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Segundo Priorato, 2001

Con razón las carmelitas de San Calixto, según costumbre carmelitana, llamaban a su Priora «nuestra Madre», y verdaderamente lo era. Pero la M. Marina en esto se veía extremadamente deficiente.

(M 3-I-01) «Me parece me ha mostrado el Señor algo sobre el modo de tratar a las monjas, que hago mal. Es difícil explicar, pero quizá pueda expresar lo que siento sin caer en soberbia o vanagloria. Verá, veo ahora con vacío que tengo muchos dones de Dios, pero en mi trato con las monjas lo hago de igual a igual. El problema es que no somos iguales. A mí el Señor me ha dado más. Sin darme cuenta, les pido como natural para mí, lo que en ellas (algunas) es extraordinario. Tengo que actuar de otro modo. Agradecer, valorar los esfuerzos, y pedir las cosas abajándome a la capacidad de cada una, sin por ello tener que existir el desprecio. Es el mismo trato que tiene el Señor conmigo. Él es Dios, yo una miserable. Él me pide todo, pero solo lo que puedo dar. Me mira con bondad y solo me muestra dureza si hay en el alma soberbia. Nunca me exige, me incita...

«Yo avasallo, reprendo, menosprecio, me impaciento. No disfruto de las cosas, porque hay tantas que lo que quiero es acaben una detrás de otra, para seguir quemando etapas...

«No sé, pero me da la sensación de que ahí está uno de los problemas del trato poco benigno hacia las monjas. No es fruto de soberbia, sino de no ponerme en su lugar».

Muy virtuosas debían ser las carmelitas de San Calixto entonces, y muy pacientes y mortificadas, pues el 19 de enero de 2001 eligieron de nuevo a la M. Marina como Priora, a pesar de ser ésta tan dura, impaciente y avasalla-dora...


Esposa de Cristo

(M 7-II-01) «¿Puedo hacer algo de penitencias? Disciplina a diario. Esto no me cansa nada. Lo demás no creo deba hacerlo por el momento».

Yo solía permitirle las penitencias físicas, cuando las pedía, aunque moderándolas; pero siempre que me solicitaba algunos días de retiro, como me lo hizo después de ser reelegida Priora, se lo autorizaba al punto sin dudarlo.

(M 7-IV-01) «Aquí me tiene al acabar estos casi tres días de Retiro, que el Señor en su Providencia, a través suyo me ha regalado. La verdad es que han sido un gozo y una renovación creo muy verdaderas...

«De libro llevé “El diario de Sor Faustina K.”, “La Divina Misericordia en mi alma”. Es una maravilla. De meditaciones cogí las pláticas [grabadas] de Ud.: la memoria liberada por la esperanza; la humildad; la vida de gracia; hacia la santidad...

«Pido a Dios me dé la gracia de saber escribir esta carta, pues no va a ser fácil y hay mucho que decir...

«... me instalé en la tribuna y ermita de Retiro. Oía, leía, algún que otro instante de consolación... El silencio y la paz eran grandes, deseados... pero algo notaba yo que no iba bien. Fuimos entrando más adentro en la espesura y brotó del alma “úneme en matrimonio a ti”, pero con miedo o pena más bien. Ya no estaba. Así estaban las cosas, cuando recurriendo a la Virgen, comencé a pedirle me preparase Ella como esposa de su Hijo. Fue el 2º día por la mañana...

«Sentí una reprensión de Dios tan fuerte que no sé cómo explicarle. Era como: “si no has sido fiel, yo tengo muchas almas y no te necesito a ti. Eres tú la que me necesitas. Puedes quedarte en tu mediocridad, pero si juegas así, mi intimidad no la tendrás”.

«El dolor fue profundísimo, para colmo abrí el libro de Sor Faustina y me salió algo como que Dios moraba desagradado en un alma así. Volví a abrir y “Medita en la Pasión”.

«Cerré el libro y permanecí mucho rato, llorando un poco, pero deshecha de dolor. Me lo merecía todo y solo podía decir he pecado, perdón, Dios mío...

«Había descuidado la labor humilde de la ascesis, de la súplica, de la piedad. Cuando Dios te regala, Él lo hace todo, y cuanto te da la Cruz, se da Él con ella. Ahora ya no tenía esa clase de Cruz. Ciertamente la anhelaba, pero no me era concedida esa clase de Cruz. Ahora me correspondía la sencillez de la vida ordinaria. No menor [Cruz] ni menos pesada, si se lleva toda entera. Hay muchas cosas que, por gracia de Dios, vivo bien; pero la santidad no es esto, es mucho más.

«Pasé todo el día pidiendo misericordia. Ni podía leer, se me caía [el libro] de las manos de vergüenza. Recé mucho. En el primer momento pensé podía Dios negar la unión íntima con un alma... Después, recordando que el amor de Dios es inmutable, me tranquilicé. La cosa fue que todo lo puse en el Corazón de María y en la Misericordia de Dios.

«Esta mañana abrí el libro [de Sor Faus-tina] y me salió lo siguiente, que me ha hecho mucha impresión:

«“Hija amada, has conocido bien el abismo de mi Misericordia. Haré como lo pides, pero no dejes de unirte continuamente a mi Corazón agonizante y satisfaz Mi Justicia”.

«“Debes saber que me has pedido una gran cosa, pero veo que te la ha dictado el amor puro hacia Mí. Por eso satisfago tu petición”».


Empeora la salud

(M 27-IV-01) «Tengo que decirle otra cosa, quizá no sea nada, pero si no se lo digo y no es nada, no le mostraré toda mi pobreza. Llevo dos días con dolores otra vez. Puede ser de lo mucho que hemos trabajado, agujetas... pero son dolores especiales, que me recuerdan la metástasis de hace dos años. Sean o no de importancia, a mí se me ha removido todo. Creo que la voluntad está sin deseo, en la de Dios, pero la naturaleza se resiste a emprender una nueva subida por la calle de la amargura. No pido nada, me abandono, sabiendo es lo mejor lo que Él me envíe, pero noto tengo deseos propios y apego a la vida. Me ilusiona la Cruz, porque en ella Dios me sostiene más sensiblemente y porque la obra de la gracia es más rápida, y tengo ansia de Dios. Pero noto que me siento necesaria [a la comunidad], quiero seguir mis planes, crecer en la santidad... No quiero imponerme a los planes de Dios, pero tengo planes que si coinciden con los de Él, pues mejor que mejor. No tienen mucha fuerza, es cierto, pero me he encontrado llorando ante la perspectiva que será, pero puede ser de otra próxima quimio.

«... Dios dirá. Pero para que Ud. vea que no estoy tan libre como desearía estar. Sé que su voluntad es mucho más grande que todo, la amo y creo con su gracia aceptaría lo que fuese con paz y amor, pero la naturaleza se resiste.

«Le pido humildemente me ayude a besar esa Cruz que tanto amo y deseo amar más, Padre, con su oración y consejo. Que Cristo haga y deshaga sin que el alma se mueva, sino que adore cada acción suya con todo el ser, alma y cuerpo».

(M 11-V-01) «Ya tengo los análisis y, efectivamente, van subiendo los marcadores [del cáncer]...

«A mí el Señor no me quiere segura de nada, sino muy en el aire. Me hace esto continua impresión y así y todo, solo su gracia me hace cambiar. Cuánto le cuesta al Señor conseguirlo, pues sigo quejándome de cosas y personas. Por si me fuera pronto al cielo, quisiera cambiar, pero no hay derecho a que sea ése el motivo. Es tan grande el amor de Dios, que tendría que bastar para no desear sino ser fidelísima en todo».

La lectura de una biografía sobre Juan Pablo II le ha hecho en esos días mucho bien:

«... se me ha como descorrido el velo del Misterio de la Sma. Trinidad. No puedo pensar otra cosa y es un gozo inmenso ver la interdonación del Padre al Hijo y del Hijo al Padre, absoluta, difusiva y amorosísima, de la que dimana el E.Santo, santificador de nuestras almas. Que todos son Uno por la única voluntad que hay en ellos y todos lo poseen todo por la interdonación absoluta. Que se entra en el misterio en la medida en que se entra en la voluntad de Dios. Esto está mal dicho, quiero decir que se acerca uno a la divinidad en la medida de que esa Voluntad Divina es el único norte y amor del alma. Por eso la Virgen se aproxima tanto a la Divinidad, más que ninguna otra criatura...

«Quiero ser Santa para mi gloria. Pida para que solo desee la gloria de Dios, que me queda vanagloria y me da pena... Desearía enloquecer de amor y no afino en la caridad».


Amor y abandono

(M 17-V-01) En cuanto al cáncer, «no sé si será pronto o lento, si esto volverá atrás o no; pero estoy cogida y bien cogida, es seguro, pues los dolores lo muestran. De momento, mientras no avancen los marcadores, hay que esperar... Jesús no espera en su obrar interior y está haciendo maravillas.

«No me importa lo que pase. Veo el cielo como un encuentro tan maravilloso... Me ha puesto el alma en una paz, sin deseos...

«Desde ahora, desde siempre, me entrego y lo acepto todo, todo. El dolor, el despojo, perder el dominio, el juicio... lo que sea. Dios sabe más, ama más, que se haga solo su Voluntad.

«La verdad es que Dios me tiene embriagada de amor, en una paz inmensa, dán-doseme tan poco de hacer o no hacer, valer o desaparecer, sufrir o gozar, que veo tanto cambio como no sé explicar. Antes hacía con su gracia porque me diera igual el gozo que el dolor. Ahora es que Dios ha hecho ya la obra y solo ansío saber cuál es su voluntad y permanecer en ella sin movimiento...

«En fin, Padre, que me ayude a “dar gracias al Señor porque es Bueno, porque es eterna su misericordia”... No cambio toda la salud y la propia voluntad por un instante de este gozo de verse traspasada por la Cruz y por el amor de Dios, hecho delicadeza y dulzura en un beso constante de su providencia amorosa.

«También decirle que, aunque físicamente me siento enferma y agotada otra vez (esto varía notablemente), no me siento inclinada hacia un fin cercano. Sigo sin verlo. Lo que aumenta es el abandono ante lo imposible o inasequible. Solo el agotamiento en que me encuentro es suficiente para dejarlo todo; pero la fuerza que viene de Dios y de su confianza hace posible lo imposible».

Así las cosas, prosiguen en la comunidad las campañas de oración para la sanación de la M. Priora, y solicitan la intercesión de la anciana religiosa antes aludida, la cual aseguraba que «pediría oraciones y que me pondría bien».

(M 11-VI-01) «Pero Ud. me había dicho no hiciese nada para pedir por mi salud, y preferí fuese ella quien lo hiciese...

«Todo lo anterior vaya por la parte humana. Espiritualmente estoy muy cambiada. Noto mucho la obra de Dios. Me lleva en volandas. Es Él quien obra a través mía. La paz me invade de forma asombrosa y el amor me inflama habitualmente, con una intensidad gozosa muy grande. (No quisiera en todo esto la soberbia me engañase y el hablar de lo bueno que uno tiene fuese una trampa del Enemigo).

«Me noto llevada por Dios, pues sin saber qué decir, Él hace todo cuando llega el momento.

«Al mismo tiempo, tengo unas caídas que son una gloria para mi humillación. Tres veces he caído en falta de serenidad y dominio, corrigiendo con mucha impaciencia. Lo más fácil es chillar, y la mansedumbre como si no existiera. Esto me deja destrozada, pues mato mosquitos a cañonazos. Luego Dios recompone las cosas, pero ¡cuánto destrozo por mi parte sin necesidad!...

«Mi realidad es que vivo fuera de mí por el amor, esto creo es cierto, pero con unos fallos tremendos. 1º- No escondo en comentarios éxitos que he tenido por gracia de Dios... 2º- No callo las faltas ajenas y, con color de bien, cuento las cosas como son y puedo faltar a la caridad. 3º- No me domino, no doy dulzura. Llevo muchas cosas a punta de espada, y es una pena...

«Todo esto se me mezcla con mucho gozo y mucho amor. De mi persona y salud no se me da nada. Que sea lo que Dios quiera...

«La fortaleza para afrontar lo que sea también es muy grande. He oído unas cintas de Las Moradas que nos han puesto, y me veo en muchas cosas muy cerca de la fuente de agua viva, del Matrimonio Espiritual. Tengo unos ímpetus muy serenos, pero ardientes, de que me una a Sí»...


Miserias de una Priora

Con un estado de salud desastroso, con un agotamiento crónico, no está la M. Marina muchas veces en condiciones de atender a las monjas con toda paciencia y benignidad. Y esto le da, durante años, mucha guerra y mucha pena:

(M 11-VI-01) «...se me ha venido a la mente si sería bueno hacer un voto de no corregir hasta pasados al menos 15 minutos, obligándome a corregir después... Creo no debería corregir nada sin antes encomendarme a la Virgen con un voto. Haré lo que diga Ud. Me da mucha tranquilidad la obediencia».

Continúa en la siguiente carta sobre el mismo tema:

(M 28-VII-01) «Dios ha sido pródigo conmigo en dones de naturaleza y veo como natural que las demás hagan lo que para mí no supone esfuerzo, mientras que para ellas es muchas veces heroico. Y no solo no alabo eso, sino que hago hincapié y corrijo la paja en el ojo ajeno. Con lo cual derrumbo a las monjas, que no pueden ser más buenas y fieles.

«Tendría que ponerme a la altura de las circunstancias de cada una. Por el contrario, yo me coloco en mi torre y llevo el timón sin hacerme madre en cada detalle y [sin reconocer la] grandeza de las que heroi-camente me llaman “Madre”.

«Todo esto no solo lo hago mal, sino que he visto que lo que hago yo bien es como fruto de la sobreabundancia de Su Gracia. Mientras que la práctica de la paciencia, la dulzura, la suavidad... que sería una ascesis más personal a base de gracia, pero más al alcance de un alma humilde y fiel, en mi caso es un desastre, pues no me esfuerzo nada. No vivo ese deseo ardiente en el vencimiento, sino en el deseo solo, y el vencimiento para las demás: “yo bastante tengo con pensar, dirigir, organizar, corregir, aguantar”... Esto no lo pienso, pero la verdad es que sin pensarlo son los criterios que guían mis acciones. Perdóneme, Padre, y Padre más que nunca, pues ya ve cuánta pobreza y miseria venga depositar en su corazón.

«Es como pasar la vida acabando cosas, sin gozar de la belleza y bondad de cada detalle, en especial de las obras ajenas. No vivo egoístamente, pero no veo más que lo que tengo que hacer. No me vanaglorío, pero cuento, pienso y hablo de lo que yo tengo entre manos. Lo de las demás cuenta poco, por ya sabido y poco interesante.

«Claro, esto no es siempre ni en todo, pero predomina cuando no se trata de algo especial. Sería como un tren, que lleva a todos los viajeros: para en las estaciones, va bien de velocidad, organiza bien su interior, los asientos son cómodos... Pero es metálico, frío, no habla, no escucha, porque llegaría tarde y porque ya sabe todo lo que le van a decir... Lleva tantos años haciendo el mismo servicio...

«Me ha dado la Virgen mucha luz y de todo corazón le pido perdón. Tengo mucha pena. No me hundo porque me parece el colmo de la soberbia. Esto de caer es lo mío, y pido humildemente la gracia de Dios. Sufrir sí sufro, por el daño [que hago] y por lo poco que de verdad lucho para superarlo...

«Hice el voto de no corregir de momento. Lo hago por semanas y algo lo noto...

«Lo de pedir por mi salud, yo no me veo llamada a ello. Prefiero confiar y abandonarme».

La metástasis de los huesos se ha ido extendiendo, pero

(M 6-IX-01) «espiritualmente la paz me inunda, y es el único dato que percibo: abandono y paz. Jesús está, pero no tan cerca como el alma desea (aunque no tengo deseos). Si así él es más glorificado ¡bendito sea! Quiero decir que sensiblemente no es de las temporadas más fervorosas, y sin embargo, la paz es tan grande, que el día que iba [el día que tenía cita para ir] al médico, ni me acordé. Tenía que levantarme y eso [sin estar dormida, sino] estando despierta. Llegué a tiempo de milagro».

A una de éstas, ha tenido en cuanto Priora un gran enfado lamentable:

(28-X-01) «Me he enfadado mucho. Tenía yo toda la razón, pero no debía nunca hablar alto y con tanto genio. No sé cómo pedir perdón al Señor. Esta noche he hablado con ella [con la monja “damnificada”] de otra cosa, y es la primera vez que después de una de éstas me dice “Dios se lo pague, y espero no pase más. Tengo que aprender a vivir”...

«El día de la operación de la Hna. N.N., en la clínica, como podía rezar, recé las 1.000 Ave Marías pidiéndole a la Virgen la mansedumbre y humildad. Confío Ella algún día me lo conceda, pues cuando tengo estos baches me quedo deshecha. Perdón, Perdón, Perdón. Le pido por amor de Dios me ponga una penitencia. No quisiera humillarme más al decírselo, pues sería falso. Pienso si de verdad me diera cuenta del daño que hago y deseara de todo corazón corregirme, sería otra cosa; pero mi deseo no debe ser muy sincero, ni muy verdadero. Me busco a mí misma y no me desprecio nada. Esto es fruto de mi autosuficiencia. Dios y su Madre tengan misericordia de mí».

(M 11-XI-01) «Deseo amar, pero estoy cansada, y sin embargo, en esa apatía, hay algo que sostiene con una fuerza y fortaleza que no puede ser más que Él, y se enciende en el alma un fuego y una fuerza para amar, para luchar, muy grandes. Pero esto sin sentir apenas el amor y en la mayor certeza de ese amor. No me siento amada, pero vivo de la fe en ese amor que arde en mi alma como una brasa, que no lanza llamas y que está poseída, pero pienso que todo esto no encaja con tantas faltas de virtud como tengo, y me da miedo no andar en verdad.

«Pido al Señor le dé a Ud. luz para corregirme y a mí gracia para vencerme. Que la Madre de Dios y nuestra nos alcance aquello que más gloria dé a su Hijo, pues el mundo solo necesita santos».

(M 16-XII-01) «Yo no puedo ya más sin unirme a Él. No lo digo por decir, es una fuerza tan tremenda que me abrasa y hace sufrir muchísimo, por verme tan llena de imperfecciones. Y se lo suplico a Él y a la Virgen, y creo me lo está dando. Al menos la luz ya me la ha dado. Le pido sus virtudes, las de Su Corazón, y me una a Sí. Es una locura y un atrevimiento, pero comprendo que estoy y deseo estar cada día más loca de amor».

(M 2-II-02) «Veo clarísimo que la culpa de todo es mía. Me refiero a todos los problemas del convento. No la culpa de lo que otras hacen mal. Es la culpa de lo que por mi comportamiento erróneo produzco de mal a mi alrededor. En vez de dar paz, doy impaciencias, desánimo, amargura, angustia, malestar... No debo corregir apenas, sí animar, sonreir y callar, y qué pocos detalles ensalzo, agradezco»....

En fin, está claro: un desastre de Priora.


Bodas de plata... y de cruz

(M 23-I-02) «Tengo muchos problemas, pero me inunda la paz y el gozo. Es un gozo muy profundo. Tengo más ganas de irme al cielo, ahora con el panorama de la dulzura, deseo vivirla, pero no veo como antes que no me iba a morir. Tampoco veo la muerte. Estoy en manos de Dios, pero como si quedase poco o menos tiempo, y ansias de vivir lo único que vale, y no lo hago. La Cruz y ahora la Virgen son mi heredad y mi única esperanza».

(M 23-IV-02) «Me entran de vez en cuando ganas de morirme, de que se acabe esta lucha, y deseos del cielo... Noto en esto un cambio, aunque sigue la interior certeza de que no me muero».

Y acertaba. Aunque pareciera imposible, todavía había de vivir cuatro años más.

(M 30-V-02) «Lo que tengo son unos deseos fuertísimos de amar. Es una pasión de Gloria de Dios, de darle todo y que las monjas salgan de esa indiferencia. Sé que ardo y quisiera quemar, pero tiene que ser acercando una llama muy tenue, pues no están las almas en disposición de mucha luz. Es más obra de la caridad, y ante el cariño y la benignidad se entregan.

«Lo malo es que al dar cariño vienen a ti, y deben ir solo a Dios. A mí no se me pega esto, pero creo hay que obrar como la madre más humilde y solícita de sus almas, pero muy suavemente.

«Cuando obro así, me abrasa el amor de Dios, como confirmando ese proceder, y llevarlas a la intimidad con el Señor, a la verdad.

«No llego a todas, pero intento que todas, sin diferencia, se sientan atendidas y queridas sin diferencias...

«Veo tan claro que Dios quiere valerse de mí para esta obra, que le dejo que me use y me gozo en ello, de igual modo que si no me usa. No sé si me humillara, cómo sonaría mi alma; pero como me lleva con tanto amor, me dejo amar y le pido amor. Es un fuego de amor muy ardiente y no deseo más que se me dé ese amor de Dios. La verdad es que el sufrir no lo veo, pues nada me cuesta. Solo reina la voluntad de Dios, pero el amor sí lo busco, lo ansío, no sé cómo decirlo... Le pido que me abrase en él. Comprendo si no me da más Cruz es difícil saciar esa sed y al mismo tiempo veo no tengo sed de Cruz, sino de Amor. Creo que no es fácil se dé la Cruz. Todo lo que viene de Dios o de los hombres puede ser costoso, sí, costosísimo, pero si está el alma persuadida que Él está en ello, ya ha desaparecido la Cruz. Por eso el ansia es de Amor...

«El día 19 de Junio hacen 25 años de mi profesión solemne».

Así lo refiere la Carta de Edificación:

(CE 30) «Le llegó el tiempo de hacer sus Bodas de Plata, que quiso celebrar sólo con la comunidad... Con este motivo, como no quería ser la protagonista, nos dio una gran sorpresa: la llegada de la Imagen Peregrina de la Virgen de Fátima». Fue una gracia muy grande para la comunidad. «El último día, la sacaron [del coro interno] a la iglesia, celebrándose una Misa solemnísima, con gran asistencia de fieles, que volvieron a sus casas con una paz y una alegría indecibles. De esta manera, N. Madre ponía en manos de la Virgen estos veinticinco años de entrega total en el Carmelo».


Menos cartas y más teléfono

(M 28-VII-02) «Jesús, en la fiesta de sus abuelos [Joaquín y Ana] me concede poder escribirle, cosa que me parece cada día más difícil. Lo necesito muchísimo y noto repercute en contra de mi vida de vencimiento. Sin embargo, bien por falta de organización, excesivo quehacer o voluntad de Dios, no logro hacerlo.

«Por teléfono sí puedo, pero no me gusta demasiado, pues no me expreso, ni se me quedan las cosas [suyas] escritas».

En realidad, el deterioro físico de la Madre Marina –nunca el psíquico, pues siempre se mantuvo asombrosamente entera– fue haciéndose tan grande, que en sus últimos años ya el Señor pocas veces le daba la fuerza necesaria para escribirme. Me llamaba por teléfono de vez en cuando, sin alargarse nunca mucho, como no hubiera algún asunto especialmente complicado.

En octubre de 2002 le mostraron una radiografía completa de todo el esqueleto:

(M 12-X-02) «Es impresionante el gran daño que tengo en los huesos desde el hombro izquierdo, columna, costillas, esternón, caderas, fémur, tibia y sobre todo la columna dorsal y caderas, que es lo que van a tratar, Dios mediante...

«No puedo pedir sufrir, ni ofrecerme a nada. Me inclina Jesús a permanecer secundando su mirada y con los ojos fijos en Él. Cuando Dios quiere, me pone delante el invitarme a sufrir, y entonces me sube a su barca y entramos mar adentro.

«Si hace caridad, ayúdeme con su oración a amar apasionadamente. Que me queda poco es lo más probable, y aun cuando fuese mucho, siempre es breve la vida...

«Quisiera vivir ya el cielo que me espera, en la espera de lo que Jesús nos está preparando, deseándolo y gozándome de su obra.

«Padre, Dios tiene a su hija en palmitas, enamorada y feliz. Le amo y no quisiera dejar de decírselo aun en medio del más puro padecer».


Una Priora culpable de todo

(M 26-27-IV-03) «Vivo una vida difícil y complicada con mil cosas. La diferencia es que antes me superaba a mí misma, y hace meses, desde la última metástasis sobre todo, el agotamiento es tal que vivo superada ya, y veo no debo superarme más, para poder menos, pero siquiera eso. Paso el día quedando mal y dejando atrás muchas cosas...

«De por aquí creo hay algunas cosas mejor, y las monjas con mucha virtud, aunque mi papel es de columna que sostiene cada ladrillo de cada monja.

«Lo malo es que muchos días no estoy para sostener y los tiro todos, para después pasar horas recogiéndolos y volviendo a reconstruir. Bastaría con sonreir y dar vida, y esto es lo que más me cuesta. La culpa no la tengo siempre, pero lo hago mal por mi debilidad. Debería preguntar más a Jesús, [más] que pensar.

«Tengo mucho fuego en el alma y no puedo con lo que no es recto. ¿Será que no soy normal, que Dios ha hecho una obra en mi alma, por su misericordia, de Luz, de Amor y de Cruz que me coloca muy por encima de todas? ¿Y me falta paciencia para hacerme al paso de algunas? Creo de la debilidad física proviene esa impaciencia, que es imposible vencer a veces, por la susceptibilidad que produce».

En estos años, una de las cruces para ella más penosa era su incapacidad crónica para vivir íntegramente la Regla carmelitana, esa Regla que ella, como Priora, procuraba que en sus monjas hallara una observancia perfecta.

(M 7-VI-03) «Hace unos días no podía dormir. Me levanté a la una y me fui al coro. Pasé más de una hora de rodillas en una oración tan intensa como no se puede imaginar. Le pedí al Señor la gracia de hacer su voluntad sobre todo, pero que o me diera salud para la Regla o me llevara. Así no podía seguir.

«Creo que ha habido un antes y un después. La salud a que me refería en esa oración era material, cumplir algo la Regla, y espiritual: PACIENCIA, BONDAD, MATERNIDAD...

«No podía con tanto, pero de dolor de cabeza, resonancia en cualquier ruido... Todo a causa de la debilidad. Seguir al frente de la comunidad sin hacer daño, y esto está siendo causa de gran sufrimiento, ver lo mal que hago las cosas y los muchos fallos que a la vista quedan de mis actuaciones. Sé que no hay culpa en la mayoría, pero el ejemplo es triste y ése es el que queda. Como humillación, lo agradezco al Señor, pero le pedí con toda mi alma su gracia y fortaleza. Mi alma gritaba en la noche aquella, y en la noche que en este aspecto vivo hace tiempo, aunque encubierto con el velo del abandono, que todo lo sosiega. El Señor no me contestó, ni me mostró nada, pero ahí estaba. Y no me atrevía a pedir más por miedo a imponerme a su querer. Creo el Corazón de Jesús estaba dispuesto a ceder a mi gusto, pero Él no quería me bajase del abandono. Sin embargo, me impulsaba a gritar, a pedir, a rogar bondad, dulzura, luz, fuerza, gracia...

«Dígame algo para amar más a Jesús. Tengo muchos deseos. En todo veo soy yo el mayor impedimento para la suavidad y armonía [en la comunidad], porque por falta de dominio, la rompo y no pongo bondad y fe en cada cosa. Si diese a Dios, qué distinto sería todo de lo que es. No sabe cómo tengo esto grabado y lo que me hace sufrir. No es un decir, sino una verdad grande. Mis pecados y miserias son lo peor que tiene San Calixto, y tengo yo la culpa de la mayoría de las faltas que hay.

«No estoy baja, ni en una depresión; es simplemente decir la verdad».


La exaltación de la Santa Cruz

Así comienza una de las más hermosas cartas que guardo de la Madre Marina de Cristo:

(M 14-IX-03) « + La exaltación de la Santa Cruz. Uno de los días más bonitos del año haga que Jesús nos muestre su fuerza y su belleza...

«No sé qué saldría el lunes 15 en la E.C.O. de hígado. A juzgar por cómo estoy, puede ser cualquier cosa, pero me da todo igual.

«Me ha puesto Dios en tal gozosa paz que solo me hace feliz su voluntad y no tengo que renunciar a ningún deseo, pues no los tengo.

«¡Bendita Cruz! ¡Bendita Cruz! ¡Bendita Cruz! Cuántos bienes me han venido por ella. Pido al Señor entre, corte, rompa, limpie, hasta lo más mínimo que quede para ser toda de Dios. ¡Qué me importa lo que cueste, si el gozo de saberse poseída por Él lo supera todo!...

«Me siento llevada, guiada, mimada; «de tu mano me llevas, Señor”. Hace conmigo lo que quiere. Me pone malísima hasta la hora que hace falta. Termino en media hora un trabajo de tres horas. Me encuentro que hay cosas que se hacen solas, porque las hace Jesús.

«Mientras, mi heredad es la Cruz pasiva de la inacción o del dolor, pero qué tesoro de Cruz. En ella me guarda más segura de vanidad y obras propias, de modos humanos...

«He estado bastante mal dos días después del ciclo, con pinzamiento, fiebre, vómitos. Ya pasó, y su amor permanece...

«Sigo pidiendo: “Ven E.Santo, ilumíname, lléname de tu amor”... Creo mi alma está poseída totalmente por Dios y en mí no hay nada voluntario que no sea suyo. Pero las imperfecciones o raíces de pecados hacen que no se pueda dar aún el matrimonio. Sin embargo, todo mi ser lo lleva Jesús a su querer y va poniendo en el entendimiento la solución de cada cosa. Es impresionante»...

Y vuelve a su frecuente duda:

«Quisiera volver a preguntarle de palabra si no hago mal [cuando estoy] sin rezar todo el rezo. No rezo más que lo que asisto al coro, que es poco.

«Rezar podría, con esfuerzo, y no lo hago. Solo amo en horas de cama o descanso. El esfuerzo me supone cansancio y me reservo para las cosas que tengo que hacer por la comunidad. Antes de hacer algo superfluo, sí, rezaría; pero eso la verdad es que no llega o si llega es porque no me doy cuenta».


Hacia la plena unión de amor

(M 16-IX-03) «Ayer vieron era real el tumor del hígado, pero aún no saben su gravedad....

«La paz de Dios sigue, gracias a tantas oraciones, reinando... Confío la misericordia de Dios haga, a pesar de mi miseria, su Voluntad en todo, y qué gran gozo es esto. Quisiera darle todo, entregarme por sus almas y ser solo lo que Él quiera. Padre, es un convencimiento que no lo puedo explicar, pero que me invade de tal forma que Dios lo hace todo, todo, todo.

«Parece como si la Sma. Trinidad se dijera entre sí: “¿Me amará esta alma como para...?” Y en un pugilato de amor, el Padre le dijera al Hijo: “Pruébala. Tú sabes que es mía, y aunque te pueda fallar, viéndola luchar, gozaremos más de su amor”. El Hijo, por amor al Padre, mediría la prueba para que su Esposa no fallase, que fuese lo más, pero sin posibilidad de romperse, siempre que la esposa cuidara las leyes del Divino Juego. Del Padre y del Hijo brotó entonces un torrente de Amor, que en forma de E.Santo cubrió a la pequeña alma para que por parte de Dios en nada pudiera fallar. Dicha alma, viéndose envuelta, llevada, amada y crucificada, sitiéndose tan pequeña y objeto de tanto amor, buscó a su Madre y le pidió que le enseñase el modo que más agradaría al Altísimo para proceder.

«Las luchas, las caídas, fueron muchas, pero el E.Santo y la Virgen lavaban sus heridas, y presentaban a la amada cubierta con la Sangre de su Hijo, para el agrado de Dios, y ante tal obra de amor, el amor de Dios, autor de todo bien, ganaba dando, mientras el alma se anonadaba recibiendo.

«Padre... no pida nunca mi curación. Yo tampoco lo hago, ni puedo hacerlo. Que triunfe solo la gloria de Dios, eso sí, y que mi alma llegue al grado solo que Dios desea de mí, pues por orgullo no quisiera pedir más. Solo lo pido por amor».

(M 2-X-03) «El ansia que tengo de UNIÓN CON ÉL no tiene límites. Le deseo con el ardor que Él me pone. En medio de mi debilidad, creo que me ha regalado luz, paz y más amor...

«Siento como si Jesús quisiera pronto esa Unión y me diese más gracia para ello. No sé, pues es tan fácil hacerse protagonista de los actos, buscando la propia gloria... Puede uno decir que es para la gloria de Dios, pero... que sea de verdad. Y algunas veces tengo miedo de mezclar mi gloria. Pídalo para mí, que confío mucho en su oración».

A fines de noviembre, después de un ciclo terrible de quimioterapia, está la pobre destrozada:

(M 28-XI-03) «...el ciclo anterior estuve malísima casi los 20 días en una pura cruz de dolor de huesos... no retener ningún alimento, llagas, vómitos, descomposición y todo lo que quiera...

«El sufrimiento ha sido extremo, pero la gracia lo ha sostenido...

«El alma. Permanece cogida por Jesús. Él la guarda en mucho olvido y desconsuelo, no ve nada, no siente ternura... Vive de pura fe e inamovible abandono. El peso abrumador de cruces desaparece ante el abandono confiado en que Jesús ha puesto al alma...

«Esta situación en la comunidad es muy difícil de sostener y animar. Además toca la elección [de priora] el 18 de enero. Las monjas quieren que siga, pero tiemblan de que me muera.

«Hay que animar, sosegar, comprender... Yo sigo con la íntima sensación de que no me muero...

«El poder escribirle esta noche es milagroso. Vivo con el milagro presente. No presiento nada, pero no me chocaría tampoco nada raro que pasase. Pienso de algún modo Jesús ha de acabar esta purificación. Porque más sufrimiento mucho tiempo mi cuerpo no va a resistir. Y o me cura, después de haberme concedido la humildad para que Él haga su obra, o no sé qué hará.

«Sé que hará lo mejor, lo más acertado, en el momento oportuno, medido, pesado, todo amor. ¡Y qué puedo temer! Esto intento vivir y creo lo vivo, pero con el gozo de sufrir la cruz que esto conlleva. Soledad, oscuridad, sufrimiento, despojo, anonadamiento e inutilidad... es un prodigio del Amor el que hace y realiza todo esto en el alma.

«¡Cómo ama Jesús mi miseria! Qué misterio...»