven en los que los reprenden. Esta cuenta muy menuda escribo a maestro Simón, o en su ausencia al rector de Coímbra.
13. Muy consolado sería si vuestra santa caridad mandase a Coímbra que los que hubiesen de mandar para Japón, fuesen primero a Roma. Yo había pensado que serían buenos para Japón flamencos o alemanes que supiesen castellano o portugués, porque son para muchos trabajos corporales, y también para sufrir los grandes fríos de Bando, paresciéndome que de estas personas habría muchas por los colegios de España y Italia, y también porque carescen de la lengua para predicar en España y Italia, y podrían hacer mucho fruto en Japón.
14. También me paresce dar parte a vuestra santa caridad que los que de la Compañía han de venir, para estar en la India, fuesen personas escogidas por los colegios de España y Coímbra, aunque no fuesen más de dos cada año, y éstos fuesen tales cuales la India los requiere, suficientes en perfección, y después para predicar y confesar; y si le paresciere que primero fuesen en peregrinación a Roma, experimentándose por los caminos para cuánto son, porque no se hallen nuevos en estas partes, por cuanto los peligros de acá de caer en flaquezas son muy grandes.
15. Por eso es necesario que sean muy probados, y también porque los que acá estamos, en lugar de consolarnos con ellos, no rescibamos desconsolación en despedirlos. Sobre esto vea vuestra santa caridad si será bien avisar a maestro Simón.
16. De los de la Compañía que están en Amanguchi, y de los que acá están, que han de ir, así este año como los otros, Dios nuestro Señor queriendo, no me parece que serán para mandar a estas universidades, más de para aprender la lengua y lo que ellos tienen en sus sectas, para cuando vinieren los padres de allá ser intérpretes para hablar fielmente todo lo que les dijeren.
17. Parésceme que ha de ir en grande crescimiento lo de Amanguchi, porque hay muchos cristianos, y entre ellos muchas buenas personas, y otras que cada día se hacen. Vivo con mucha esperanza que Dios nuestro Señor ha de guardar a el padre Cosme de Torres y Juan Fernández que no los maten, porque los mayores peligros ya son pasados, y también porque hay muchos cristianos y personas principales entre ellos que tienen grande cuidado de guardarlos de día y de noche. Juan Fernández es lego y sabe muy bien hablar japón. Habla todo aquello que el padre Cosme de Torres le dice. Ocúpanse agora en declarar por continuas predicaciones todos los misterios de la vida de Cristo.
18. Porque la tierra de Japón es muy dispuesta para se perpetuar la cristiandad entre ellos, todos los trabajos que se toman son bien empleados, y así vivo con mucha esperanza que vuestra santa caridad mandará de allá santas personas para Japón, porque entre todas las tierras descubiertas de estas partes, sola la gente de Japón está para en ella se perpetuar la cristiandad, bien que esto ha de ser con grandísimos trabajos.
19. La China es una tierra muy grandísima, pacífica, y gobernada con grandes leyes, hay un solo rey, y es en grande manera obedescido. Es riquísimo reino, y abundantísimo de todos los mantenimientos; no hay sino una pequeña travesía de China a Japón.
Estos chinas son muy ingeniosos y dados a estudios, principalmente a las leyes humanas sobre la gobernación de la república; son muy deseosos de saber. Es gente blanca, sin barba, los ojos muy pequeños; es gente liberal, sobre todo muy pacífica; no hay guerra entre ellos. Si acá en la India no hubiere algunos impedimentos que me estorben la partida este año de 52, espero de ir a la China por el grande servicio de Dios nuestro que se puede seguir, así en la China como en Japón; porque sabiendo los japones que la ley de Dios resciben los chinas, han de perder más presto la fe que tienen a sus sectas. Grande esperanza tengo que así los chinos como los japones, por la Compañía del nombre de Jesús han de salir de sus idolatrías y adorar a Dios y a Jesucristo, salvador de todas las gentes.
20. Es cosa para mucho notar que los chinas y los japones no se entienden cuando hablan, porque son muy diversas las lenguas; mas los japones que saben la letra de la China, entiéndense por escritura y no cuando hablan. Esta letra de la China enséñase en las universidades de Japón, y los bonzos que las saben, los tiene la otra gente por letrados; y es de esta manera que cada letra de la China significa una cosa; y así cuando la aprenden los japones, cuando hacen una letra de la China, encima de esta letra pintan lo que quiere decir. Si la letra quiere decir «hombre», pintan encima de esta letra una figura de hombre, y así en todas las otras letras. Es de manera que las letras quedan en vocablos; y cuando el que es japón, lee estas letras, léelas en su lengua de Japón; y el que es china, en su lengua de China; de manera que cuando hablan, no se entienden, y cuando escriben, por sola la letra se entienden, porque saben la significación de las letras, y los lenguajes siempre quedan diversos.
21. Hicimos en lengua de Japón un libro que trataba de la creación del mundo y de todos los misterios de la vida de Cristo; y después de este mesmo libro escribimos en letra de la China, para cuando a la China fuere, para darme a entender hasta saber hablar china.
22. Por amor y servicio de Dios nuestro Señor que vuestra santa caridad, con toda la Compañía, me encomiende continuamente a Dios. Deseo mucho ser encomendado en todos los padres, especialmente en los profesos, y esto por intercesión de vuestra santa caridad.
23. Y así ceso rogando a Dios nuestro Señor, tomando en la tierra a vuestra caridad por intercesor con toda la Compañía, juntamente con toda la Iglesia militante; y en el cielo consiguientemente, comenzando por todos los beatos que en esta vida fueron de la Compañía, con toda la Iglesia triunfante, para que por sus ruegos y méritos Dios nuestro Señor me dé a sentir en esta vida su santísima voluntad, y sentida, gracia para bien y perfectamente cumplirla.
De Cochín, a 29 de enero año de 1552.
Menor hijo y en destierro mayor,
Francisco.
Doc. 109
A Juan III, Rey de Portugal
Goa 8 de abril 1552
Señor:
1. Este año de 52 escribí a V. A. de Cochín, en las naos que fueron al reino, de la cristiandad del Japón, y de la disposición que hay en aquella tierra, y del rey de Bungo cuán amigo era de V. A., y en señal de su amistad escribió a V. A. y le envió sus armas.
2. Este año van dos hermanos de la Compañía [Alcáçova y Silva] al Japón, a la ciudad de Amanguche, donde hay una casa de la Compañía, y un padre y un hermano [Torres y Fernández], personas de mucha confianza; están con los cristianos de Amanguche. Será Dios N. S. servido que con el mucho favor de V. A. irán continuamente en aumento las cosas de la cristiandad del Japón.
3. También escribí a V. A. cómo estaba determinado de ir a la China por la mucha disposición que me dicen todos que hay en aquellas partes para acrecentarse nuestra santa fe.
4. Yo me parto de Goa, de aquí a cinco días, para Malaca, que es camino de la China, para ir desde allí en compañía de Diego Pereira a la corte del rey de la China. Llevamos un presente muy rico al rey de la China, de muchas y ricas piezas que compró a su costa Diego Pereira. Y de parte de V. A. le llevo una pieza, la cual nunca fue enviada de ningún rey ni señor a aquel rey, que es la ley verdadera de Jesucristo nuestro redentor y señor. Este presente que V. A. le envía es tan grande, que, si él lo conociera, lo estimara más que ser rey tan grande y poderoso como es. Confío en Dios N. S. que tendrá piedad de un reino tan grande como este de la China, y que por sólo su misericordia se abrirá camino para que sus criaturas y semejanzas adoren a su Criador, y crean en Jesucristo, Hijo de Dios, su salvador.
5. Vamos a la China dos padres y un hermano lego [Javier, Gago y Ferreira], y Diego Pereira por embajador para pedir los portugueses que están cautivos, y también para asentar paces y amistades entre V. A. y el rey de la China; y nosotros, los padres de la Compañía del nombre de Jesús, siervos de V. A., vamos a poner guerra y discordia entre los demonios y las personas que los adoran, con grandes requerimientos de parte de Dios, primeramente al rey, y después a todos los de su reino, que no adoren más al demonio, sino al Criador del cielo y de la tierra que los crió, y a Jesucristo, salvador del mundo, que los redimió.
Grande atrevimiento parece éste, ir a tierra ajena y a un rey tan poderoso a reprender y hablar verdad, que son dos cosas muy peligrosas en nuestro tiempo. Y si entre cristianos es tan peligroso el reprender y hablar verdad, ¡cuánto más será entre gentiles! Pero sólo una cosa nos da mucho ánimo: que Dios N. S. sabe las intenciones que en nosotros por su misericordia quiso poner, y con esto la mucha confianza y esperanza que quiso por su bondad que tuviésemos en él: no dudando en su poder ser sin comparación mayor que el de el rey de la China.
Y pues todas las cosas criadas dependen de Dios, y tanto obran cuanto Dios les permite y no más, no hay de qué temer sino de ofender al Criador y de los castigos que Dios permite que se den a los que le ofenden. De manera que mayor atrevimiento parece tener osadía para manifestar la ley de Dios personas que ven claramente sus culpas y faltas tan manifiestas, que no tener osadía de ir a tierra ajena y de un rey tan poderoso, y a reprender y a hablar verdad.
Pero en esto vamos confiados en la infinita misericordia de Dios nuestro Señor que, conociendo claramente ser indignos instrumentos, Dios quiso darnos estos sus deseos siendo pecadores, como somos; y la osadía que parecía en nosotros de no temer manifestar su nombre en tierra ajena, es necesario que se convierta en obediencia, pues Dios es así servido.
6. Muchas mercedes he pedido a V. A. para los que en estas partes le han servido, y V. A. por hacerme merced siempre me las ha concedido, de lo que yo quedo obligado a servirle, y por estas mercedes humildemente le beso las manos. Ahora le pido una merced en nombre de la cristiandad de estas partes, así de los portugueses como de los de la tierra, y también en nombre de toda la gentilidad, principalmente de los japones y chinos: y es que V. A., atendiendo a la gloria de Dios y conversión de las almas, y obligación que V. A. tiene a estas partes, le pido tan encarecidamente cuanto puedo que dé orden y manera V. A. cómo para el año que viene vengan muchos padres de la Compañía del nombre de Jesús, y no legos. Y estas personas que sean de muchos años de probación, no solamente de los colegios, sino en el mundo, confesando y haciendo fruto en las almas donde hubieren sido experimentados y probados, porque de éstos tiene necesidad la India; porque de letrados sin experiencias y prueba de lo que es mundo, no se hace mucho fruto en esta tierra.
Por tanto pido mucho a V. A., en nombre de Dios y de sus imágenes y semejanzas, que escriba al padre Ignacio a Roma para que dé orden para que algunos padres de la Compañía muy probados en el mundo, que sean para muchos trabajos, aunque no sean predicadores, los envíe a estas partes, porque de éstos tiene necesidad el Japón y la China y también la India. Y juntamente con éstos enviase un padre a estas partes para ser rector de esta casa, persona de quien confíe mucho el padre Ignacio por las muchas pruebas de su vida, y que el padre estuviese muy informado en las cosas de la Compañía.
Y no dude V. A. que con la venida de estos padres de misa se haría mucho fruto en la India, principalmente en el Japón y en la China, porque estas dos partes requieren personas que pasaron muchas persecuciones y fueron muy probadas en ellas; y también, juntamente con esto, que tengan letras para responder a las muchas preguntas que hacen los gentiles discretos y avisados, como son los chinos y los japones.
Y para encarecer la necesidad que hay de estos padres para estas partes, me pareció que fuese un hermano [Andrés Fernándes] de esta casa a Portugal para hacer presente la necesidad que hay de estos padres en la India; y sobre esta necesidad escribo al padre maestro Simón y al padre Ignacio ahora. V. A., por servicio de Dios nuestro Señor, pues aquí no se trata sino de la gloria de Dios y fruto de las almas y descargo de la conciencia de V. A., le pido encarecidamente por merced, en nombre de Jesucristo, que haga este servicio tan señalado a Dios, pues está en mano de V. A. escribir al padre Ignacio, para que por toda la religión del nombre de Jesús busque abundancia de padres para estas partes, para el Japón y la China, porque me parece que se hallarán fácilmente, pues no es necesario sean predicadores.
7. Del fruto que hacen los padres y hermanos de la Compañía que están esparcidos por tantas partes de la India, el padre que queda rector del colegio de Goa, escribirá a V. A. muy por extenso, dando cuenta de todo.
8. Ahora, por final de esta carta, pido otra merced a V. A.: que tenga especial atención y cuidado de su conciencia, más ahora que nunca, acordándole la cuenta tan estrecha que ha de dar a Dios N. S.: porque quien en vida vive con este cuidado, a la hora de la muerte está muy confiado y descansado; y quien se descuida en la vida de la cuenta que ha de dar a Dios, se halla tan embarazado en la hora de la muerte, y tan nuevo en dar esta cuenta, que no acierta. Y así ahora por final encomiendo a V. A. que tenga muy especial cuidado de sí mismo, y no deje este negocio ni se confíe de ninguno, sino de sí mismo. Nuestro Señor acreciente los días de vida a V. A. por muchos años, y le dé a sentir en vida lo que quisiera haber hecho en la hora de su muerte.
Escrita en Goa, a los 8 de abril de 1552 años.
Siervo inútil de V. A.
Francisco.