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Lunes, XXIV semana

Ezequiel 2,8-3,11.16-21

Los pastores que se apacientan a sí mismos

San Agustín

Sermón sobre los pastores 46,3-4

Oigamos, pues, lo que la palabra divina, sin halagos para nadie, dice a los pastores que se apacientan a sí mis­mos en vez de apacentar a las ovejas: Os coméis su enjun­dia, os vestís con su lana; matáis las más gordas y, las ovejas, no las apacentáis. No fortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfermas, ni vendáis a las heridas; no reco­géis a las descarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltra­táis brutalmente a las fuertes. Al no tener pastor, se des­perdigaron y fueron pasto de las fieras del campo.

Se acusa a los pastores que se apacientan a sí mismos en vez de a las ovejas, por lo que buscan y lo que descuidan. ¿Qué es lo que buscan? Os coméis su enjundia, os vestís con su lana. Pero por qué dice el Apóstol: ¿Quién planta una viña, y no come de su fruto? ¿Qué pastor no se alimenta de la le­che del rebaño? Palabras en las que vemos que se llama leche del rebaño a lo que el pueblo de Dios da a sus res­ponsables para su sustento temporal. De eso hablaba el Apóstol cuando decía lo que acabamos de referir.

Ya que el Apóstol, aunque había preferido vivir del tra­bajo de sus manos y no exigir de las ovejas ni siquiera su leche, sin embargo, afirmó su derecho a percibir aquella leche, pues el Señor había dispuesto que los que anuncian el Evangelio vivan de él. Y, por eso, dice que otros de sus compañeros de apostolado habían hecho uso de aquella f facultad, no usurpada sino concedida. Pero él fue más allá y no quiso recibir siquiera lo que se le debía. Renunció, por tanto, a su derecho, pero no por eso los otros exigieron algo indebido: simplemente, fue más allá. Quizás pueda relacionarse con esto lo de aquel hombre que dijo, al con­ducir al herido a la posada: Lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.

¿Y qué más vamos a decir de aquellos pastores que no necesitan la leche del rebaño? Que son misericordiosos, o mejor, que desempeñan con más largueza su deber de misericordia. Pueden hacerlo, y por esto lo hacen. Han de ser alabados por ello, sin por eso condenar a los otros. Pues el Apóstol mismo, que no exigía lo que era un dere­cho suyo, deseaba, sin embargo, que las ovejas fueran productivas, y no estériles y faltadas de leche.