Martes, VI semana
Proverbios 8,1-5.12-36
El conocimiento del Padre por medio de la Sabiduría creadora y hecha carne
San Atanasio
Contra los arrianos, sermón 2,78.81-82
La Sabiduría unigénita y personal de Dios es creadora y hacedora de todas las cosas. Todo –dice, en efecto, el salmo– lo hiciste con sabiduría, y también: La tierra está llena de tus criaturas. Pues, para que las cosas creadas no sólo existieran, sino que también existieran debidamente, quiso Dios acomodarse a ellas por su Sabiduría, imprimiendo en todas ellas en conjunto y en cada una en particular cierta similitud e imagen de sí mismo, con lo cual se hiciese patente que las cosas creadas están embellecidas con la Sabiduría y que las obras de Dios son dignas de él.
Porque, del mismo modo que nuestra palabra es imagen de la
Palabra, que es el Hijo de Dios, así también la sabiduría creada es también
imagen de esta misma Palabra, que se identifica con la Sabiduría; y así, por
nuestra facultad de saber y entender, nos hacemos idóneos para recibir la
Sabiduría creadora y, mediante ella, podemos conocer a su Padre. Pues, quien
posee al Hijo –dice la Escritura– posee también al Padre, y también:
El que me recibe recibe al que me ha enviado. Por tanto, ya que existe
en nosotros y en todos una participación creada de esta Sabiduría, con toda
razón la verdadera y creadora Sabiduría se atribuye las propiedades de los
seres, que tienen en sí una participación de la misma, cuando dice: El Señor
me creó al comienzo de sus obras.
Mas, como, en la sabiduría de Dios, según antes hemos explicado, el mundo no lo conoció por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación, para salvar a los creyentes. Porque Dios no quiso ya ser conocido, como en tiempos anteriores, a través de la imagen y sombra de la sabiduría existente en las cosas creadas, sino que quiso que la auténtica Sabiduría tomara carne, se hiciera hombre y padeciese la muerte de cruz, para que, en adelante, todos los creyentes pudieran salvarse por la fe en ella.
Se
trata, en efecto, de la misma Sabiduría de Dios, que antes, por su imagen
impresa en las cosas creadas (razón por la cual se dice de ella que es creada),
se daba a conocer a sí misma y, por medio de ella, daba a conocer a su Padre.
Pero, después esta misma Sabiduría, que es también la Palabra, se hizo carne,
como dice san Juan, y, habiendo destruido la muerte y liberado nuestra raza, se
reveló con más claridad a sí misma y, a través de sí misma, reveló al Padre;
de ahí aquellas palabras suyas: Haz que te conozcan a ti, único Dios
verdadero, y a tu enviado, Jesucristo
De este modo, toda la tierra está llena de su conocimiento. En efecto,
uno solo es el conocimiento del Padre a través del Hijo, y del Hijo por el
Padre; uno solo es e] gozo del Padre y el deleite del Hijo en el Padre, según
aquellas palabras: Yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su
presencia.