Zacarías 14,1-21
Me saciaré de tu semblante
Santo Tomás de Aquino
Conferencia sobre el Credo
Adecuadamente termina el Símbolo, resumen de nuestra fe, con aquellas palabras: «La vida perdurable. Amén». Porque esta vida perdurable es el término de todos nuestros deseos.
La
vida perdurable consiste, primariamente, en nuestra unión con Dios, ya que el
mismo Dios en persona es el premio y el término de todas nuestras fatigas: Yo soy
tu escudo y tu paga abundante.
Esta unión consiste en la visión perfecta: Ahora vemos confusamente
en un espejo; entonces veremos cara a cara. También consiste en la suprema
alabanza, como dice el profeta: Allí habrá gozo y alegría, con acción de
gracias al son de instrumentos.
Consiste, asimismo, en la perfecta satisfacción de nuestros deseos, ya que allí los bienaventurados tendrán más de lo que deseaban o esperaban. La razón de ello es porque en esta vida nadie puede satisfacer sus deseos, y ninguna cosa creada puede saciar nunca el deseo del hombre: sólo Dios puede saciarlo con creces, hasta el infinito; por esto, el hombre no puede hallar su descanso más que en Dios, como dice san Agustín: «Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón no hallará reposo hasta que descanse en ti».
Los santos, en la patria celestial, poseerán a Dios de un modo perfecto, y, por esto, sus deseos quedarán saciados y tendrán más aún de lo que deseaban. Por esto, dice el
Señor: Entra en el gozo de tu Señor. Y
san Agustín dice: «Todo el gozo no cabrá en todos, pero todos verán colmado su
gozo. Me saciaré de tu semblante; y también: El sacia de bienes tus
anhelos».
Todo lo que hay de deleitable se encuentra
allí superabundantemente. Si se desean los deleites, allí se encuentra el
supremo y perfectísimo deleite, pues procede de Dios, sumo bien: Alegría
perpetua a tu derecha.
La vida perdurable consiste, también, en la amable compañía de todos los bienaventurados, compañía sumamente agradable, ya que cada cual verá a los demás bienaventurados participar de sus mismos bienes. Todos, en efecto, amarán a los demás como a sí mismos, y, por esto, se alegrarán del bien de los demás como el suyo propio. Con lo cual, la alegría y el gozo de cada uno se verán aumentados con el gozo de todos.