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Capítulo 46

«Se desploma Nebo»

A medida que avanzan los capítulos hay un crescendo progresivo, el profeta como que acelera el paso y quiere despertar a todos para hacerles conscientes de lo que ya es inminente.

Del mismo modo que contemplaba la liberación futura como un hecho ya realizado (44,23), así percibe ahora que los dioses babilonios se desploman y derrumban y son transportados en animales al destierro.

Sin embargo, lo que el profeta -hombre de fe y esperanza- ve por adelantado y espera con certeza e impaciencia, el pueblo se muestra incapaz de captar; no acaban de creer ni acaban de esperar: son «rebeldes» (v. 8), pues con esta desconfianza ofenden al Señor. Por eso el profeta debe seguir zarandeándoles para inducirles a la esperanza: «recordadlo y meditadlo, reflexionad, rebeldes, recordando el pasado predicho» (vv. 8-9).

Y tiene que volver a insistirles que el Señor es incomparable (v. 5), que mientras que los ídolos «son llevados» (v. 1) Yahveh «ha llevado» a su pueblo cargando con él desde su origen y lo seguirá transportando (vv. 3-4), que el Señor es el único que anuncia desde el principio lo que aún no ha sucedido (v. 10), que -en contraste con los ídolos: v. 7- es el único que salva (v. 13), que en definitiva es el único Dios (v. 9).

Pues bien, este Dios hará que se cumpla irrevocablemente lo que Él mismo ha decretado: «mis planes se realizarán y todos mis deseos llevaré a cabo» (v.10); «tal como lo he dicho, así se cumplirá; como lo he planeado, así lo haré» (v. 11). Más aún, este pueblo que ve lejos y difícil la salvación, tendrá ocasión de comprobar con sus propios ojos que llega con la rapidez de un buitre (v. 11): «Yo hago acercarse mi victoria, no está lejos, mi salvación no tardará» (v. 13).

-La mirada del hombre de fe taladra la historia. Todo profeta ve «más allá», «se adelanta a su tiempo»; por eso es incomprendido por los hombres de su tiempo. Por el bautismo todos somos profetas y podemos adelantarnos a nuestro tiempo. Pero si no nos adelantamos, que al menos tampoco permanezcamos anclados en el pasado, en un repetir «lo de siempre» carente de esperanza. Que tengamos la lucidez para escuchar a los auténticos profetas y el valor para ponernos a caminar en la dirección de la esperanza. Sólo así podremos acoger y secundar las «cosas nuevas» que el Señor prepara para cada nueva época histórica.