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Espiritualidad sacerdotal en el presbiterio

1.-Obispo, presbíteros y diáconos al servicio de la comunidad eclesial

Los sacerdotes de la Iglesia particular forman una colegialidad ministerial que tiene como punto de convergencia al obispo y al Papa con el colegio episcopal.

El servicio ministerial en la Iglesia particular es ejercido por:

-el obispo, como padre y cabeza de su Presbiterio y de la Iglesia diocesana,

-los presbíteros, como necesarios colaboradores y consejeros de los obispos,

-los diáconos, como servidores cualificados en el campo de la palabra, de la eucaristía y de la caridad.

2.-En la comunidad sacerdotal del Presbiterio

La unidad comunitaria del Presbiterio es una exigencia de los carismas (carácter y gracia sacramentales) recibidos en la ordenación sacerdotal. Al mismo tiempo es una concretización de la sacramentalidad de la Iglesia. Es, pues, una «fraternidad sacramental» (PO 8), como signo eficaz eclesial y sacramental.

La unidad vital del Presbiterio se demuestra en la responsabilidad mutua de todos los componentes del mismo respecto a la vida espiritual, pastoral, cultural, económica y personal (LG 28).

La «renovación interna de la Iglesia en sus propósitos pastorales y en la difusión del evangelio en todo el mundo» (PO 12), dependerá, en gran parte, de la renovación espiritual y pastoral de los Presbiterios diocesanos. Esta renovación depende de la puesta en práctica de una ayuda mutua según las indicaciones del Presbyterorum Ordini 8:

-oración mutua, como de quienes trabajan y viven en la misma familia,

-relación interpersonal y colaboración por encima del estado de vida (religioso o secular) y de la diversidad de ministerios,

-ayuda mutua en todos los campos (espiritual, pastoral, cultural, material), especialmente en los momentos de necesidad y dificultad,

-experiencias de vida comunitaria y de asociación o de grupo.

3.-Espiritualidad del clero diocesano

La espiritualidad específica del clero diocesano es la misma espiritualidad sacerdotal matizada de gracias o carismas especiales. Ser signo ministerial del Buen Pastor en una Iglesia particular o diócesis, se concreta en la caridad pastoral matizada por:

-la pertenencia a la Iglesia diocesana por medio de la incardinación o compromiso de servicio (que incluye corresponsabilidad en la misión universal),

-el hecho de formar parte del Presbiterio de modo estable,

-la dependencia del carisma episcopal en cuanto a la pastoral y en cuanto a la espiritualidad,

-ser principio de unidad (en unión con el obispo) respecto a los carismas, vocaciones y ministerios existentes en la comunidad eclesial,

-ayudar a la comunidad a encontrar sus raíces apostólicas e históricas en relación con el obispo que la preside como sucesor de los Apóstoles (+LG 28; CD 28; PO 7-8).

Todo sacerdote que sirve de modo más o menos permanente en una diócesis, tiene de alguna manera estos matices de espiritualidad sacerdotal.

4.-La construcción de la vida apostólica en el Presbiterio

Si la vida apostólica significa el seguimiento de Cristo al estilo de los Apóstoles, es el obispo de cada Iglesia particular, como sucesor de los Apóstoles, con su Presbiterio, quien tiene que presentar ante la Iglesia esta forma de vida evangélica (apostolica vivendi forma).

El Presbiterio debe estructurarse de modo que pueda ofrecer a todos sus componentes (obispo, presbíteros y al menos los diáconos llamados al celibato), posibilidades y medios de vivir el seguimiento evangélico y la vida comunitaria para una mayor disponibilidad misionera.

Hay que partir de la realidad en que trabaja y vive el clero diocesano. La vida comunitaria y de equipo del sacerdote es siempre posible si se trata de:

-encuentro periódico,

-para compartir la vida y el ministerio,

-y para ayudarse mutuamente en todos los aspectos: vida espiritual, pastoral, cultural, económica, personal...

Las posibilidades de este encuentro comunitario se basan en la misma realidad del sacerdote diocesano:

-posibilidad geográfica: por arciprestazgos (decanatos), vicarías, parroquias, sectores, etc.,

-posibilidad funcional: por ejercicio ministerial común (enseñanza, movimientos apostólicos, capellanías, etc.),

-posibilidad de afinidad: por amistad, edad, ordenación, pertenencia a una institución, etc.

La vida interna del grupo al que se pertenece (geográfico, funcional, de afinidad, etc.) debe concretarse en el campo de la espiritualidad, como se concreta en la pastoral, cultura, economía y de problemas personales. Se trata, pues, de ayudarse en las exigencias de la vocación sacerdotal, y de modo particular en:

-la vida de oración como encuentro con Cristo y como ministerio,

-el seguimiento evangélico de Cristo aplicado a las virtudes del Buen pastor,

-la disponibilidad misionera para cualquier cargo de la Iglesia particular y cualquier necesidad de la Iglesia universal.

Guía pastoral

-Reflexión bíblica

-Llamados y enviados, como grupo apostólico, para seguir y anunciar a Cristo: Mc 3,13-14; Lc 10,1.

-La unidad sacerdotal querida y pedida por Jesús, como signo eficaz de santificación y evangelización: Jn 17,21-23.

-La gracia sacerdotal en relación al Presbiterio: 1Tim 4,14.

-Enraizarse en el fundamento de los Apóstoles por medio de los obispos: Ef 2,20.

-La vida apostólica en el Presbiterio: fraternidad (Lc 10,1; Act 1,14) para el seguimiento evangélico (Mt 4,19; 19,27) y la disponibilidad misionera (Act 1,1-8; Mt 28,19-20).

-Revisión de vida como examen de caridad pastoral: Jn 21,15ss.

-Estudio personal

y revisión de vida en grupo

-Obispos, presbíteros y diáconos, un signo colectivo del Buen Pastor (LG 28-29).

-La vida espiritual del sacerdote en relación al carisma episcopal (CD 15-16; PO 7).

-Los pasos hacia la fraternidad sacramental del Presbiterio (PO 8; LG 28; CD 28; Puebla 603,690).

-Posibilidad y experiencias de vida en grupo (PO 7,8,10,17; CD 30; OT 17; Puebla 705; Medellín XI,25).

-Valorar los elementos esenciales de la espiritualidad específica del clero diocesano: caridad pastoral en relación al obispo, al Presbiterio y a la Iglesia particular (PO 13; LG 28; CD 28,30; PO 7-9).

-Revisión de vida sobre los ministerios (PO 4-6) y las virtudes del Buen Pastor (PO 15-17).