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Primer viaje: a la India (1541)

El 7 de abril de 1541, el día en que Javier cumplía 35 años, parte de Lisboa en una expedición de cinco galeones del Rey portugués rumbo a Goa. Fue un viaje largo y accidentado. Tras una larga parada en Guinea, por falta de viento, pasa el Cabo de Buena Esperanza, y después de recalar seis meses en Mozambique, donde Javier se dedica sobre todo a cuidar enfermos, llega el 6 de mayo de 1542 a Goa, la capital de la India portuguesa.

La India, el primer destino misionero de Javier, fue el pueblo que más largamente recorrió, y donde, en Goa, reposan sus restos. País inmenso, profundamente religioso, fascinante por la riqueza de su cultura, su arte, sus tradiciones, ganó el corazón de Javier para siempre ya desde su llegada.

Al llegar en 1542, trabaja muy al sur de la India, en la Costa de Pesquería, con los paravas, pescadores de perlas. Hace de mediador en la guerra con los badagas. Misiona Comorín, Travancor, también Ceilán y la costa este. En 1545, de abril a agosto, permanece en Santo Tomé, donde se venera la tumba de Santo Tomás apóstol, y decide viajar más al Oriente, más lejos.

De este tiempo son los documentos que siguen.


Doc. 11
A los Padres Ignacio de Loyola y Juan Coduri, Roma
Lisboa 18 de marzo 1541

IHUS [Jesús Salvador de los hombres]

1. La gracia y amor de Cristo nuestro Señor sea siempre en nuestra ayuda y favor.

Recibimos vuestras letras de nosotros muy deseadas, con las cuales gozaron tanto nuestras ánimas, cuanto la obligación tenemos para ello, así en saber de la salud de toda la Compañía, como de las ocupaciones tan santas y pías en que todos os ocupáis; es a saber, en edificar así espirituales casas como materiales, para que los presentes y por venir, teniendo medios necesarios para trabajar en la viña del Señor [Mt 20,1], puedan llevar adelante lo que tanto en servicio de Dios nuestro Señor está comenzado. Plegue a nuestro Señor que a nosotros, ausentes sólo con el cuerpo, aunque presentes con el espíritu [2Cor 5,3], nunca más que ahora nos dé su santa gracia para imitaros, pues así nos mostráis la vía para servir a Cristo nuestro Señor.

2. De acá os hago saber cómo el rey, paresciéndole bien nuestro modo de proceder, así por la experiencia que tiene del fruto espiritual que se hace, como esperando mayor cuantos más fueren, está deliberado de hacer un colegio y una casa de los nuestros, es a saber, de la Compañía de Jesús; y para edificarlas, quedan acá tres, maestro Simón [Rodríguez], maestro Gonzalo [Madeyros] y otro sacerdote docto en cánones [Manuel de Santa Clara] y otros muchos se van descubriendo para entrar en la Compañía; y ha tomado el rey de hacer estas casas muy a pechos y de veras.

Las veces que lo habemos visitado nos ha hablado siempre en ello, sin jamás nosotros haberle hablado, ni por nosotros ni por terceras personas, sino de su mera y pura voluntad se ha movido a quererlas edificar. Este verano en la universidad de Coímbra edificará el colegio, y la casa, pienso que en la ciudad de Evora; y creo que escribirá a su Santidad para que le envíe algunos o alguno de la Compañía para estos principios, para que ayuden a maestro Simón.

El rey en ser tan aficionado a nuestra Compañía, y desear el aumento de ella, como uno de nosotros, y todo por sólo amor y honra de Dios nuestro Señor, a nosotros nos ha obligado por Dios a serle perpetuos siervos, paresciéndonos que a una voluntad tan crescida, con obras tan cumplidas, si no conosciésemos la obligación que tenemos a los que en servicio de Dios nuestro Señor así se señalan, delante del acatamiento divino caeríamos en mucha falta; y así en nuestras oraciones y indignos sacrificios conoscemos tanta obligación, que pensaríamos caer en pecado de ingratitud, si los días que viviésemos, nos olvidásemos de su Alteza.

Micer Paulo [Pablo Camerte, jesuita] y un otro, portugués [Francisco Mansillas, aún no sacerdote] y yo partimos esta semana a las Indias; y según la mucha disposición que hay en aquellas tierras para convertir ánimas, a lo que nos dicen todos los que han estado allá muchos años, esperamos en Dios nuestro Señor que habemos de hacer mucho fruto.

3. Envíanos el rey muy favorescidos, y nos ha mucho encomendado al visorrey [Martín Alonso de Sousa] que este año va a las Indias, en cuya nao vamos nosotros, y muéstranos mucho amor, tanto que hasta nuestra embarcación él no quiere que otro entienda, si él no, y de las cosas necesarias para el mar ha tomado cargo de proveernos hasta ponernos a su mesa. Estas particularidades solamente os escribo porque sepáis que, con su favor, mucho fruto podremos hacer entre aquellos reyes gentiles, por el mucho crédito que un visorrey tiene en aquellas partes.

4. El visorrey que este año va a las Indias, ha estado en ellas muchos años. Es hombre mucho de bien; tal fama tiene en toda esta corte, y allá en las Indias muy quisto de todos. El me dijo este otro día que en la India, en una isla de solos gentiles, sin mixtura de moros ni judíos [Ceylán], que habíamos de hacer mucho fruto, y él no pone dificultad de hacerse cristiano el rey de aquella isla con los de su reino.

5. Creo que Dios nuestro Señor, por la mucha fe de algunas personas que de nosotros tienen alguna opinión, y por la necesidad que tienen de nuestros pequeños y flacos servicios, gentes que no conocen a Dios y dan culto a los demonios, no podemos dudar, puesta toda nuestra esperanza en Dios [1Tes 4,5], sino que habemos de servir a Cristo nuestro Señor, y ayudar nuestros prójimos, trayéndolos a verdadero conoscimiento de la fe.

6. Por amor y servicio de Dios nuestro Señor, os rogamos que nos escribáis para el marzo que viene, cuando partirán las naos de Portugal para la India, muy a largo de las cosas que allá os paresciere, acerca del modo que debemos de tener entre los infieles; porque, dado que la experiencia nos mostrará parte del modo que debemos de tener, esperamos en Dios nuestro Señor que lo demás placerá a su divina Majestad darnos por Vosotros a conoscer de la manera que lo habemos de servir, como lo ha hecho hasta agora, y temiéndonos de lo que suele ser ya muchos acaescer, que, o por descuidos, o por no querer demandar y tomar de otros, suele Dios nuestro Señor negarles muchas cosas, las cuales daría si bajando nuestros entendimientos, pidiésemos ayuda y consejo en lo que habemos de hacer, principalmente a aquellas personas por medio de las cuales ha placido a su divina Majestad darnos a sentir en qué de nosotros se manda servir: os rogamos, Padres, y os suplicamos una y otra vez en el Señor [1Tes 4,1] por aquella nuestra estrechísima amistad en Cristo Jesús, que nos escribáis los avisos y medios para más servir a Dios nuestro Señor, que allá os paresciere que debemos de hacer, pues tanto deseamos la voluntad de Cristo nuestro Señor por vosotros sernos manifestada; y en vuestras oraciones ultra de la acostumbrada memoria, otra más particular os pedimos que tengáis, pues la larga navegación y nueva contratación [trato familiar] de gentiles, con nuestro poco saber, pide más y más favor del acostumbrado.

7. De las Indias os escribiremos más a largo con las primeras naos que de allá vinieren, dándoos entera información de lo de allá. El rey me dijo, cuando dél me despedí, que por amor de nuestro Señor le escribiese muy alargo de la disposición que allá hay para la conversión de aquellas pobres ánimas, doliéndose mucho de la miseria en que están metidas, y muy deseoso que el Creador y Redentor dellas no sea perpetuamente ofendido de las creaturas, a su imagen y similitud criadas, y con tanto precio compradas.

Es tanto el celo que su Alteza tiene de la honra de Cristo nuestro Señor y de la salvación de los prójimos, que es cosa para dar infinitos loores y gracias a Dios de ver un rey que tan bien y píamente siente de las cosas de Dios: y es así que, si yo no fuera testigo de todo, como soy, no pudiera creer lo mucho que en él he visto. Plegue a Dios nuestro Señor le acresciente los días de su vida por muchos años, pues tan bien los emplea, y es tan útil y necesario para su pueblo.

8. De acá os hago saber cómo esta corte está muy reformada; y tanto, que participa más de religión que de corte. Son tantos los que sin faltar de ocho a ocho días se confiesan y comulgan, que es cosa para dar gracias y loores a Dios. Somos tan ocupados en confesiones, que, si fuésemos doblados de los que somos, tendríamos sobrados penitentes, ocupándonos todo el día entero, y parte de la noche, y esto de solos cortesanos, sin entrar otra gente.

Los que venían a negociar a la corte, cuando estábamos en Almerín [casa de campo del Rey], estaban maravillados de ver la gente que se comulgaba todos los domingos y fiestas; y ellos, viendo el buen ejemplo de los de la corte, hacían lo mismo: de manera que, si fuéramos muchos, no fuera ningún negociante que primero no buscara de negociar con Dios que con el rey. Por las muchas confesiones no habemos tenido espacio para predicar; y juzgando servir más a nuestro Señor en ocuparnos en confesiones que no en predicaciones, por haber muchos predicadores en esta Corte, habemos dejado de predicar.

9. De acá no hay más que haceros saber más de cuanto estamos para embarcar. Cesamos rogando a Cristo nuestro Señor nos dé gracia de vernos y juntarnos en la otra vida corporalmente, pues en ésta no sé si más nos veremos, así por la mucha distancia de Roma a la India, como por la mucha mies que allá hay sin irla a buscar a otra parte. Y quien primero fuere a la otra vida y allá no encontrará al hermano que ama en el Señor, ruegue a Cristo nuestro Señor que a todos allá en su gloria nos junte.

De Lisboa a 18 de marzo, año 1541.

Por todos estos vuestros en el Señor dilectos,

Francisco de Xabier.


Doc. 13
A sus compañeros residentes en Roma
Mozambique 1º de enero 1542

La gracia y amor de Cristo nuestro Señor sea siempre en nuestra ayuda y favor.

1. De Lisboa os escribí, a mi partida, de todo lo que allá pasaba, de donde partimos a siete de abril del año de 1541. Anduve por la mar mareado dos meses, pasando mucho trabajo quarenta días en la cuesta de Guinea, así en grandes calmas como en no ayudarnos el tiempo. Quiso Dios nuestro Señor hacernos tan grande merced de traernos a una isla [Mozambique], en la cual estamos hasta el día presente.

2. Porque soy cierto que habéis de holgar en el Señor, si Dios nuestro Señor se ha querido servir de nosotros para servir sus siervos. Luego que llegamos aquí tomamos cargo de los pobres dolientes que venían en el armada; y así yo me ocupé en confesarlos, comulgarlos y ayudarlos a bien morir, usando de aquellas indulgencias plenarias que Su Santidad me concedió para las partes de acá. Casi todos morían con grande contentamiento en ver que plenariamente a la hora de la muerte los podía absolver. Micer Paulo y micer Mancilla se ocupaban acerca lo temporal. Todos posábamos con los pobres, según nuestras pequeñas y flacas fuerzas, ocupándonos así en lo temporal como en lo espiritual. El fruto que se hace, Dios lo sabe, pues él lo hace todo.

3. A nosotros alguna consolación nos es, y no pequeña, estar al cabo el señor gobernador y todos los nobles que vienen en esta armada, ser nuestros deseos mucho diferentes de todo favor humano, sino solo por Dios; porque los trabajos eran de tal calidad, que yo no me atreviera sólo un día por todo el mundo. Gracias hacemos a Dios nuestro Señor grandes, por habernos dado este conoscimiento y habernos dado fuerzas para el complirlo. El señor gobernador me tiene dicho que tiene esperanza muy grande en Dios nuestro Señor que adonde nos ha de mandar, se han de convertir muchos cristianos [muchos paganos se han de hacer cristianos]. Por amor de nuestro Señor os rogamos todos que en vuestras oraciones y en vuestros sacrificios tengáis especial memoria de rogar a Dios por nosotros, pues nos conoscéis y sabéis de cuán bajo metal somos.

4. Una de las cosas que nos da mucha consolación y esperanza muy crecida, que Dios nuestro Señor nos ha de hacer merced, es un entero conoscimiento que de nosotros tenemos, que todas las cosas necesarias para un oficio de manifestar la fe de Jesucristo, vemos que nos faltan; y siendo así que lo que hacemos sólo es por servir a Dios nuestro Señor créscenos siempre esperanza y confianza, que Dios nuestro Señor para su servicio y gloria, nos ha de dar abundantísimamente en su tiempo todo lo necesario. Si allá hubiese algunas personas muy deseosas de servir a Dios nuestro Señor, mucho fruto se seguiría que mandásedes algunos a Portugal, porque de Portugal, con la armada que de allá viene todos los años, vendrán para la India.

5. Viniendo por el mar prediqué todos los domingos, y aquí en Mozambique las veces que podía. La voluntad y afección que el señor gobernador nos muestra y el amor que nos tiene es tanto, que todo favor para servicio de Dios nuestro Señor está muy cierto en el señor gobernador para nos lo dar.

6. Mucho deseara poder escribir más largo, mas por cuanto [ahora] la enfermedad no lo sufre; hoy me sangraron la setena vez y hállome en mediocre disposición. Dios loado. A todos nuestros conoscidos y amigos mandaréis dar mis encomiendas.

De Mozambique el primer día de enero de 1542.

Francisco.


Doc. 14
Doctrina cristiana. Catecismo breve

Este catecismo breve, compuesto por San Francisco Javier en 1542, reproduce casi exactamente el texto que Juan de Barros había publicado en Lisboa en 1539-1540. Tiene este texto, sin embargo, gran interés porque nos manifiesta la Doctrina católica enseñada por el Patrón de las Misiones. También nos muestra cómo el Santo, fiel a la tradición antigua, catequizaba tomando como base las oraciones vocales de la Iglesia. Siempre une Javier la oración y la evangelización.

1. Señor Dios, ten misericordia de nosotros. Jesucristo, Hijo de Dios, ten misericordia de nosotros. Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.

2. Creo en Dios Padre todopoderoso, criador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor. Creo que fue concebido del Espíritu Santo y nació de la Virgen María. Creo que padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado. Creo que descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de los muertos. Creo que subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso. Creo que ha de venir de los cielos a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo. Creo en la Santa Iglesia Católica. Creo en la comunión de los santos y en la remisión de los pecados. Creo en la resurrección de la carne. Creo en la vida eterna. Amén.

3. Verdadero Dios, yo confieso de voluntad y corazón, como buen y leal cristiano, la Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo, tres personas, un solo Dios. Yo creo firmemente, sin dudar, todo lo que cree la santa madre Iglesia de Roma, y también yo prometo, como fiel cristiano, vivir y morir en la santa fe católica de mi Señor Jesucristo. Y cuando a la hora de mi muerte no pudiere hablar, ahora, para cuando yo muriere, confieso a mi Señor Jesucristo con todo mi corazón.

4. Padre nuestro, que estás en los cielos; santificado sea el tu nombre; venga a nos el tu reino; hágase tu voluntad así en la tierra como en los cielos. El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos de todo mal.

5. Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de mi muerte. Amén.

6. Los mandamientos de la ley del Señor Dios son diez. El primero es amar a Dios sobre todas las cosas. El segundo es no jurar el nombre de Dios en vano. El tercero es guardar los domingos y fiestas. El cuarto es honrar a tu padre y a tu madre, y vivirás muchos años. El quinto no matarás. El sexto no fornicarás. El séptimo es no hurtarás. El octavo es no levantarás falso testimonio. El nono es no desearás las mujeres ajenas. El décimo no codiciarás las cosas ajenas.

7. Dice Dios: los que guardaren estos diez mandamientos irán al paraíso. Dice Dios: los que no guardaren estos diez mandamientos irán al infierno.

8. Ruégoos, Señor mío Jesucristo, que me deis gracia hoy, en este día, en todo tiempo de mi vida, para guardar estos diez mandamientos.

9. Ruégoos, Señora mía Santa María, que queráis rogar por mí a vuestro bendito Hijo, Jesucristo, que me dé gracia hoy, en este día, todo el tiempo de mi vida, para guardar estos diez mandamientos.

10. Ruégoos, Señor mío Jesucristo, que me perdonéis mis pecados que hice hoy, en este día, en todo el tiempo de mi vida, en no guardar estos diez mandamientos.

11. Ruégoos, Señora mía Santa María, Reina de los ángeles, que me alcancéis perdón de vuestro bendito Hijo Jesucristo, de los pecados que hice hoy, en este día, en todo tiempo de mi vida, en no guardar estos diez mandamientos.

12. Los mandamientos de la Iglesia son cinco. El primero es oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar. El segundo es confesarse el cristiano una vez en la Cuaresma o antes, si se espera entrar en algún peligro de muerte. El tercero es tomar comunión, por obligación, en día de Pascua, o antes o después, según la costumbre del obispado. El cuarto es ayunar, cuando lo manda la santa Iglesia, a saber, vigilias, cuatro Témporas y la Cuaresma. El quinto es pagar diezmos y primicias.

13. Dios te salve, Reina, Madre de misericordia, dulzura de la vida, esperanza nuestra, Dios te salve. A ti clamamos los desterrados hijos de Eva. A ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea, pues, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. Oh clemente, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María. Amén. Ruega por nosotros, que seamos merecedores de las promesas de Jesucristo. Amén Jesús.

14. Yo pecador, muy errado, me confieso al Señor Dios y Santa María, a San Miguel, el ángel, a Juan Bautista, y a San Pedro y a San Pablo y Santo Tomás, y a todos los santos y santas de la corte de los cielos. Y a vos, Padre, digo mi culpa, que pequé grandemente por pensamiento y por palabra y por obra, del mucho bien que pudiera hacer que no hice, y del mucho mal de que me pudiera apartar, y no me aparté: de todo me arrepiento y digo a Dios mi culpa, mi grande culpa, Señor, mi culpa. Pido y ruego a mi Señora, Santa María, y a todos los santos y santas, que quieran rogar por mí a mi Señor Jesucristo, que me quiera perdonar mis pecado presentes, confesados, pasados y olvidados, y de aquí para adelante me dé su gracia, que me guarde de pecar y me lleve a gozar la gloria del paraíso. Amén.

15. Los pecados mortales son siete. El primero es soberbia. El segundo es avaricia. EL tercero es lujuria. El cuarto es ira. El quinto es gula. El sexto es envidia. El séptimo pereza.

16. Las virtudes morales contra los pecados mortales son siete. La primera es humildad contra la soberbia. La segunda es largueza contra avaricia. La tercera es castidad contra lujuria. La cuarta es paciencia contra la ira. La quinta es temperancia contra la gula. La sexta es caridad contra la envidia. La séptima es diligencia contra la pereza.

17. Las virtudes teologales son tres. La primera fe; la segunda esperanza; la tercera caridad.

18. Las virtudes cardinales son cuatro. La primera prudencia; la segunda fortaleza; la tercera templanza; la cuarta justicia.

19. Las obras de misericordia corporales son siete. La primera es visitar los enfermos. La segunda dar de comer a quien tiene hambre. La tercera dar de beber a quien tiene sed. La cuarta es redimir a los cautivos. La quinta es vestir a los desnudos. La sexta es dar posada a los peregrinos. La séptima es enterrar a los muertos.

20. Las obras de misericordia espiritual son siete. La primera es enseñar a los simples sin doctrina. La segunda, dar buen consejo a quien lo ha menester. La tercera es castigar a quien ha menester castigo. La cuarta es consolar a los tristes desconsolados. La quinta es perdonar al que ha errado. La sexta es sufrir las injurias con paciencia. La séptima es rogar a Dios por los vivos, que los guarde de pecados mortales, y por los muertos, que los saque de las penas del purgatorio y los lleve al paraíso.

21. Los sentidos corporales son cinco. El primero es ver. El segundo es oír. El tercero es oler. El cuarto es gustar. El quinto es palpar.

22. Las potencias del alma son tres. La primera memoria la segunda entendimiento; la tercera voluntad.

23. Los enemigos del alma son tres. El primero es el mundo. El segundo es la carne. El tercero es el diablo.

24. Oración a la Hostia. Adórote, mi Señor Jesucristo, bendígote pues por tu santa cruz redimiste el mundo y a mí. Amén.

25. Oración al cáliz. Adórote, sangre de mi Señor Jesucristo, que fuista derramada en la cruz por salvar a los pecadores y a mí. Amén.

26. ¡Oh mi Dios!, poderoso y Padre piadoso, Criador de todas las cosas del mundo; en vos, mi Dios y Señor, pues sois todo mi bien, creo firmemente, sin poder dudar, que me tengo de salvar por los méritos infinitos de la muerte y pasión de vuestro Hijo Jesucristo, mi Señor, aunque los pecados de cuando era pequeño sean muy grandes, con todos los demás que tengo hechos hasta esta hora presente, pues es mayor vuestra misericordia que la maldad de mis pecados. Vos, Señor, me criasteis, y no mi padre ni mi madre, y me disteis alma y cuerpo y cuanto tengo. Y Vos, mi Dios, me hicisteis a vuestra semejanza, y no los pagodas [ídolos], que son dioses de los gentiles en figura de bestias y alimañas del diablo. Yo reniego de todos los pagodas, hechiceros, adivinadores, pues son cautivos y amigos del diablo.

Oh gentiles, ¡qué ceguera de pecado la vuestra tan grande, que hacéis de Dios bestias y demonio, pues lo adoráis en sus figuras!

Oh cristianos, demos gracias y loores a Dios, trino y uno, que nos dió a conocer la fe y la ley verdadera de su Hijo Jesucristo.

27. Oh Señora, Santa María, esperanza a los cristianos, Reina de los ángeles y de todos los santos y santas que están con Dios en los cielos; a vos, Señora, y a todos los santos, me encomiendo, ahora y para la hora de mi muerte, que me guardéis del mundo, de la carne, del diablo, que son mis enemigos, deseosos de llevar mi alma a los infiernos.

28. Oh señor San Miguel, defiéndeme del diablo a la hora de mi muerte, cuando estuviere dando cuenta a Dios de mi vida pasada.

Pesad, Señor, mis pecados con los méritos de la muerte y pasión de mi Señor Jesucristo, y no con mis pocos merecimientos: así seré libre del poder del enemigo e iré a gozar para siempre, sin fin de los fines.

39. A la bendición de la mesa. Bendecid: Resp.: El Señor. Bendíganos el Señor, Dios trino y uno, a nosotros y lo que hemos de comer. Bendigamos al Señor. Resp.: A Dios sean dadas las gracias. Vers.: Alabanza a Dios, paz a los vivos, descanso a los difuntos. Amén. Dios nos junte en el paraíso. Amén.


Doc. 15
A sus compañeros residentes en Roma

Goa 20 de septiembre 1542

Goa, capital de la India portuguesa, con más de cien clérigos, era entonces una ciudad cristiana, aunque tenía muchísimos paganos. En la ciudad y alrededores había catorce iglesias y ermitas. De Mozambique a Goa viajó Javier con el gobernador. Sus dos compañeros viajaron más tarde.

La gracia y paz de Cristo Señor nuestro sea siempre con nosotros. Amén.

1. Cuando de Lisboa partimos micer Paulo, Francisco de Mansillas e yo, os escrebí muy largo de nuestra venida para la India; y así agora hago lo mismo, dándoos parte de nuestro viaje y llegada en la India, pues cuando de vosotros partí, me mandasteis que fuese solicito en escrebiros muy largo de nuestra llegada en estas partes de la India, todas las veces que ser pudiese.

2. Hágoos saber que nosotros partimos de Lisboa para la India a siete de abril, año de 1541, y llegamos a India a seis de mayo del año 1542; de manera que pusimos en el camino un año y más de Portugal a India, donde comúnmente no suelen poner más de seis meses. En la nao todo el tiempo que navegamos, siempre venimos de salud; todos veníamos en la nao donde venía el señor gobernador y muy favorecidos dél. El tiempo que navegamos, no faltaban en la nao confesiones, así de los que venían enfermos como de los sanos. Los domingos predicaba. Loado sea Dios nuestro Señor, pues fue servido hacerme merced, que, navegando por el señorío de los peces, hallase a quien su palabra manifestase, y el sacramento de la confesión por la mar no menos necesario que en la tierra administrase.

3. Antes que pudiésemos pasar a estas partes de la India, llegamos en una isla que se llama Mozambique, donde invernamos cinco naos muy grandes con mucha gente, en la cual Isla estuvimos seis meses, donde el rey de Portugal tiene una fortaleza. En esta ínsula hay un lugar de portugueses y otro de moros de paces. Adoleció mucha gente el tiempo que aquí estuvimos: murieron algunos ochenta hombres. Nosotros posamos siempre en el hospital con los enfermos, teniendo cargo de ellos. Micer Paulo y Mansilla ocupábanse de lo corporal e yo en confesar y comulgar de continuo, no pudiendo acabar de cumplir con todos. Los domingos solía predicar: tenía mucho auditorio por estar el Señor gobernador presente. Era muchas veces importunado de ir a confesar fuera del hospital; y no podía dejar de ir cuando algún hombre de manera estaba enfermo, o en otra cualquiera necesidad se ofreciese.

De manera que no faltaron ocupaciones espirituales todo el tiempo que estuvimos en Mozambique. El señor gobernador y todos los nobles nos mostraban mucho amor y voluntad, y toda la gente de guerra, y por la gracia de Dios nuestro Señor, a edificación de todos ellos estuvimos en aquella isla por espacio de seis meses.

4. De Mozambique a India hay 900 leguas; y cuando el señor gobernador de esta ínsula partió para venir a estas partes de la India, a esta sazón había muchos enfermos. Rogónos el señor gobernador que tuviésemos por bien de quedar en Mozambique algunos de nosotros, para mirar por los enfermos que quedaban en aquella tierra, los cuales no estaban en disposición de poderse embarcar. Y así micer Paulo y Mansilla quedaron ahí, por parecer del señor gobernador, y a mí mandóme que viniese con su señoría, por cuanto él venía mal dispuesto, para confesarlo hallándose en necesidad; y así quedaron micer Paulo y Mansilla en Mozambique, e yo vine con el gobernador. Agora cada día espero por ellos en las naos que han de venir de Mozambique este mes de septiembre.

5. Ha cuatro meses y más que llegamos a India, a Goa, que es una ciudad toda de cristianos, cosa para ver. Hay un monasterio de muchos frailes de la orden de San Francisco y una seo muy honrada y de muchos canónigos, y otras muchas iglesias. Cosa es para dar muchas gracias a Dios nuestro Señor en ver que el nombre de Cristo tanto florece en tan luengas tierras y entre tanto infieles.

6. De Mozambique a Goa pusimos más de dos meses. Pasamos por una ciudad de moros los cuales son de paces: llámase la ciudad Milinde [hoy Malindi, Kenia], en la cual el más del tiempo suele haber mercaderes portugueses: y los cristianos que ahí mueren, entiérranse en unas tumbas grandes, las cuales hacen con cruces. Junto con esta ciudad hicieron los portugueses una cruz grande de piedra, dorada, muy hermosa [puesta en 1498 por Vasco da Gama]. En verla, Dios nuestro Señor sabe cuánta consolación recebimos, conociendo cuán grande es la virtud de la cruz, viéndola así sola y con tanta vitoria entre tanta morería.

7. El rey desta ciudad de Milinde vino a ver el señor gobernador al galeón donde estaba, mostrándole mucha amistad. En esta ciudad de Milinde fui a enterrar a un hombre, el cual murió en nuestro en nuestro galeón, donde se edificaron los moros de ver el modo de proceder que tenemos los cristianos en soterrar a los finados.

8. Un moro de esta ciudad de Milinde, de los más honrados, me demandó que le dijese si las iglesias, donde nos solemos orar, si son muy visitadas de nosotros, y si somos férvidos en la oración, diciéndome cómo entre ellos se perdía mucho la devoción, y si era así entre los cristianos; porque en aquella ciudad hay diecisiete mezquitas, y la gente ya no iba más de a tres mezquitas, y a éstas muy poca gente era la que iba. De manera que estaba muy confuso en no saber dónde procedía perderse así la devoción: decíame que tanto mal no podía proceder sino de algún grande pecado.

Después que hubimos razonado un gran pedazo, él quedó con un parecer, yo con otro: de manera que no quedaba satisfecho de lo que le dije, que Dios nuestro Señor, siendo en todas sus cosas fidelísimo, no descansaba con infieles, y menos con sus oraciones; y que ésta era la causa porque Dios quería que la oración entre ellos se perdiese, pues della no era servido. Un moro muy docto en la secta de Maomet, el cual era el caciz [jefe religioso musulmán], esto es, maestro, estaba en aquella ciudad: decía que si dentro de dos años Maomet no viniese a visitarlos, que no había de creer más en él ni en su secta. Propio es de infieles y grandes pecadores vivir confiados: merced es que nuestro Señor les hace sin ellos conocerla.

9. De esta ciudad de Milinde, viniendo nuestro camino para la India, fuimos a dar a una isla grande de 25 ó 30 leguas, la cual se llama Socotora, tierra desamparada y pobre; no se coge en ella trigo, ni arroz, ni millo, ni vino, ni fruta: es muy estéril y seca. Hay muchos dátiles; el pan de aquella tierra es de dátiles. Hay mucho ganado, y mantiénense de leche, dátiles y carne.

10. Es una tierra de grandes calmas. La gente de esta ínsula son cristianos, al parecer dellos: por tales se tienen. Précianse mucho de ser cristianos en los nombres, y así lo muestran. Es gente muy ignorante: no saben leer ni escrebir ni tienen libros ni escrituras: son hombres de poco saber. Hónranse mucho de decir que son cristianos. Tienen iglesias y cruces y lámparas. Cada lugar tiene su caciz ; éste es como clérigo entre nos. No saben estos cacizes ni leer ni escrebir, ni tienen libros ni escrituras. Estos cacizes saben muchas oraciones de coro: van a la iglesia a media noche y a la mañana, y a hora de vísperas, y a la tarde a horas de completas, cuatro veces al día. No tienen campanas; con los palos llaman a la gente, como hacemos nosotros en la Semana Santa. No entienden los mismos cacizes las oraciones que rezan, porque no son en su lengua; creo que son en caldeo. Yo escrebí tres o cuatro oraciones de estas que ellos rezan.

Fui dos veces a esta ínsula. Son devotos de Santo Tomé; dicen ellos que son los cristianos que hizo Santo Tomé en estas partes. En las oraciones que rezan estos cacizes, dicen algunas veces alleluia, alleluia, casi así pronuncian la aleluya como nosotros. Estos cacizes no bautizan ni saben qué cosa es bautizar. Las veces que fui a estos lugares, bauticé muchos mochachos; holgaban sus padres e madres porque los bautizaba. Con mucho amor y voluntad, de su pobreza me daban de lo que tenían, e yo contentábame con la voluntad con que querían darme de sus dátiles. Rogáronme mucho que quedase con ellos, y que todos, grandes y pequeños, se bautizarían. Dije al señor gobernador que me diese licencia, que yo quería quedar ahí, pues hallaba mies tan preparada. y porque a esta isla vienen turcos y no es habitada de portugueses, y por no me dejar en peligro que me llevasen preso los turcos, no quiso el señor gobernador que quedase en aquella ínsula de Socotora, diciéndome que me había de enviar a otros cristianos que tienen tanta o más necesidad de doctrina que los de Socotora, donde haría más servicio a Dios nuestro Señor. Estuve a unas vísperas que dijo un caciz. Detúvose una hora en decirlas. Nunca otro hacía sino incensar y rezar; en todo tiempo incensaba.

Estos cacizes son casados. Son grandes ayunadores: cuando ayunan, no comen pescado, ni leche, ni carne; antes se dejarán morir. Hay mucho pescado en esta isla, mantiénense con dátiles y yerbas. Ayunan dos cuaresmas, y la una es de dos meses. Los que no son cacizes, si estas cuaresmas comen carne, no entran en las iglesias. Las mujeres no van a la Iglesia en estas cuaresmas.

11. En aquel lugar había una mora, la cual tenía dos hijos pequeños; yo quíselos bautizar, pensando que no eran hijos de moros. Ellos fueron huyendo de mí a su madre y dijéronle cómo yo los quise bautizar; y ella vino llorando a mí, que no los bautizase, porque ella era mora y no quería ser cristiana, ni menos quería que sus hijos lo fuesen. Los cristianos de la tierra me dijeron que en ninguna manera los bautizase, aunque su madre quisiese, porque ellos no eran contentos que moros fuesen merecedores de ser cristianos, ni habían de consentir que lo fuesen. Es gente muy enemiga de moros.

12. Llegamos a la ciudad de Goa a seis de mayo del año de 1542. Partimos al fin de febrero de Mozambique. Las cinco naos de mediado marzo partieron, de las cuales la principal se perdió; la gente casi toda se salvó. Perdióse cerca de tierra. Era nao muy rica; traía muchas mercadurías; era nao de 700 toneles y más.

Aquí en Goa posé en el hospital. Confesaba y comulgaba los enfermos que ahí estaban; eran tantos los que venían a confesarse, que, si estuviera en diez partes partido, en todas ellas tuviera que confesar. Después de cumplir con los enfermos, confesaba por la mañana los sanos que me venían a buscar: y después de mediodía iba a la cárcel a confesar los presos, dándoles alguna orden e inteligencia primero del modo y orden que habían de tener para confesarse generalmente. Después de haber confesado los presos, tomé una ermita de nuestra Señora, que estaba cerca del hospital, y ahí comencé a enseñar los mochachos las oraciones, el Credo y los mandamientos; pasaban muchas veces de trescientos los que venían a la doctrina cristiana. Mandó el señor obispo [Juan de Alburquerque, franciscano, muy amigo de Javier, primer Obispo de la India Oriental] que por las otras iglesias se hiciese lo mesmo, y así se continúa agora, donde el servicio que a Dios nuestro Señor en esto se hace, es mayor de lo que muchos piensan.

13. Con mucho amor y voluntad de los de aquesta ciudad habité aquí todo el tiempo que estuve; los domingos y fiestas predicaba en aquella ermita de nuestra Señora, después de comido, a los cristianos de la tierra un artículo de la fe. Iban tanta gente que no cabían en la ermita. y después de la predicación enseñaba el Pater noster, Avemaría, el Credo y los mandamientos de la ley. Los domingos iba fuera de la ciudad a decir misa a los enfermos del mal de San Lázaro [la lepra]: confesélos y comulguélos todos cuantos en aquella casa había; prediquélos una vez; quedaron muy amigos y devotos míos.

14. Agora me manda el señor gobernador para una tierra, donde todos dicen que tengo de hacer muchos cristianos. Llevo conmigo tres de aquella tierra, los dos son de epístola y evangelio; saben la lengua portuguesa muy bien, y más la suya natural; el otro no tiene sino órdenes menores. Creo que hemos de hacer mucho servicio a Dios nuestro Señor. En viniendo micer Paulo y Francisco Mansillas de Mozambique, hame dicho el señor gobernador que luego los mandará donde yo voy, que es a 200 leguas de Goa. Llámase la tierra donde voy el Cabo de Comurín [India meridional, o sea Pesquería y Travancor]. Placerá a Dios nuestro Señor que, con el favor y ayuda de vuestras devotas oraciones, no mirando Dios nuestro Señor a mis infinitos pecados, que me ha de dar su santísima gracia para que acá en estas partes mucho le sirva.

15. Los trabajos de tan larga navegación, cuidado de muchas enfermedades espirituales, no pudiendo hombre cumplir con las suyas, habitación de tierra tan sujeta a pecados de idolatría, y tan trabajosa de habitar, por las grandes calmas que hay en ella; tomándose estos trabajos por quien se deberían tomar, son grandes refrigerios y materia para muchas y grandes consolaciones. Creo que los que gustan de la cruz de Cristo nuestro Señor, descansan viniendo en estos trabajos, y mueren cuando de ellos huyen o se hallan fuera de ellos. ¡Qué muerte es tan grande vivir, dejando a Cristo, después de haberlo conocido, por seguir propias opiniones o aficiones! No hay trabajo igual a éste, y por el contrario, ¡qué descanso vivir muriendo cada día, por ir contra nuestro propio querer, buscando no los propios intereses sino los de Jesucristo! [Flp 2,21].

Por amor y servicio de Dios nuestro Señor os ruego, hermanos carísimos, que me escribáis muy largo de todos los de la Compañía: porque ya que en esta vida no espero más veros cara a cara, sea a lo menos por enigmas [cf. 1Cor 13,12], esto es, por cartas. No me neguéis esta gracia, dado que yo no sea merecedor de ella; acordaos que Dios nuestro Señor os hizo merecedores, para que yo, por vosotros, mucho mérito y refrigerio esperase y alcanzase. Del modo que tengo de tener con estos gentiles y moros donde agora voy, escrebidme muy largo, por servicio de Dios nuestro Señor, pues, por medio de vosotros, espero que el Señor me ha de dar a entender el modo que acá tengo de tener en convertirlos a su santa fe.

Las faltas que en este medio, que respuesta destas no tuviere, espero en nuestro Señor que por vuestras cartas me han de ser manifestadas, y en lo por venir enmendarme. En este medio, por los méritos de la santa madre Iglesia, en quien yo mi esperanza tengo, cuyos miembros vivos vosotros sois, confío en Cristo nuestro Señor que me ha de oír y conceder esta gracia, que use deste inútil instrumento mío, para plantar su fe entre gentiles; porque, sirviéndose su Majestad de mí, gran confusión sería para los que son para mucho, y acrecentamiento de fuerzas para los que son pusilánimes; y viendo que, siendo yo polvo y ceniza [Gén 18,27], y aun esto de lo más ruin, que presto para ser testigo de vista de la necesidad que acá hay de operarios, cuyo siervo perpetuo sería de todos aquellos que a estas partes quisiesen venir, para trabajar en la amplísima viña del Señor [Mt 9,37].

Así ceso, rogando a Dios nuestro Señor que, por su infinita misericordia, nos junte en su santa gloria, pues para ella fuimos criados, y acá, en esta vida, nos acreciente las fuerzas, para que en todo y por todo lo sirvamos como él manda y su santa voluntad en esta vida cumplamos.

De Goa a 20 de setiembre, año de 1542. Vuestro inútil hermano en Cristo,

Francisco de Xabier.


Doc. 16
Al Padre Ignacio de Loyola, Roma
Goa 20 de septiembre 1542

La gracia y paz de Jesucristo Señor nuestro sea siempre con nosotros. Amén.

1. En esa cibdad de Goa movió Dios nuestro Señor algunas personas para que le sirviesen en hacer un colegio, el cual era más necesario en estas partes que otra cosa, y cada día se va haciendo más. Es cosa para dar muchas gracias al Señor, que tales edificios materiales para edificación de muchos templos espirituales, doctrina y conversión de muchos infieles manda a sus siervos hacer. Dos que tienen cargo de edificar el colegio, son hombres muy honrados y principales. El señor gobernador da todo el favor para que este colegio se haga; paresce a su señoría ser tanto servicio de Dios nuestro Señor edificar esta casa, en estas partes tan necesaria, que por su causa se ha de acrescentar y en breve tiempo acabar. La iglesia que hacen dentro del colegio, es muy hermosa. Los fundamentos son ya acabados y las paredes ya alzadas; agora la cubren. Este verano dirán misa en ella.

Es mayor la iglesia, cuasi dos veces, que la iglesia del colegio de Sorbona. Tiene ya renta, con la cual puede ya mantener mas de ciento estudiantes. De cada día ha de ser muy dotada, según paresce a todos muy bien. Los de acá confiamos en Dios nuestro Señor que de este colegio, antes de muchos años, han de salir hombres, los cuales han de acrescentar en estas partes mucho la fe de Jesucristo y cumplir los límites de la santa madre Iglesia.

2. Creo que antes de seis años ha de haber pasados de trescientos estudiantes, entre los cuales ha de haber de varias lenguas, naciones y gentes. Espero en Dios nuestro Señor que de esta casa han de salir hombres, antes de muchos años, los cuales han de multiplicar el número de los cristianos. El señor gobernador, dándole Dios nuestro Señor paz con estos infieles, porque acá quasi siempre vivimos de guerra, ha de hacer los edificios materiales de este colegio en breve tiempo, por parescerle la cosa más pía y santa de toda la India; pues tales edificios como éstos, fundados en Cristo, son causadores de muchas victorias contra los infieles, contra los cuales su señoría ha alcanzado muchas y grandes victorias por lo pasado, y agora, por lo por venir, espera en Dios nuestro Señor que le ha de dar muchas mayores. Por tanto os manda rogar, por amor y servicio de Dios nuestro Señor, que en vuestras oraciones y de toda la Compañía tengáis en especial memoria de Martín Alfonso de Sosa, de encomendarlo a Dios nuestro Señor le dé gracia para bien gobernar esta India grande, y de tal manera se ocupe de los negocios temporales, que no pierda los eternos.

3. Y si de mi parte pensase que hay necesidad de rogaros que no olvidéis dél en vuestros devotos sacrificios, encomendároslo hía [os lo encomendaría] como a mi ánima propria, por serle yo tanto en obligación. Obligóme a ser tanto suyo su virtud, y también por ser él tan mío; todas estas obligaciones, así suyas como mías, por la gracia de Dios son en Cristo; y si dél algún tiempo me olvidase, lo que nunca nuestro Señor permita, paréceme que, por solo este descuido, Dios nuestro Señor me había de castigar por ofendello en tan grave pecado de ingratitud. El señor gobernador escribe sobre este colegio al rey, para que su alteza escriba a Roma a su Santidad, rogándole que tenga por bien de mandar a esta tierra algunos de nuestra Compañía, para que sean edificios espirituales de este tan santo colegio. Aquí algunos lo llaman la Conversión de San Pablo, y otros Santa Fe. Este último nombre me paresce más conforme, según ha de ser predicada y plantada.

4. Díjome el señor gobernador que os escribiese muy largo de este colegio y de su fundación. Fue fundado para que ahí fuesen enseñados en la fe los naturales de estas tierras, y de estos que fuesen de diversas naciones de gentes; y después que fuesen bien instruidos en la fe, mandarlos a sus naturalezas [lugares de origen] para que fructificasen en lo que eran instruidos. Está el señor gobernador tan bien con nuestra Compañía y modo de proceder, que no lo podría acabar de escribir; paréscele, pues Dios nuestro Señor por vos nos llamó a todos los que somos de una Compañía, que cumple con Dios y con su consciencia en presentaros la necesidad que hay, para enseñar los de este colegio, que vengan algunos de nuestra Compañía, y que a vos toca esta impresa de proveer de fundamentos espirituales para este colegio, y a su señoría de acabar y acrescentar los edificios materiales dél.

Dice el señor gobernador, que los que han de venir, sería cosa santa y de mucha estima, y causa de mucha gran devoción en estas partes, si para el altar mayor del colegio trujesen de su Santidad una gracia y privilegio, que todos aquellos que en el dicho altar celebraren misa por un difunto, saquen una ánima de purgatorio, así como si en los altares privilegiados de Roma dijesen.

Desea mucho el señor gobernador, para que en cosa tan santa no intervenga avaricia de los que ahí vinieren a celebrar, que la concesión fuese de esta manera: que todos los que dijesen misa en el dicho altar sea gratis y por amor de Dios, sin ninguna esperanza de premio temporal, y que de otra manera no gocen del privilegio; y el que la hace decir, que se confiese y comulgue en aquella misa; porque en mucha razón cabe que, quien es causa que saquen una ánima de purgatorio, que saque la suya primero del infierno; y a los que dijeren misa en el dicho altar gratis, etc., que su Santidad concediese algún premio, espiritual, o indulgencia plenaria, o otra, cual su Santidad mandase; y esto porque los sacerdotes, por amor del premio espiritual, holgasen de decir misa gratis, y por amor de Dios, sin ninguna esperanza de premio temporal; y de esta manera dice su señoría que desea mucho esta gracia en este colegio, porque de esta manera sería causa de mucha devoción, y estimarse hía como es mucha razón. Por esta y otras gracias espirituales que manda pedir, podéis juzgar el ánimo y celo que tiene, pues tan bien siente de cosas tan santas y pías, y así las procura.

5. Cierto soy que los que han de venir de nuestra Compañía, que ha de venir persona o personas que vos mucho confiéis, pues han de tener cargo de un tal colegio como éste, han de pasar muchos trabajos, porque los de esta tierra son grandes, según ella debilita a los que no son criados en ella. Pensad una cosa: que así el mar como la tierra los ha de probar para cuánto son. No es esta tierra sino para hombres de gran complexión y no de mucha edad; más es para mancebos que no para viejos, aunque para los viejos holgantes es buena. Con mucha caridad y amor de los de esta tierra han de ser recibidos los que de nuestra Compañía vinieren. Han de ser muy importunados de muchas confesiones, Ejercicios Espirituales y predicaciones. Pensad que hallarán mucha mies. Hay ya más de sesenta mochachos naturales de la tierra, de los cuales tiene cargo un padre reverendo. Estos este verano habitarán en el colegio. Entre éstos hay muchos, y cuasi todos, que saben leer y rezar el oficio, y muchos dellos escrebir. Están ya para podellos monstrar [enseñar] gramática. Esta cuenta os doy para que de allá proveáis quien acá se ocupe en sólo enseñar gramática, que tendrá mucha ocupación.

6. De los que han de venir, desea el señor gobernador que entre ellos viniese algún predicador, el cual se ocupase con los clérigos en Ejercicios Espirituales, o en leerles alguna cosa de la Sagrada Escritura o de materia de sacramentos, porque los clérigos que vienen a India, no son todos letrados; y con esto juntamente, poniendo por obra lo que les leyese y enseñase, los moviese e inflamase en el amor de Dios y salvación de los prójimos, viendo ellos en el poner por ejecución lo que les leyese, pues las obras son las que mueven más que palabras; y los otros se ocupasen en confesiones, ministrar los sacramentos y conversar con los gentiles de esta isla, porque habrían de convertir muchos, y hacer infinito fruto en las ánimas dadas a la idolatría, que, muchas de ellas, por no saber quien las ayude a salir de tanta ignorancia, vienen en tanta infidelidad, sin conoscer a su Criador y Señor.

Espera el señor gobernador que de Roma han de venir tres clérigos y un maestro de gramática, porque así me paresce que escribe al rey, para que su alteza escriba a su Santidad demandándole cuatro de nuestra Compañía, y también acerca de nuestras indulgencias que en la otra carta os escribo, para que el rey provea en Roma cómo se despachen, las cuales, si trujeren los que de nuestra Compañía vinieren, pensad que las voluntades de todos los portugueses que hay en la India tendrán ganadas, y mucha autoridad y crédito con todos ellos, que es grande parte para imprimir en sus ánimas todas cosas espirituales. Sobre todas las naciones que he visto, creo que la portuguesa hace ventaja a todas en estimar las gracias, indulgencias de Roma. Y esta concesión de estas gracias será causa que muchos más se alleguen a los sacramentos, y ansí por esta razón, como por ser los portugueses muy obedientes, vendrá en concederles las indulgencias que esperan. Todas las gracias que de allá trajeren los de nuestra Compañía, traerlas han muy autorizadas por bulas de su Santidad, para mayor autoridad y mayor aumento de devoción.

7. El señor gobernador, a lo que creo, os escribe; y aunque no os conosce de vista, mucho vuestro devoto y de todos los de la Compañía. No dejéis de escribirle y mandarle un par de rosarios de cuentas, unas para su mujer y otras para él, con todas las gracias, indulgencias que de su Santidad pudiéredes alcanzar: halas mucho de estimar, ansí por las gracias, indulgencias que su Santidad le ha de conceder, como por enviárselas vos. Más os pide el señor gobernador, que por la mucha confianza que en vos tiene, que le alcancéis esta gracia, y privilegio de su Santidad, que todas las veces que se confesare él y su mujer, hijos y hijas, que le conceda su Santidad aquellas indulgencias que ganarían, si todas las siete iglesias de Roma en persona visitasen. En esto recibirá el señor gobernador gran caridad de vos, y pensaría de mí que algún crédito tengo con vos, si por escribiros yo de su parte, alcanzáredes de su Santidad estas gracias y las otras.

Así acabo rogando a Cristo nuestro Señor, pues por su infinita misericordia nos juntó en esta vida, que después de la muerte nos lleve a su santísima gloria. De Goa a 20 de setiembre, año de 1542.

Vuestro hijo en Cristo,

Francisco de Xabier.


Doc. 19
Al Padre Ignacio de Loyola, Roma
Tuticorín 28 de octubre 1542

La gracia y paz de Jesucristo Señor nuestro sea siempre con nosotros. Amén.

1. De la ciudad de Goa os escrebí muy largo de toda nuestra peregrinación después que partimos de Lisboa, hasta nuestra llegada en la India; y también cómo estaba de partida para Tutucurín [capital principal de la Pesquería], en compañía de unos padres de aqueste lugar, los cuales de pequeños fueron llevados para la ciudad de Goa, donde fueron enseñados en las cosas eclesiásticas, de manera que agora son de evangelio [diáconos].

2. Venimos por lugares de cristianos, que agora habrá ocho años que se hicieron cristianos [probablemente Manapar]. En estos lugares no habitan portugueses, por ser la tierra muy estéril en extremo y paupérrima. Los cristianos de estos lugares, por no haber quien los enseñe en nuestra fe, no saben más de ella que decir que son cristianos. No tienen quien les diga misa [había solo un sacerdote], ni menos quien los enseñe el Credo, Pater noster, Ave María, ni los mandamientos.

En estos lugares, cuando llegaba, bautizaba todos los mochachos que no eran bautizados; de manera que bauticé una grande multitud de infantes que no sabían distinguir la mano derecha de la izquierda. Cuando llegaba en los lugares, no me dejaban los mochachos ni rezar mi oficio, ni comer, ni dormir, sino que los enseñase algunas oraciones. Entonces comencé a conocer por qué de los tales es el reino de los cielos [Mt 19,14]. Como tan santa petición no podía sino impíamente negarla, comenzando por la confesión del Padre, Hijo y Espíritu Santo, por el Credo, Pater noster, Ave María, así los enseñaba. Conocí en ellos grandes ingenios; y si hubiese quien los enseñase en la santa fe, tengo por muy cierto que serían buenos cristianos.

3. Viniendo por el camino, llegué en un lugar de gentiles [quizá Kombuture], donde no había ningún cristiano, ni se quisieron hacer cuando sus vecinos se convirtieron a la fe, diciendo que eran vasallos de un señor gentil, el cual él no quería que ellos fuesen cristianos.

En este lugar estaba una mujer con dolores de parto, había tres días, y muchos desconfiaban de su vida; y como las invocaciones de los gentiles desplazcan a Dios, por ser todos los dioses de los gentiles demonios [Sal 95,5], sus peticiones no eran oídas ni vistas en la presencia del Señor [Sal 101,1]; fui con uno de aquellos padres que venían conmigo, a aquella casa, donde estaba aquella cuitada mujer con dolores de parto. Entrando en casa, comencé confiadamente a invocar el grande nombre de Cristo [Hch 19,13], no pensando que estaba en tierra ajena, sino creyendo más bien que del Señor es la tierra y lo que la llena, el mundo y los habitantes de él [Sal 23,1]; y comenzando por el Credo y el Padre, mi compañero, declarando en su lengua de ellos [tamul], vino ella, por el favor divino, a creer en los artículos de la fe. Demandéle si quería ser cristiana. Respondióme que de muy entera voluntad quería serlo. Recé entonces los evangelios en aquella casa, los cuales creo que en aquella casa nunca fueron dichos, y después bauticéla. ¿Qué más? Después del bautismo inmediatamente dio a luz la que confiadamente esperó y creyó en Jesucristo. Después bauticé a su marido, hijos y hijas, el infante nacido aquel día, con todos los de casa. Sonóse por el lugar lo que Dios nuestro Señor en esta casa obró.

Acabado esto, fui a los principales de este lugar, y requeríles de parte de Dios que creyesen en Jesucristo, su Hijo, en quien únicamente está la salvación [Hch 4,12]. Ellos me respondieron que, sin licencia del señor del lugar, que no se osarían hacerse cristianos. Fui a un criado del señor del lugar, el cual era venido para cobrar ciertas rentas de su señor. Después que le hablé, dijo él que ser cristiano era buena cosa, y que él les daba licencia para hacerse cristianos. Este cuitado dióles buen consejo, y él no le quiso tomar para sí. Entonces bautizáronse los más principales del lugar, con todas sus casas; y después que los principales fueron cristianos, bauticé los del lugar, así grandes como pequeños. Acabado esto, vine mi camino para Tutucurín. Cuando llegamos los padres e yo, fuimos recebidos de los de este lugar con mucho amor y caridad. Esperamos en Dios nuestro Señor que hemos de hacer mucho fruto.

4. El señor gobernador tiene mucho amor a estos cristianos que nuevamente se hicieron en estas partes: Favoreciólos mucho en tiempo que los moros los perseguían y maltrataban; y estos cristianos están todos pegados con el mar, y viven de solas las riquezas del mar: son pescadores. Los moros tomáronles sus navíos con los cuales se mantenían. El señor gobernador, como esto supo, en persona fue con una armada tras los moros, de manera que los alcanzó y mató mucha multitud de ellos; desbaratólos a todos. Tomóles todos sus navíos, sin dejarles ninguno, y los que llevaban de presa de los cristianos de esta tierra; tornó a todos los cristianos sus navíos y a los pobres que no tenían navíos ni con qué podellos comprar, dio los que tomó de presa a los moros; de manera que tuvo una grande victoria y de mucha memoria; y así como nuestro Señor le ayudó, así lo supo conocer, pues tan liberal fue con los cristianos.

Agora no hay memoria de moros, ni hay entre ellos quien ose alzar cabeza. Mató el Señor todos los principales y los que eran para alguna cosa. Los cristianos de ésta tienen al señor gobernador por padre, y el señor gobernador los tiene por hijos en Cristo engendrados [cf. 1Cor 4,15]. Dios nuestro Señor sabe cuánto me tiene encomendadas estas nuevas plantas de Cristo. Agora está el señor gobernador para hacer una cosa de mucha memoria y servicio de Dios nuestro Señor, que es, de juntar todos estos cristianos, los cuales están lejos unos de otros, y ponerlos en una isla, y darles rey que mire por ellos, manteniéndoles justicia, y con esto, juntamente quien mire por sus ánimas.

Si su Santidad supiese cuánto acá el señor gobernador le sirve, agradecerle hía los servicios que acá hace; por tanto, haced que le escriba, agradeciéndole los servicios que acá le hace, no encomendándole los cristianos, porque él lo tiene a cargo, mas dándole las debidas gracias que sus servicios merecen, pues tanto mira por sus ovejas, y tan solícito es en vigilar sobre ellas, que los infieles, lobos rapaces, no las devoren [Mt 7,12]. No dejéis de escrebirle, porque con vuestras cartas soy cierto que tomará mucho placer; y con esto juntamente encomendándole a Dios nuestro Señor, así vos como todos los de la Compañía, que le dé su santísima gracia para siempre perseverar en bien, pues nuestra salvación no consiste solamente en bien empezar, mas en bien perseverar hasta el fin [Mt 10,22].

Yo, confiando en la infinita misericordia de Dios nuestro Señor, con el mucho favor de vuestros sacrificios y oraciones y de toda la Compañía, espero que, si en esta vida no nos viéremos, será en la otra, con más placer y descanso del que en este mundo tenemos.

De Tutucurín a 28 octubre, año 1542.

Vuestro hijo en Cristo,

Francisco de Xabier.


Doc. 20
A sus compañeros residentes en Roma
Cochín 15 de enero 1544

IHUS

Ésta carta de Javier es quizá la más importante, y ciertamente la que tuvo mayor difusión y más grandes efectos. Es una Carta Magna sobre las misiones.

La gracia y amor de Cristo nuestro Señor nuestra ayuda y favor. Amén.

1. Ha dos años y nueve meses que partí de Portugal y después acá os tengo escrito tres veces con ésta. Solas unas cartas vuestras tengo recebidas después que acá estoy en la India, las cuales fueron escritas a 13 de enero del año de 1542, y con ellas la consolación que recebí Dios nuestro Señor sabe. Estas cartas me dieron habrá dos meses; y llegaron tan tarde a la India, porque la nave en que venían invernó en Mozambique.

2. Micer Paulo, Francisco de Mansillas y yo estamos en mucha salud. Micer Paulo está en Goa en el colegio de Santa Fe: tiene cargo de los estudiantes de aquella casa. Francisco de Mansillas y yo estamos con los cristianos del Cabo de Comorín. Ha más de un año que estoy con estos cristianos, de los cuales os hago saber que son muchos [encontró en la Pesquería unos 20.000 bautizados] y se hacen muchos cristianos cada día.

Luego que llegué a esta costa, donde ellos están, procuré de saber dellos el conoscimiento que de Cristo nuestro señor tenían; y demandándoles acerca de los artículos de la fe, lo que creían, o tenían más ahora que eran cristianos que cuando eran gentiles, no hallaba en ellos otra respuesta, sino que eran cristianos, y que por no entender ellos nuestra lengua, no sabían nuestra ley, ni lo que habían de creer; y como ellos no me entendiesen, ni yo a ellos, por ser su lengua natural malavar [tamul] y la mía vizcaína, junté los que entre ellos eran más sabedores, y busqué personas que entendiesen nuestra lengua y suya de ellos.

Y después de habernos juntado muchos días con gran trabajo, sacamos las oraciones, comenzando por el modo de santiguar, confesando las tres personas ser un solo Dios: después el Credo, mandamientos, Pater noster, Ave María, Salve Regina y la confesión general de latín en malavar. Después de haber sacado en su lengua y saberlas de coro, iba por todo el lugar [Tuticorín] con una campana en la mano, juntando todos los muchachos y hombres que podía, y después de haberlos juntado, los enseñaba cada día dos veces; y en espacio de un mes enseñaba las oraciones, dando tal orden, que los muchachos a sus padres y madres, y a todos los de casa y vecinos, enseñasen lo que en la escuela deprendían.

3. Los domingos hacía juntar todos los del lugar, así hombres como mujeres, grandes y pequeños, a decir las oraciones en su lengua; y ellos mostraban mucho placer, y venían con mucha alegría. y comenzando por la confesión de un solo Dios, trino y uno, a grandes voces decían el Credo en su lengua, y ansí como yo iba diciendo, todos me respondían; y acabado el Credo, tornábalo a decir yo solo; decía cada artículo por sí, deteniéndome en cada uno de los 12, amonestándolos que cristianos no quiere decir otra cosa sino creer firmemente, sin dubitación alguna, los 12 artículos, pues ellos confesaban que eran cristianos, demandábales si creían firmemente en cada uno de los doce artículos.

Y así todos juntos, a grandes voces, hombres y mujeres, grandes y pequeños, me respondían a cada artículo que sí, puestos los brazos sobre los pechos, uno sobre otro, en modo de cruz; y así les hago decir más veces el Credo, que otra oración ninguna, pues por sólo creer en los 12 artículos, el hombre se llama cristiano. Y después del Credo, la primera cosa les enseño los mandamientos, diciéndoles que la ley de los cristianos tiene solos mandamientos, y que un cristiano se dice bueno, si los guarda como Dios manda, y por el contrario, el que no los guarda, es mal cristiano. Están muy espantados, así cristianos como gentiles, de ver cuán santa es la ley de Jesucristo y conforme a toda razón natural.

Acabado el Credo y mandamientos, digo el Pater noster y Ave María, y así como voy diciendo, así ellos me van respondiendo. Decimos 12 Pater nuestros y 12 Ave Matías a la honra de los 12 artículos de la fe, y acabados éstos, decimos otros 10 Pater nuestros con 10 Ave Marías a la honra de los 10 mandamientos, guardando esta orden que sé sigue. Primeramente decimos el primer artículo de la fe; y acabado de lo decir, digo en su lengua de ellos, y ellos conmigo: Jesucristo, hijo de Dios, dadnos gracia para firmemente creer sin dubitación alguna el primer artículo de la fe; y para que nos dé esta gracia, decimos un Pater noster. Y acabado el Pater noster, decimos todos juntos: Santa María, Madre de Jesucristo, alcanzadnos gracia de vuestro hijo Jesucristo, para firmemente y sin dubitación alguna creer el primer artículo de la fe; y para que nos alcance esta gracia, le decimos el Ave María. Esta misma orden llevamos en todos, los otros 11 artículos [es el modo primero de orar que San Ignacio propone en los Ejercicios].

4. Acabado el Credo y los 12 Pater nuestros y Ave Marías, como dije, decimos los mandamientos por la orden que se sigue: primeramente digo el primer mandamiento, y todos dicen como yo; y acabado de lo decir, juntamente decimos todos: Jesucristo, hijo de Dios, dadnos gracia para amaros sobre todas las cosas. Demandada esta gracia, decimos todos el Pater noster; el cual acabado, decimos: Santa María, Madre de Jesucristo, alcanzadnos gracia de vuestro Hijo para que podamos guardar el primer mandamiento. Demandada esta gracia a nuestra Señora, decimos todos el Ave María. Esta misma orden llevamos en todos los otros nueve mandamientos. De manera que a la honra de los 12 artículos de la fe decimos 12 Pater nuestros con 12 Ave Marías demandando a Dios nuestro Señor gracia para firmemente, sin dubitación alguna, creer en ellos, y 10 Pater nuestros con 10 Ave Marías a la honra de los 10 mandamientos, rogando a Dios nuestro Señor que nos dé gracia para los guardar.

Estas son las peticiones que por nuestras oraciones les enseño a demandar, diciéndoles que, si estas gracias de Dios nuestro Señor alcanzaren, que él les dará todo lo demás más cumplidamente de lo que ellos lo sabrían pedir. La confesión general hago decir a todos, especialmente a los que se han de bautizar, y después el Credo; y interrogándolos sobre cada artículo, si creen firmemente, y respondiéndome que sí, y diciéndoles la ley de Jesucristo que han de guardar para salvarse, los bautizo. La Salve Regina decimos, cuando queremos acabar nuestras oraciones.

5. Los muchachos espero en Dios nuestro Señor que han de ser mejores hombres que sus padres, porque muestran mucho ardor y voluntad a nuestra ley, y de saber las oraciones y enseñarlas, y les aborrece mucho las idolatrías de los gentiles, en tanto que muchas veces pelean con los gentiles, y reprenden a sus padres y madres cuando los ven idolatrar, y los acusan, de manera que me lo vienen a decir; y cuando me dan aviso de algunas idolatrías que se hacen fuera de los lugares, junto todos los muchachos del lugar y voy con ellos adonde hicieron los ídolos; y son más las deshonras que el diablo recibe de los muchachos que llevo, que son las honras que sus padres y parientes, les dan al tiempo que los hacen y adoran. Porque toman los niños los ídolos y los hacen tan menudos como la ceniza, y después escupen sobre ellos, y con los pies los pisan; y después otras cosas que, aunque no parece bien nombrarlas por sus nombres, es honra de los muchachos hacerlas a quien tiene tanto atrevimiento de hacerse adorar de sus padres. Estuve en un lugar grande de cristianos [Tuticorín], sacando las oraciones de nuestra lengua en la suya, y enseñándoles cuatro meses.

6. En este tiempo eran tantos los que venían a buscarme, para que fuese a sus casas a rezar algunas oraciones sobre los enfermos y otros, que con sus enfermedades me venían a buscar, que sólo en rezar evangelios, sin tener otra ocupación, y enseñar los muchachos, bautizar, sacar oraciones, satisfacer a preguntas, que no me dejaban; y después en enterrar los que morían; era de manera que en cumplir con la devoción de los que me llevaban y iban a buscar, tenía ocupaciones demasiadas; y porque no perdiesen la fe que a nuestra religión y ley cristiana tenían, no era en mi poder negar tan santa demanda. y por cuanto la cosa iba en tanto crescimiento, que con todos no podía cumplir, ni evitar pasiones sobre a cuál casa primero había de ir, vista la devoción de la gente, ordené cómo a todos pudiese satisfacer: Mandaba a los muchachos que sabían las oraciones, que fuesen a las casas de los enfermos, y que juntasen todos los de casa y vecinos, y que dijesen todos el Credo muchas veces, diciéndole al enfermo que creyese y que sanaría; y después las otras oraciones.

De esta manera cumplía con todos y hacía enseñar por las casas y plazas el Credo, mandamientos, y las otras oraciones; y así a los enfermos, por la fe de los de casa, vecinos y suya propria, Dios nuestro Señor les hacía muchas mercedes, dándoles salud espiritual y corporal. Usaba Dios de mucha misericordia con los que adolecían, pues por las enfermedades los llamaba y cuasi por fuerza los atraía a la fe.

7. Dejando en este lugar quien lleve lo comenzado adelante, voy visitando los otros lugares haciendo lo mismo; de manera que en estas partes nunca faltan pías y santas ocupaciones. El fruto que se hace en bautizar los niños que nascen, y en enseñar los que tienen edad para ello, nunca os lo podría acabar de escribir. Por los lugares donde voy, dejo las oraciones por escrito, y a los que saben escribir mando que las escriban y sepan de coro, y las digan cada día, dando orden cómo los domingos se junten todos a decirlas. Para esto dejo en los lugares quien tenga cargo de lo hacer.

8. Muchos cristianos se dejan de hacer en estas partes, por no haber personas que en tan pías y santas cosas se ocupen. Muchas veces me mueve pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas: ¡cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos! Y así como van estudiando en letras, si estudiasen en la cuenta que Dios nuestro Señor les demandará de ellas, y del talento que les tiene dado, muchos de ellos se moverían, tomando medios y ejercicios espirituales para conoscer y sentir dentro en sus ánimas la voluntad divina, conformándose más con ella que con sus proprias afecciones, diciendo: «Señor, aquí estoy, ¿qué quieres que yo haga? Envíame adonde quieras; y si conviene, aun a los indios».

¡Cuánto más consolados vivirían, y con gran esperanza de la misericordia divina a la hora de la muerte, cuando entrarían en el particular juicio, del cual ninguno puede escapar, alegando por sí: «Señor, cinco talentos me entregaste, he aquí cinco más que he ganado con ellos»! [Mt 25, 20]. Témome que muchos de los que estudian en universidades, estudian más para con las letras alcanzar dignidades, beneficios, obispados, que con deseo de conformarse con la necesidad que las dignidades y estados eclesiásticos requieren.

Está en costumbre decir los que estudian: Deseo saber letras para alcanzar algún beneficio, o dignidad eclesiástica con ellas, y después con la tal dignidad servir a Dios. De manera que según sus desordenadas afecciones hacen sus elecciones, temiéndose que Dios no quiera lo que ellos quieren, no consintiendo las desordenadas afecciones dejar en la voluntad de Dios nuestro Señor esta elección [preámbulo para hacer elección, en los Ejercicios de San Ignacio].

Estuve cuasi movido de escribir a la universidad de París, a lo menos a nuestro Maestre de Cornibus [Pedro Cornet, franciscano] y al doctor Picardo [amigos de la Compañía de Jesús, grandes teólogos y predicadores], cuántos mil millares de gentiles se harían cristianos, si hubiese operarios, para que fuesen solícitos de buscar y favorecer las personas que no buscan sus propios intereses, sino los de Jesucristo [Flp 2,21].

Es tanta la multitud de los que se convierten a la fe de Cristo en esta tierra donde ando, que muchas veces me acaesce tener cansados los brazos de bautizar, y no poder hablar de tantas veces decir el Credo y mandamientos en su lengua de ellos y las otras oraciones, con una amonestación que sé en su lengua, en la cual les declaro qué quiere decir cristiano, y qué cosa es paraíso, y qué cosa infierno, diciéndoles cuáles son los que van a una parte y cuáles a otra. Sobre todas las oraciones les digo muchas veces el Credo y mandamientos; hay día que bautizo todo un lugar, y en esta Costa donde ando, hay 30 lugares de cristianos. El gobernador de esta India es muy amigo de los que se hacen cristianos, y hizo merced de 4.000 piezas de oro cada año, y éstas para que solamente se gasten y den a aquellas personas que, con mucha diligencia, enseñan la doctrina cristiana en los lugares de los que nuevamente se convierten a la fe. Es muy amigo de todos los de nuestra Compañía: desea mucho que vengan a estas partes algunos de nuestra Compañía, y así me parece que lo escribe al rey.

9. El año pasado escribí acerca de un colegio que se hace en la ciudad de Goa, en el cual hay ya muchos estudiantes, y son de diversas lenguas, y todos de generación de infieles; entre ellos, dentro del colegio, donde hay muchos edificios hechos, hay muchos que aprenden latín y otros a leer y escribir. Micer Paulo está con los estudiantes de este colegio: díceles misa cada día y confiésalos, y nunca cesa de darles doctrina espiritual: tiene cargo de las cosas corporales de que tienen necesidad los estudiantes. Este colegio es muy grande, donde pueden estar más de quinientos estudiantes, y tiene rentas que los puede mantener. Son muchas las limosnas que a este colegio se hacen, y el gobernador que lo favorece largamente. Es cosa para todos los cristianos dar gracias a Dios nuestro Señor de la santa fundación de esta casa, la cual se llama el Colegio de Santa Fe. Antes de muchos años espero en la misericordia de Dios nuestro Señor, que el número de los cristianos se multiplicará grandemente, y los límites de la Iglesia se ampliarán por los que en este santo colegio estudian.

10. Hay en estas partes, entre los gentiles, una generación que se llaman brahmanes: éstos sustentan toda la gentilidad. Tienen cargo de las casas donde están los ídolos: es la gente más perversa del mundo. De éstos se entiende el salmo que dice: «De la gente no santa, del hombre inicuo y fraudulento, líbrame» [Sal 42,1]. Es gente que nunca dice verdad, y siempre piensan cómo han de sutilmente mentir y engañar los pobres, sencillos y ignorantes, diciendo que los ídolos demandan que les lleven a ofrecer ciertas cosas, y éstas no son otras sino las que los brahmanes fingen y quieren, para mantener sus mujeres, hijos y casas.

Hacen creer a los sencillos que comen los ídolos, y hay muchos que, antes que coman ni cenen, ofrecen cierta moneda para el ídolo. Dos veces al día con grande fiesta de atabales comen, dando a entender a los pobres que comen los ídolos. Antes que les falte lo necesario a los brahmanes, dicen al pueblo que los ídolos están muy enojados contra ellos, porque no les mandan las cosas que por ellos le mandan pedir, y que si no proveen, que se guarden de ellos, que los han de matar, o darles enfermedades, o que han de mandar los demonios a sus casas: y los tristes sencillos, creyendo que será así, de miedo que los ídolos no les hagan mal, hacen lo que los brahmanes quíeren.

11. Son estos brahmanes hombres de pocas letras [no conoció Javier a otros muy doctos]: y lo que les falta en virtud, tienen de iniquidad y maldad en grande aumento. A los brahmanes de esta Costa donde ando, pésales mucho de que yo nunca otra cosa hago sino descubrir sus maldades: ellos me confiesan la verdad cuando estamos a solas, de cómo engañan el pueblo: confiésanme en secreto que no tienen otro patrimonio sino aquellos ídolos de piedra, de los cuales viven fingiendo mentiras.

Tienen estos brahmanes para sí, que sé yo más que todos ellos juntos. Mándanme visitar, y pésales mucho porque no quiero tomar los presentes que me mandan. Todo esto hacen porque no descubra sus secretos, diciendo que ellos bien saben que no hay sino un Dios y que ellos rogarán por mí. En pago de todo esto dígoles de mí a ellos lo que me parece; y después a los tristes sencillos que por puro miedo son sus devotos, manifiéstoles sus engaños y burlas hasta que canso; y muchos, por lo que les digo, pierden la devoción al demonio y se hacen cristianos. Y si no hubiese brahmanes, todos los gentiles se convertirían a nuestra fe.

Las casas donde están los ídolos y brahmanes, llámanse pagodes. Todos los gentiles de estas partes saben muy pocas letras; para mal saben mucho. Sólo un brahmán, después que estoy en estas partes, hice cristiano: es mancebo muy buen hombre. Tomó por oficio enseñar a los muchachos la doctrina cristiana. Andando visitando los lugares de cristianos, paso por muchos pagodes, y una vez pasé por uno, donde había más de 200 brahmanes, y viniéronme a ver; y entre otras muchas cosas que pasamos, demandéles una cuestión, y era, que me dijesen qué les mandaban sus dioses y ídolos, en los cuales adoraban, que hiciesen para ir a la gloria. Fue grande contienda entre ellos sobre quién me respondería: dijeron a uno de los más antiguos que respondiese; y el viejo, que era de más de ochenta años, me dijo que le dijese yo primero lo que mandaba el Dios de los cristianos que hiciesen.

Yo, entendiendo su ruindad, no quise decir cosa alguna hasta que él dijese: entonces fuele forzado manifestar sus ignorancias. Respondióme que dos cosas le mandaban hacer sus dioses para ir donde ellos están: la primera es no matar vacas, en las cuales ellos adoran; y la segunda es hacer limosnas, y éstas a los brahmanes que sirven en los pagodes. Oída esta respuesta, pesándome de los demonios señorear nuestros prójimos en tanta manera, que en lugar de Dios se hacen adorar de ellos, levantéme, diciendo a los brahmanes que estuviesen asentados, y a grandes voces dije el Credo y mandamientos de la ley en su lengua de ellos, haciendo alguna detención en cada mandamiento: y acabados los mandamientos, híceles una amonestación en su lengua de ellos, declarándoles qué cosa es paraíso y qué cosa es infierno, y diciéndoles los que van a una parte y cuáles a otra.

Después de acabada esta plática, levantáronse todos los brahmanes y me dieron grandes abrazos, diciéndome que verdaderamente el Dios de los cristianos es verdadero Dios, pues sus mandamientos son tan conformes a toda razón natural. Demandáronme si nuestra ánima juntamente con el cuerpo moría, así como el ánima de los brutos animales: diome Dios nuestro Señor tales razones conformes a sus capacidades de ellos, que les di a entender claramente la inmortalidad de las ánimas, de que ellos mostraron mucho placer y contentamiento. Las razones, que a esta gente idiota se han de hacer, no han de ser tan sotiles como las que están escritas en doctores muy escolásticos.

Demandáronme que, cuando un hombre moría, por dónde le salía el ánima; y cuando un hombre dormía, que soñaba estar en una tierra con sus amigos y conoscidos (lo que a mí muchas veces acaesce, estar con vosotros carísimos), si es que su ánima va allá dejando de informar el cuerpo. Y más me rogaron: que les dijese si Dios era blanco, si negro, por la diversidad de los colores que ven en los hombres; y como todos los de esta tierra son negros, paresciéndoles bien su color, dicen que es negro, y así los más de los ídolos son negros; úntanlos muchas veces con aceite: hieden tanto, que es cosa de espanto: son tan feos, que en verlos espantan. A todas las preguntas que me hicieron, les satisfice a su parecer de ellos; y cuando con ellos venía a conclusión, para que se hiciesen cristianos, pues conoscían la verdad, respondían lo que muchos entre nosotros suelen responder: ¿qué dirá el mundo de nosotros, si esta mudanza de estados hacemos en nuestro modo de vivir? y otras tentaciones en pensar que les ha de faltar lo necesario.

12. Un brahmán sólo hallé en un lugar de esta Costa, el cual sabía alguna cosa, por cuanto me decían que había estudiado en unos estudios nombrados. Procuré de verme con él, y tuve manera cómo nos vimos. El me dijo en grande secreto, que la primera cosa que hacen los que enseñan en aquellos estudios, es dar juramento a los que van a aprender, de nunca decir ciertos secretos que enseñan: e a mí este brahmán díjome estos secretos en grande secreto, por alguna amistad que conmigo tenía. Uno de los secretos era éste: que nunca dijesen que hay un solo Dios, creador del cielo y de la tierra, el cual está en los cielos: y que él adorase este Dios y no los ídolos, que son demonios. Tienen algunas escrituras, en las cuales tienen los mandamientos. La lengua que en aquellos estudios enseñan [el sánscrito] es entre ellos como latín entre nosotros.

Díjome muy bien los mandamientos, cada uno dellos con una buena declaración; guardan los domingos estos que son sabios, cosa para no se poder creer. No dicen otra oración a los domingos sino ésta y muchas veces: «Om cirii naraina noma», que quiere decir: «Adórote, Dios, con tu gracia y ayuda para siempre»; y esta oración dicen muy paso y bajo, por guardar el juramento que hacen. Díjome que les defendía la ley de natura tener muchas mujeres; y que tienen ellos en sus escrituras que ha de venir tiempo, en el cual todos han de vivir debajo de una ley. Díjome más este brahmán: que enseñan en aquellos estudios muchas encantaciones.

Requirióme que le dijese las cosas más principales que los cristianos tenían en su ley, y que él me prometía que a ninguno las descubriría. Yo le dije que no las diría si primero no me prometiese de no tener en secreto las cosas más principales que de la ley de los cristianos le diría; y así el me prometió de publicarlo. Entonces dije y declaré mucho a mi placer estas palabras de importancia de nuestra ley: «El que creyere y se bautizare, se salvará» [Mc 16,16].

Estas escribió en su lengua con la declaración de ellas, que le dije todo el Credo; en la declaración puse los mandamientos, por la conformidad que hay entre ellos y el Credo. Díjome que una noche soñó con mucho placer y alegría que había de ser cristiano, y que había de ser mi compañero y andar conmigo. El me rogó que lo hiciese cristiano oculto, y más, con ciertas condiciones, las cuales, por no ser honestas y lícitas, dejé de hacer. Espero en Dios que ha de ser sin ninguna de ellas. Dígole que enseñen a los sencillos que adoren un solo Dios, criador del cielo y de la tierra, el cual está en los cielos: él, por el juramento que hizo, temiéndose del demonio que no le mate, no lo quiere hacer.

13. De estas partes no sé más que escribiros, sino que son tantas las consolaciones que Dios nuestro Señor comunica a los que andan entre estos gentiles, convirtiéndolos a la fe de Cristo, que, si contentamiento hay en esta vida, éste se puede decir. Muchas veces me acaesce oír decir a una persona que anda entre estos cristianos: ¡Oh Señor!, no me deis muchas consolaciones en esta vida; o ya que las dais por vuestra bondad infinita y misericordia, llevadme a vuestra santa gloria, pues es tanta pena vivir sin veros, después que tanto os comunicáis interiormente a las criaturas. ¡Oh, si los que estudian letras, tantos trabajos pusiesen en ayudarse para gustar de ellas, cuantos trabajosos días y noches llevan para saberlas! ¡Oh, si aquellos contentamientos que un estudiante busca en entender lo que estudia, lo buscase en dar asentir a los prójimos lo que les es necesario para conoscer y servir a Dios, cuánto más consolados y aparejados se hallarían para dar cuenta, cuando Cristo les demandase: «Dame cuenta de tu administración»! [Lc 16,2].

14. Las recreaciones que en estas partes tengo, son en recordarme muchas veces de vosotros, carísimos hermanos míos, y del tiempo que por la mucha misericordia de Dios nuestro Señor os conoscí y conversé, conosciendo en mí, y sintiendo dentro en mi ánima cuánto por mi culpa perdí del tiempo que os conversé, en no haberme aprovechado de los muchos conoscimientos que Dios nuestro Señor de sí os tiene comunicado. Háceme Dios tanta merced por vuestras oraciones y memoria continua que de mí tenéis en encomendarme a él, que en vuestra ausencia corporal conozco Dios nuestro Señor, por vuestro favor y ayuda, darme a sentir mi infinita multitud de pecados, y darme fuerzas para andar entre infieles, de que doy gracias a Dios nuestro Señor muchas, ya vosotros, carísimos hermanos míos.

Entre muchas mercedes que Dios nuestro Señor en esta vida me tiene hechas y hace todos los días, es ésta una, que en mis días vi lo que tanto deseé, que es la confirmación de nuestra Regla y modo de vivir [Paulo III aprobó la Compañía de Jesús en Bula del 27 de septiembre de 1540]. Gracias sean dadas a Dios nuestro Señor para siempre, pues tuvo por bien de manifestar públicamente lo que en oculto a su siervo Ignacio y padre nuestro dio asentir.

El año pasado os escribí el número de las misas que en estas partes de las Indias por el Rmo. cardenal Guidación dijimos micer Paulo y yo: y las que de un año acá dijimos, no sé el número de ellas: creed que todas nuestras misas son por él. Por consolación nuestra hacednos saber cuánto se señala en servicio a Dios S. S. Rma., y también para acrecentarnos la devoción a micer Paulo y a mí, para que seamos perpetuos capellanes suyos. No deje de escribirnos del fructo que en la Iglesia hace. Acabo rogando a Dios nuestro Señor que, pues por su misericordia nos juntó y por su servicio nos separó tan lejos unos de otros, nos torne a juntar en su santa gloria.

15. Y para alcanzar esta merced y gracia, tomemos por intercesores y abogados todas aquellas santas ánimas de estas partes donde estoy, las cuales, después que por mi mano bauticé, antes que perdiesen el estado de inocencia, Dios nuestro Señor las llevó a su santa gloria, cuyo número creo que son más de mil. A todas estas santas ánimas ruego, que nos alcancen de Dios nuestro Señor esta gracia, que todo el tiempo que estuviéremos en este destierro, sintamos dentro en nuestras ánimas su santísima voluntad y aquélla perfectamente cumplamos.

De Cochín a 15 de enero, año de 1544.

Vuestro carísimo en Cristo hermano,

Francisco.


Doc. 22
A Francisco Mansilhas, Punicale
Manapar 14 de marzo 1544

Los únicos escritos de Javier en 1544 son las veintiseis cartas que escribió a Mansilhas, docs. 21-54. Punicale, entre Tuticorín y Manapar, era una gran población de paravas, con un buen número de cristianos.

Carísimo en Cristo hermano:

1. Mucho holgué con vuestras cartas. Ruégoos mucho que con esa gente os hayáis, como se ha un buen padre con malos hijos. No os canséis por muchos males que veáis, porque Dios a quien tantas ofensas hacen, no los mata, pudiéndolos matar, no los deja desamparados de todo lo necesario para su mantenimiento, pudiendo quitarles las cosas con que se mantienen.

2. No os canséis, porque más fruto hacéis del qué pensáis, y si no hacéis todo lo que queréis, contentaos con el que hacéis, pues la culpa no es vuestra. Allá os mando un alguacil que sirva hasta que yo vaya allá. Yo le doy por cada mujer que bebe urraca [vino de palmas] un fanón [moneda de oro]; y más, que esté presa tres días. Y así lo haréis publicar a todo el lugar; y diréis a los patangatinos que, si yo sé que de aquí en adelante se bebe más urraca en Punicale, que me lo han de pagar muy bien pagado.

3. A Mateo [niño indígena, ayudante en las misiones] diréis que sea muy buen hijo y yo le haré más bien del que le han de hacer sus parientes. Hasta que yo vaya allá, haréis con estos patangatinos que muden de costumbres, porque de otro modo a todos los tengo de mandar a Cochín presos, y no vendrán más a Punicale, pues ellos son la causa de todos los males que ahí se hacen.

4. A las criaturas que nacen, bautizaréis con mucha diligencia, y a los niños enseñaréis como os tengo recomendado, y los domingos las oraciones a todos con alguna predicacioncilla. Prohibid que se hagan pagodas [ídolos]; y aquella carta que me mandó Alvaro Fogaça [caballero portugués], me la guardaréis hasta que venga. Dios nuestro Señor os dé tanta consolación en esta vida, y en la otra cuanta para mí deseo.

De Manapar a 14 de marzo de 1544.

Vuestro carísimo hermano en Cristo,

Francisco.


Doc. 23
A Francisco Mansilhas, Punicale
Manapar 20 de marzo 1544

Carísimo en Cristo hermano.

1. Mucha consolación fue para mí el que me escribierais cuán consolado vivís y pues Dios tanto se acuerda de vos, acordaos también vos de él, no cansándoos de hacer y perseverar en lo que comenzasteis. Dad siempre gracias a Dios, porque os escogió para un oficio tan grande como ese que tenéis. No os quiero encomendar más de lo que por aquel recuerdo os di. Acordaos de mí, pues yo nunca os olvido. Decid a Mateo que sea buen hijo, y que yo le seré buen padre; y mirad mucho por él y decidle que los domingos hable alto lo que vos le dijereis, que lo oigan todos, y que aun estando en Manapar [a 30 kms.] lo oigan. Hacedme saber nuevas de los cristianos de Tutocurín, si les hacen algunos agravios a los portugueses que allí quedaron, y si hay nuevas de gobernador que venga a gobernar Cochín.

2. Aquí se va descubriendo una cosa muy grande de servicio de Dios. Rogad al Señor Dios que tenga efecto, de modo que venga a luz. Ruégoos mucho que con esa gente, digo con los principales, y después con todo el pueblo os hayáis con mucho amor; porque si el pueblo os ama, y está bien con vos, mucho servicio haréis a Dios. Sabed aliviar sus flaquezas con mucha paciencia, pensando que si ahora no son buenos, que algún tiempo lo serán.

3. Y si no acabáis con ellos todo lo que queréis, contentaos con lo que podéis, que así lo hago yo. El Señor Dios sea siempre con vos, y nos dé su gracia para que siempre lo sirvamos.

De Manapar a 20 de marzo de 1544.

Vuestro hermano en Cristo,

Francisco.


Doc. 41
A Francisco Mansilhas, Punicale
Manapar 11 de septiembre 1544

Carísimo en Cristo hermano:

1. Nunca acabaría de escribiros el deseo que tengo de ir por esa Costa [a Punicale]. Yo os certifico que es verdad, que si hoy hallase embarcación para partirme, que luego me fuese. Ahora me vinieron tres gentiles, hombres del rey, con quejas que un portugués prendió en Patanán [próxima a Manapar] a un criado de este príncipe de Iniquitriberín [rey de Travancor], y que lo llevó preso a Punicale, y que decía de ahí lo había de llevar a Tutocurín. Sabiendo lo que es, escribiréis al capitán sobre eso; y si estuviere ahí aquel portugués, quienquiera que fuere, que lo suelten luego; y si alguna cosa le debiera ese gentil, que venga delante de este príncipe a requerir su justicia y que no levanten la tierra más de lo que está levantada: por causa de éstos, nosotros nunca hacemos más. Si no, paréceme que dejaré de ir a ver al rey, según esta gente está irritada, porque así los deshonran y los prenden en su tierra: lo que nunca hicieron en tiempo de los pulas [tiranos locales temibles]. No sé qué haga, sino que no perdamos más tiempo, estando entre gente que no tiene cuidado, y todo esto por falta de castigo. Si los que fueron a robar aquel paró [pequeña barca], fueran castigados, no hicieran los portugueses lo que ahora hacen. No será mucho que este príncipe haga algún mal a estos cristianos, porque le prendieron a su criado.

2. Escribiréis al capitán cuánta aflicción tuve con la prisión del criado de este príncipe. No quiero escribir más, pues esta gente dice que ha de hacer mal y que ninguno ha de hablar ni irles a la mano. Si el hombre que prendió aquel portugués, está en Tutocorín, id luego, por amor de Dios, adonde está el capitán, y hacerlo heis soltar, y que venga el portugués acá a requerir su justicia.

3. Porque así como pareciera mal que, yendo un gentil adonde están los portugueses, se prendiesen allá a un portugués, estando allá el capitán y lo trajesen a tierra firme; así a éstos les parece mal que un portugués prenda aun hombre en su tierra de ellos, y lo lleve al capitán, teniendo ellos justicia en la tierra y estando de paz. y si vos no pudiereis ir, mandaréis con una carta vuestra a Paulo Vaz al capitán.

4. Yo os certifico que fue tanta la aflicción que tuve, que no os lo sabré decir. Nuestro Señor nos dé paciencia pira sufrir tantos atropellos. Escribirme heis luego lo que pasa sobre este criado de este príncipe: si es verdad que lo prendió un portugués, y por qué, y si lo lleva a Tutocurín; porque, si esto es verdad, no me decido a ir adonde está Iniquitriberín. De los criados, cuánto esta gente sintió que se les prendiese en su tierra, y lo que de nosotros se dice, ya lo podréis juzgar.

5. Por no oír estas cosas, y también por ir adonde deseo, la tierra del Preste [Abisinia], donde tanto servicio se puede hacer a Dios nuestro Señor, sin tener quien nos persiga, no será mucho que tome aquí en Manapar un tone, y me vaya a la India sin más tardar. Nuestro Señor os dé su ayuda y gracia. Amén.

De Manapar a 11 de septiembre de 1544.

Vuestro en Cristo carísimo hermano,

Francisco.


Doc. 46
A Juan III, Rey de Portugal
Cochín 20 de enero 1545

Señor.

1. Bien deseo que vuestra Alteza tenga presente y le suplico lo medite consigo mismo, que Dios nuestro Señor a vuestra alteza principalmente, prefiriéndolo a todos los príncipes cristianos, le ha concedido el imperio de estas Indias, para ver con qué fidelidad cumple el encargo que se le ha dado, y con qué agradecimiento corresponde a los beneficios recibidos. Porque en esto no tanto miró el Señor a enriquecer el real fisco de vuestra Alteza con el producto de frutos preciosos traídos de lejanas tierras, o con la importación de peregrinos tesoros, cuanto con la ocasión de heroicas empresas, ofrecer benignamente a la virtud y religiosidad de vuestra alteza oportunidad de distinguirse, y mostrar su ardiente celo aplicando al trabajo apostólico activos misioneros que por vuestra Alteza traigan al conocimiento del Criador y Redentor del mundo a los infieles de estas regiones.

2. Con toda razón, pues, recomienda insistentemente vuestra Alteza a los que envía a estas regiones, que trabajen infatigablemente en la propagación de nuestra santa fe y aumento de la religión, pues sabe vuestra Alteza que Dios le ha de pedir cuenta de la salvación de tanta multitud de gentes, dispuestas a seguir mejor camino, si hay alguno que se lo muestre; sin embargo, por escasez de maestros, sumergidos en oscuras tinieblas e inmundicias de gravísimos crímenes, ofenden continuamente a su Criador, y ellos mismos precipitan miserablemente sus almas en la muerte eterna.

3. Miguel Vaz, que ha sido aquí vicario [Vicario general en la India, muy apreciado por Javier], y ahora va a verse con vuestra Alteza, le referirá lo que él ha visto, por sí mismo, de la docilidad de estas naciones, para abrazar la fe, y las demás circunstancias favorables que aquí hay, para la cristianización de ellas. Este señor es tan deseado por los cristianos de aquí, que conviene lo envíe acá vuestra Alteza el año que viene para consuelo y protección de los mismos. Además de que los intereses mismos de vuestra Alteza reclaman esta determinación; pues la grave obligación que pesa sobre vuestra Alteza de procurar en estos parajes la gloria divina, la descarga en tan idóneo y laborioso delegado. Porque estando al frente de esta obra administrador tan fiel y experimentado, puede vuestra Alteza descansar tranquilamente, seguro de que él, con su excelente virtud que, sometida a prueba por tantos años, ha merecido la veneración de todo este pueblo, no dejará pasar ocasión alguna para la defensa y dilatación de la religión.

4. Una y otra vez ruego y suplico a vuestra Alteza que, si quiere mirar por el servicio de Dios y por los intereses de la Iglesia, si quiere galardonar de algún modo en esta vida a tantas personas probas y honradas que moran en la India, a los cristianos convertidos recientemente a nuestra santa fe y a mí mismo, mande que vuelva a nosotros el vicario Miguel Vaz, que dentro de poco saldrá de aquí. No me mueven a pedir esto otras razones, sino la gloria divina, el aumento de nuestra santa fe y el descargo de la conciencia de vuestra Alteza. Dios nuestro Señor me es testigo que digo la verdad; porque sé cuán deseado es en estas partes varón tan eximio, y cuánta necesidad hay de él. De manera que, para cumplir con mi oficio y descargar también yo mi conciencia; digo y aseguro a vuestra Alteza que se promueva y dilate nuestra santa fe; y que los que han sido agregados a la Iglesia, no sean arrancados de ella y vuelvan a sus naturales supersticiones, ofendidos y aterrados con las muchas injurias y graves vejámenes que reciben principalmente de los ministros de vuestra Alteza; pues Miguel Vaz tiene fortaleza y constancia, para oponerse a los perseguidores de los cristianos.

5. Aunque el obispo es de virtud tan consumada [Juan de Alburquerque, franciscano], no ignora vuestra Alteza que en su vejez y achaques, aunque le sobren fuerzas espirituales, y aumenten cada día, carece de las corporales para soportar los extraordinarios trabajos que supone el diligente cumplimiento del gobierno de estas partes.

Bien es verdad que Dios le concede tanta gracia, que, cuanto más se debilita en el cuerpo, más se robustece en el espíritu. Este es el galardón que Dios nuestro Señor concede a los que perseveran muchos años en su servicio y emplean toda su vida y fuerzas en llevar por su causa los mayores trabajos, hasta obtener casi completa victoria de su cuerpo, rebelde siempre al espíritu. A los tales concede Dios, en los últimos años, el fruto de sus continuas luchas, para ejemplo de perseverancia de sus súbditos; de manera que se sienten como rejuvenecerse y que sus fuerzas espirituales se renuevan precisamente en una época en que la naturaleza languidece, oprimida por los males de la vejez decrépita. Y así en la misma medida que decaen las fuerzas con el ejercicio de la virtud, el cuerpo se cambia de terreno en espíritu celestial. Por tanto urge que al obispo se le dé ayuda, para que pueda llevar la carga de su oficio.

6. Pido y suplico a vuestra Alteza por la gloria de Dios que, con la rectísima intención y verdad sincerísima con que escribo estas líneas, con la misma equidad y benevolencia acepte vuestra Alteza mis indicaciones. Con el único deseo del honor y de la gloria divina y de descargar la conciencia de vuestra Alteza, le ruego instantemente que recomiende a sus ministros de la India las cosas del servicio divino, no sólo por cartas; sino también aplicando justas penas a los que fueren negligentes en el cumplimiento de sus deberes, sancione sus recomendaciones con ejemplares castigos. Porque existe el peligro de que cuando Dios nuestro Señor lo llame a juicio (y esto ha de suceder cuando menos se espera, y ese juicio es absolutamente ineludible), tenga que oír de Dios airado: ¿por qué no vigilaste a los que en la India recibían la autoridad de ti y eran súbditos tuyos y enemigos míos; cuando a esos mismos, si los hubieses hallado negligentes en la vigilancia y cuidado de los impuestos y del fisco, los hubieses castigado severamente?

Y no sé qué valor tendrá para excusar a vuestra Alteza en aquel trance su respuesta: todos los años, al escribir allá, recomendaba las cosas de vuestro divino servicio. Porque se le replicará inmediatamente: a los que tomaban con indiferencia estos santos mandatos, los dejabas impunes; cuando al mismo tiempo, a los que se mostraban poco fieles o diligentes en el gobierno de tus cosas, les aplicabas las debidas penas.

7. Pido y ruego cuan encarecidamente puedo a vuestra Alteza, que, por el celo en que arde de la gloria de Dios, y por el cuidado que siempre tiene en cumplir su oficio, en lo que se refiere a Dios, y para descargo de su conciencia: envíe a la India un ministro idóneo, con la necesaria autoridad, cuyo único cuidado sea mirar por la salvación de innumerables almas que peligran en estas provincias; y éste, en el desempeño de su cargo, reciba la autoridad de vuestra Alteza, y no dependa de las órdenes y jurisdicción de aquellos a los que vuestra Alteza confía sobre todo impuestos y negocios de vuestro reino. Así se evitarían en adelante los muchos y graves inconvenientes y escándalos que en tiempos anteriores ha sufrido aquí la religión.

8. Reflexione bien vuestra Alteza y haga exacta cuenta de todos los beneficios y bienes temporales que, por la gracia de Dios, percibe de estas Indias. Separe de la suma total lo que en estas regiones emplea en servicio de Dios y bien de la religión, y así, estableciendo un sereno cotejo entre los intereses de la corona real y los de Dios y su gloria, haga la repartición que el ánimo agradecido y religioso de vuestra Alteza crea buena y equitativa, teniendo cuidado de que el Criador de todas las cosas que tan pródigo se ha mostrado en concederle bienes, no parezca que recibe de vuestra Alteza una remuneración escasa y parca. Ni vacile por más tiempo ni lo retarde vuestra Alteza, pues por mucho que se apresure, toda diligencia es poca. El amor verdadero y ardiente que tengo a vuestra Alteza me mueve a escribir esto: pues me imagino que de la India se elevan al cielo voces de queja, porque vuestra Alteza se muestra avaro con ellas; pues de los abundantes beneficios que de aquí van para enriquecer el real erario, sólo una partecita dedica vuestra Alteza al remedio de las gravísimas necesidades espirituales que hay en estas regiones.

9. Creo no desagradará a vuestra Alteza conocer a qué punto y en qué estado se encuentra el negocio de la salvación de las almas en estos sus pueblos de la India, a los que, por su cargo, tiene obligación de atender. En Jafanapatán [Jaffna, en Ceylán] y en la costa de Coulán [sur de Malabar] fácilmente, dentro de este mismo año, se agregarán a la Iglesia de Jesucristo más de cien mil personas. No hablo de la isla de Ceylán; ojalá que el mucho favor que vuestra Alteza concede a su rey suavizara la dureza con que se empeña aquel príncipe en excluir a Jesucristo de todos los territorios de su jurisdicción.

10. Le ruego envíe vuestra Alteza a estas partes muchos de la Compañía que basten no sólo para bautizar e instruir en la doctrina cristiana a tantas personas que se sienten movidas a abrazar la fe de Jesucristo; sino sean tan numerosos, que se puedan enviar a Malaca y regiones circunvecinas, donde son muchísimos los que se hacen cristianos. El padre maestro Diego [de Borba] y micer Paulo [Camerte] están en el colegio de Santa Fe. Porque ellos escriben muy menudamente a vuestra Alteza de aquella santa casa, nada más digo de ella, sino pedirle a vuestra Alteza, como última gracia, que no tenga a mal escribir a Cosme Anes [tesorero real en la India, fundador del Colegio de Goa], para que lleve a término y concluya aquel santo colegio que él comenzó y promovió; y que no se canse de aquella obra, pues Dios en primer lugar y también vuestra Alteza le galardonarán como se merece tan preclara obra.

11. Francisco Mansilhas y yo nos encontramos en el Cabo de Comorín con los cristianos que hizo Miguel Vaz, vicario del obispo de la India. Ahora tengo conmigo tres sacerdotes naturales de esta tierra. El colegio de Cranganor [al norte de Cochín], obra del padre fray Vicente [franciscano], va en notable aumento; y si vuestra Alteza continúa favoreciéndolo, como hasta ahora lo ha hecho, irá de bien en mejor. Hay motivo para dar muchísimas gracias a Dios por el enorme fruto que de aquel santo colegio deriva para gloria de Jesucristo nuestro Señor. Y se espera fundadamente que, después de pocos años, saldrán de allí varones religiosos que suscitarán en todo Malabar, sumido actualmente en vicios y errores, vergüenza saludable de su miserable estado, e iluminarán aquellos entendimientos ciegos, con la luz de Cristo nuestro Señor, y manifestarán su nombre, gracias a la labor y ministerio de los discípulos del padre fray Vicente. Ruego y suplico a vuestra Alteza que, por la causa de Dios, se digne favorecerlo, manifestándole su regia benignidad y concediéndole la limosna que pide.

12. Pues espero exhalar el último suspiro en estas regiones de la India, y ya no he de ver a vuestra Alteza en este mundo, ruégole me ayude con sus oraciones, para que en la otra vida, con más descanso del que ahora tenemos, nos veamos mutuamente, y pida a Dios nuestro Señor por mí, lo que yo le pido por vuestra Alteza: que en esta vida le dé gracia para sentir y hacer lo que, en la hora de la muerte, desearía haber hecho.

De Cochín a 20 de enero de 1545.

Siervo de vuestra Alteza,

Francisco.


Doc. 48
A sus compañeros residentes en Roma
Cochín 27 de enero 1545

IHUS

La gracia y amor de nuestro Señor sea siempre en nuestra ayuda y favor.

1. Dios nuestro Señor sabe cuánto más mi ánima se consolara en veros, que en escribir estas tan inciertas cartas, por la mucha distancia que de estas partes hay a Roma; mas pues Dios Señor nos separó a tan distantes tierras, siendo tan conformes en un amor y espíritu, si no me engaño, no causa desamor ni descuido, en los que en el Señor se aman, la distancia corporal, pues casi siempre nos vemos, a mi parecer, dado que familiarmente como solíamos, no nos conversemos. Pero esta virtud tiene la mucha memoria de las noticias pasadas, cuando son en Cristo fundadas, que cuasi suplen los efectos de las noticias intuitivas. Esta presencia de ánimo tan continua, que de todos los de la Compañía tengo, más es vuestra que mía, pues vuestros continuos y aceptos sacrificios y oraciones que por mí, triste pecador, siempre hacéis, son las que causan en mí tanta memoria. De manera que vosotros, carísimos en Cristo hermanos míos, imprimís en mi anime continua memoria vuestra; y si la que en mí causáis es grande, confieso ser la vuestra que de mí tenéis, mayor. Dios nuestro Señor os quiera dar por mí el pago que en ello merecéis, pues yo no puedo pagaros con otra cosa, sino puramente confesando mi impotencia para poder satisfacer a vuestras caridades, quedándome un conoscimiento impreso en mi ánima de la grande obligación que tengo a todos los de la Compañía.

2. Nuevas de estas partes de la India, os hago saber cómo Dios nuestro Señor movió, en un reino donde ando [en Travancor], mucha gente a hacerse cristiana: fue de manera, que en un mes bauticé más de diez mil personas, guardando esta orden: cuando llegaba en los lugares de los gentiles, los cuales me mandaron llamar para que los hiciese cristianos, hacía juntar todos los hombres y muchachos del lugar a una parte, y comenzando por la confesión del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, los hacía tres veces santiguar y invocar las tres personas, confesando un solo Dios.

Acabado esto, decía la confesión general, y después el Credo, mandamientos, Pater noster, Ave María y la Salve Regina; y todas estas oraciones saqué habrá dos años en su lengua y las sé de coro; y puesta una sobrepelliz, a altas voces decía las oraciones por la orden que dicho tengo. y así como yo las voy diciendo, todos me van respondiendo, así grandes como pequeños, por la orden que las digo: y acabadas las oraciones, les hago una declaración sobre los artículos de la fe y mandamientos de la ley en su mismo lenguaje [tamul]. Después hago que todos demanden perdón públicamente a Dios nuestro Señor de la vida pasada, y esto a altas voces, en presencia de otros infieles que no quieren ser cristianos, para confusión de los malos y consolación de los buenos.

Espántanse todos los gentiles en oír la ley de Dios, y confúndense en ver cómo viven sin saber ni conoscer que hay Dios. Muestran los gentiles mucho contentamiento en oír nuestra ley, y me hacen honra, dado que no quieren consentir en la verdad conosciéndola. Acabado el sermón que les hago, demando a todos, así grandes como pequeños, si creen verdaderamente en cada artículo de la fe; respóndenme todos que sí; y así, a altas voces digo cada artículo, y a cada uno les demando si creen: y ellos, puestos los brazos en modo de cruz sobre los pechos, me responden que sí; y así los bautizo, dando a cada uno su nombre por escrito. Después van los hombres a sus casas y mandan sus mujeres y familia, las cuales, por la misma orden que bauticé los hombres, bautizo.

Acabada la gente de bautizar, mando derribar las casas donde tenían sus ídolos, y hago, después que son cristianos, que quiebren las imágenes de los ídolos en minutísimas partes. No podría acabar de escribiros la mucha consolación que mi ánima lleva en ver destruir ídolos por las manos de los que fueran idólatras. En cada lugar dejo las oraciones escritas en su lengua, dando orden cómo cada día las enseñen una vez por la mañana y otra a horas de vísperas. Acabado de hacer esto en un lugar, voy a otro, y de esta manera ando de lugar en lugar, haciendo cristianos; y esto con muchas consolaciones, mayores de las que por cartas os podría escribir, ni por presencia explicar.

3. En otra tierra a cincuenta leguas de esta donde ando, me mandaron decir los moradores de ella que querían ser cristianos, y que me rogaban que fuese a bautizarlos; yo no pude ir por estar ocupado en cosas de mucho servicio del Señor. Rogué a un clérigo que fuese a bautizarlos; y después de haber ido y bautizándolos, con muchos de ellos el rey de la tierra [rey de Jaffna] hizo grandes estragos y crueldades, porque se hicieron cristianos. Gracias sean dadas a Dios nuestro Señor que en nuestros días no faltan mártires; y pues por piedades tan despacio se va poblando el cielo, permite Dios nuestro Señor, por su grande providencia, que, por crueldades que en la tierra se hacen, el glorioso número le los electos se vaya cumpliendo.

El gobernador de la India, del cual os tengo escrito muchas veces de cuánto es nuestro amigo y de toda la Compañía, sintió en tanta manera la muerte de estos cristianos, que así como le hablé, mandó grande armada por mar a prender y destruir aquel rey, de manera que me fue necesario aplacar su ira santa. El rey que mató estos cristianos, tiene un hermano, el cual es verdadero heredero del reino, y está fuera del reino, por temor que tiene el rey su hermano que lo mate. Dice este hermano del rey que si el gobernador lo pusiere de asiento en el reino, que él será cristiano con los principales y los demás del reino; y así manda el gobernador a sus capitanes que, haciéndose cristiano este hermano del rey con los suyos, le entreguen el reino, y al rey que mató los cristianos que lo maten, o hagan lo que yo de parte del gobernador les dijere. Espero en Dios nuestro Señor y en su infinita misericordia, y en las oraciones devotísimas de los le martirizó, que vendrá en conoscimiento de su yerro, demandando a Dios misericordia, haciendo saludable penitencia.

4. En un reino de estas partes [Cota, junto a Colombo], que es cuarenta leguas, donde andamos Francisco de Mansilhas y yo, el príncipe [Yugo] de aquel reino determinó de hacerse cristiano; y el rey, siendo sabedor, mandólo matar. Dicen los que presentes se hallaron, que vieron el cielo una cruz de color de fuego, y en el lugar donde lo mataron se abrió la tierra en cruz; y dicen que muchos infieles que vieron estas señales, están muy movidos para hacerse cristianos.

Un hermano de este príncipe, como vio estas señales, requirió a los padres de aquellas partes [dos franciscanos] que lo hiciesen cristiano, y así lo bautizaron. Hablé con este príncipe cristiano [Juan], el cual va a demandar socorro al gobernador [Sousa], para defenderse del rey que mató a su hermano. Paréceme que, antes de muchos días, aquel reino se convertirá a nuestra santa fe, porque la gente está mucho movida por las señales que vieron en la muerte del príncipe, y también porque el heredero del reino es el príncipe que se hizo cristiano.

5. En otra tierra muy lejos [Macassar, Célebes occidental], cuasi 500 leguas de ésta donde ando, se hicieron habrá ocho meses tres grandes señores cristianos con mucha otra gente. Mandaron aquellos señores a las fortalezas del rey de Portugal a demandar personas religiosas, para que los enseñasen y doctrinasen en la ley de Dios, pues hasta ahora habían vivido como brutos animales, que de aquí en adelante querían vivir como hombres, conosciendo y sirviendo a Dios; y así los capitanes de las fortalezas del rey proveyeron de clérigos, para hacer aquel santo ministerio.

Por estas cosas que os escribo, podéis saber cuán dispuesta está esta tierra para dar mucho fruto. Orad, pues, al dueño de la mies que envíe operarios a su viña. Confío en Dios nuestro Señor que este año haré más de cien mil cristianos, según hay mucha disposición en estas partes.

Micer Paulo está en Goa en el colegio de Santa Fe. Es confesor de los estudiantes; ocúpase en las enfermedades, así espirituales como corporales, de ellos continuamente. Hace tanto el rey de Portugal por acrescentar esta santa casa, que es cosa para dar gracias al Señor. Los que a estas partes por sólo amor y servicio de Dios nuestro Señor vinieren, para acrescentar el número de los fieles y límites de la santa Iglesia, madre nuestra –pues hay tanta disposición en esta tierra–, hallarán todo favor y ayuda necesaria en los portugueses de esta tierra con mucha suficiencia, y serán de ellos recibidos con mucha caridad y amor, por ser la nación portuguesa tan amiga de su ley, y deseosa de ver estas partes de infieles convertidas a la fe de Cristo nuestro Redentor, y aunque no fuese por más que por satisfacer a la caridad de ellos y al amor que a nuestra Compañía tienen, deberíades mandar a estas partes algunos de la Compañía, cuánto más habiendo tanta disposición en estas partes para hacer cristianos. Y así ceso, rogando a Dios nuestro Señor que nos dé a conoscer y sentir su santísima voluntad, y, sentida, muchas fuerzas y gracias para en esta vida cumplirla con caridad.

De Cochín a 27 de enero de 1545.

Vuestro hijo mínimo en Cristo,

Francisco.