Miqueas 4,1-7
Vamos a subir al monte del Señor
San Agustín
Comentario sobre los salmos 47, 7
Lo que habíamos oído lo hemos visto. ¡Oh bienaventurada Iglesia! En un tiempo oíste, en otro viste. Oíste
en el tiempo de las promesas, viste en el tiempo de su realización; oíste en
el tiempo de las profecías, viste en el tiempo del Evangelio. En efecto, todo
lo que ahora se cumple había sido antes profetizado. Levanta, pues, tus ojos y
esparce tu mirada por todo el mundo; contempla la heredad del Señor difundida
ya hasta los confines del orbe; ve cómo se ha cumplido ya aquella predicción: Que
se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan. Y aquella
otra: Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria. Mira
a aquel cuyas manos y pies fueron traspasados por los clavos, cuyos huesos pudieron
contarse cuando pendía en la cruz, cuyas vestiduras fueron sorteadas; mira
cómo reina ahora el mismo que ellos vieron pendiente de la cruz. Ve cómo se cumplen
aquellas palabras: Lo recordarán y volverán al Señor hasta de los confines
del orbe; en su presencia de postrarán las familias de los pueblos. Y, viendo
esto, exclama lleno de gozo: Lo que habíamos oído lo hemos visto.
Con razón se aplican a la Iglesia llamada de entre los gentiles las
palabras del salmo: Escucha, hija, mira: olvida tu pueblo y la casa
paterna. Escucha y mira: primero escuchas lo que no ves, luego verás lo que
escuchaste. Un pueblo extraño –dice otro salmo– fue mi vasallo; me
escuchaban y me obedecían. Si obedecían porque escuchaban es señal
de que no veían. ¿Y cómo hay que entender aquellas palabras: Verán algo que
no les ha sido anunciado y entenderán sin haber oído? Aquellos a los que no
habían sido enviados los profetas, los que anteriormente no pudieron oírlos,
luego, cuando los oyeron, los entendieron y se llenaron de admiración. Aquellos
otros, en cambio, a los que habían sido enviados, aunque tenían sus palabras
por escrito, se quedaron en ayunas de su significado y, aunque tenían las
tablas de la ley, no poseyeron la heredad. Pero nosotros, lo que habíamos
oído lo hemos visto.
En la ciudad del Señor de los ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios. Aquí es donde hemos oído y visto. Dios la ha fundado para siempre. No se engrían los que dicen: El Mesías está aquí o está allí. El que dice: Está aquí o está allí induce a división. Dios ha prometido la unidad: los reyes se alían, no se dividen en facciones. Y esta ciudad, centro de unión del mundo, no puede en modo alguno ser destruida: Dios la ha fundado para siempre. Por tanto, si Dios la ha fundado para siempre, no hay temor de que cedan sus cimientos.