Jeremías 4,5-8.13-28
Convertíos a mí
San Jerónimo
Comentarios sobre el libro del profeta Joel
Convertíos a mí de todo corazón, y que vuestra penitencia interior se manifieste por medio del ayuno, del llanto y de las lágrimas; así, ayunando ahora, seréis luego saciados; llorando ahora, podréis luego reír; lamentándoos ahora, seréis luego consolados. Y, ya que la costumbre tiene establecido rasgar los vestidos en los momentos tristes y adversos –como nos lo cuenta el Evangelio, al decir que el pontífice rasgó sus vestiduras para significar la magnitud del crimen del Salvador, o como nos dice el libro de los Hechos que Pablo y Bernabé rasgaron sus túnicas al oír las palabras blasfematorias–, así os digo que no rasguéis vuestras vestiduras, sino vuestros corazones repletos de pecado; pues el corazón, a la manera de los odres, no se rompe nunca espontáneamente, sino que debe ser rasgado por la voluntad. Cuando, pues, hayáis rasgado de esta manera vuestro corazón, volved al Señor, vuestro Dios, de quien os habíais apartado por vuestros antiguos pecados, y no dudéis del perdón, pues, por grandes que sea vuestras culpas, la magnitud de su misericordia perdonará, sin duda, la vastedad de vuestros muchos pecados.
Pues
el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; él
no se complace en la muerte del malvado, sino en que el malvado cambie de
conducta y viva; él no es impaciente como el hombre, sino que espera sin
prisas nuestra conversión y sabe retirar su malicia de nosotros, de manera
que, si nos convertimos de nuestros pecados, él retira de nosotros sus castigos
y aparta de nosotros sus amenazas, cambiando ante nuestro cambio. Cuando aquí
el profeta dice que el Señor sabe retirar su malicia, por malicia no debemos
entender lo que es contrario a la virtud, sino las desgracias con que nuestra
vida está amenazada, según aquello que leemos en otro lugar: A cada día le
bastan sus disgustos, o bien aquello otro: ¿Sucede una desgracia en la
ciudad que no la mande el Señor?
Y, porque dice, como hemos visto más arriba, que el Señor es compasivo
y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad y que sabe retirar su
malicia, a fin de que la magnitud de su clemencia no nos haga negligentes en el
bien, añade el profeta: Quizá se arrepienta y nos perdone y nos deje todavía
su bendición. Por eso, dice, yo, por mi parte, exhorto a la penitencia y
reconozco que Dios es infinitamente misericordioso, como dice el profeta
David: Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra
mi culpa.
Pero, como sea que no podemos conocer hasta dónde llega el abismo de las riquezas y sabiduría de Dios, prefiero ser discreto en mis afirmaciones y decir sin presunción: Quizá se arrepienta y nos perdone. Al decir quizá, ya está indicando que se trata de algo o bien imposible o por lo menos muy difícil.
Habla luego el profeta de ofrenda y libación para nuestro Dios: con ello, quiere significar que, después de habernos dado su bendición y perdonado nuestro pecado, nosotros debemos ofrecer a Dios nuestros dones.