San Bernardino de Siena
Presbítero
Nacido en Massa Marittima, territorio de Siena, el año 1380, entró en la Orden de los Frailes Menores, se ordenó sacerdote y desplegó por toda Italia una gran actividad como predicador, con notables frutos. Propagó la devoción al santísimo nombre de Jesús. Tuvo un papel importante en la promoción intelectual y espiritual de su Orden; escribió, además, algunos tratados de teología. Murió el año 1444.
El nombre de Jesús, luz de los predicadores
De los sermones de san Bernardino de Siena, presbítero
El nombre de Jesús es la luz de los
predicadores, pues es su resplandor el que hace anunciar y oír su palabra. ¿Por
qué crees que se extendió tan rápidamente y con tanta fuerza la fe por el mundo
entero, sino por la predicación del nombre de Jesús? ¿No ha sido por esta luz
y por el gusto de este nombre como nos llamó Dios a su luz
maravillosa? Iluminados todos y viendo ya la luz en esta luz, puede
decirnos el Apóstol: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el
Señor; caminad como hijos de la luz.
Es preciso predicar este nombre para que resplandezca y no quede oculto. Pero no debe ser predicado con el corazón impuro o la boca manchada, sino que hay que guardarlo y exponerlo en un vaso elegido.
Por esto dice el Señor, refiriéndose al
Apóstol: Ese hombre es un vaso elegido por mi para dar a conocer mi nombre a
pueblos, reyes, y a los israelitas. Un vaso –dice– elegido por
mi, como aquellos vasos elegidos en que se expone a la venta una bebida de
agradable sabor, que el brillo y esplendor del recipiente invite a bebe de
ella; para dar a conocer –dice– mi nombre.
Pues igual que con el fuego se limpian los campos, se consumen los hierbajos, las zarzas y las espinas inútiles, e igual también que cuando sale el sol y, disipadas las tinieblas, huyen los ladrones, los atracadores y los que andan errantes por la noche, así también cuando hablaba Pablo a la gente era como el fragor de un trueno, o como un incendio crepitante, o como el sol que de pronto brilla con más claridad, y consumía la incredulidad, lucía la verdad y desaparecía el error como la cera que se derrite en el fuego.
Pablo hablaba del nombre de Jesús en sus cartas, en sus milagros y ejemplos. Alababa y bendecía el nombre de Jesús.
El Apóstol llevaba este nombre, como una luz, a
pueblos, reyes y a los israelitas, y con él iluminaba las naciones,
proclamando por doquier aquellas palabras: La noche está avanzada, el día se
echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las
armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Mostraba a
todos la lámpara que arde y que ilumina sobre el candelero, anunciando en todo
lugar a Jesús, y éste crucificado.
Por eso la Iglesia, esposa de Cristo, basándose en su testimonio, salta de júbilo con el Profeta, diciendo: Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas, es decir, siempre. El Profeta le honra igualmente en este sentido: Cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su salvación, es decir, Jesús, el Salvador que él ha enviado.
Oración
Señor Dios, que infundiste en el corazón de san Bernardino de Siena un amor admirable al nombre de Jesús, concédenos, por su intercesión y sus méritos, vivir siempre impulsados por el espíritu de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.