La dedicación de la Basílica de Letrán
Según una tradición que arranca del siglo XII, se celebra el día de hoy el aniversario de la dedicación de la basílica construida por el emperador Constantino en el Laterano. Esta celebración fue primero una fiesta de la ciudad de Roma; más tarde se extendió a toda la Iglesia de rito romano, con el fin de honrar aquella basílica, que es llamada «madre y cabeza de todas las iglesias de la Urbe y del Orbe», en señal de amor y de unidad para con la cátedra de Pedro que, como escribió san Ignacio de Antioquía, «preside a todos los congregados en la caridad».
Todos, por el bautismo, hemos sido hechos templos de Dios
De los sermones de san Cesáreo de Arlés, obispo
Hoy, hermanos muy amados, celebramos con gozo y alegría, por la benignidad de Cristo, la dedicación de este templo; pero nosotros debemos ser el templo vivo y verdadero de Dios. Con razón, sin embargo, celebran los pueblos cristianos la solemnidad de la Iglesia madre, ya que son conscientes de que por ella han renacido espiritualmente. En efecto, nosotros, que por nuestro primer nacimiento fuimos objeto de la ira de Dios, por el segundo hemos llegado a ser objeto de su misericordia. El primer nacimiento fue para muerte; el segundo nos restituyó a la vida.
Todos nosotros, amadísimos, antes del
bautismo, fuimos lugar en donde habitaba el demonio; después del bautismo, nos
convertimos en templos de Cristo. Y, si pensamos con atención en lo que atañe a
la salvación de nuestras almas, tomamos conciencia de nuestra condición de
templos verdaderos y vivos de Dios. Dios habita no sólo en templos
construidos por hombres ni en casas hechas de piedra y de madera, sino
principalmente en el alma hecha a imagen de Dios y construida por él mismo, que
es su arquitecto. Por esto, dice el apóstol Pablo: El templo de Dios es
santo: ese templo sois vosotros.
Y, ya que Cristo, con su venida, arrojó de nuestros corazones al demonio para prepararse un templo en nosotros, esforcémonos al máximo, con su ayuda, para que Cristo no sea deshonrado en nosotros por nuestras malas obras. Porque todo el que obra mal deshonra a Cristo. Como antes he dicho, antes de que Cristo nos redimiera éramos casa del demonio; después hemos llegado a ser casa de Dios, ya que Dios se ha dignado hacer de nosotros una casa para sí.
Por esto, nosotros, carísimos, si queremos celebra con alegría la dedicación del templo, no debemos destruir en nosotros, con nuestras malas obras, el templo vivo de Dios. Lo diré de una manera inteligible para todos: debemos disponer nuestras almas del mismo modo como deseamos encontrar dispuesta la iglesia cuando venimos a ella.
¿Deseas encontrar limpia la basílica?
Pues no ensucies tu alma con el pecado. Si deseas que la basílica esté bien
iluminada, Dios desea también que tu alma no esté en tinieblas, sino que sea
verdad lo que dice el Señor: que brille en nosotros la luz de las buenas obras
y sea glorificado aquel que está en los cielos. Del mismo modo que tú entras en
esta iglesia, así quiere Dios entrar en tu alma, como tiene prometido: Habitaré
y caminaré con ellos.
Oración
Señor, tú que edificas el templo de tu gloria con piedras vivas y elegidas, multiplica en tu Iglesia los dones del Espíritu Santo, a fin de que tu pueblo crezca siempre para edificación de la Jerusalén celeste. Por nuestro Señor Jesucristo.