fundación GRATIS DATE

Gratis lo recibisteis, dadlo gratis

Jueves, XVIII semana

Oseas 1,19; 3,1-5

Es fuerte el amor como la muerte

Balduino de Cantorbery

Tratado 10

Es fuerte la muerte, que puede privarnos del don de la vida. Es fuerte el amor, que puede restituirnos a una vida mejor.

Es fuerte la muerte, que tiene poder para desposeernos de los despojos de este cuerpo. Es fuerte el amor, que tiene poder para arrebatar a la muerte su presa y devol­vérnosla.

Es fuerte la muerte, a la que nadie puede resistir. Es fuerte el amor, capaz de vencerla, de embotar su aguijón, de reprimir sus embates, de confundir su victoria. Lo cual tendrá lugar cuando podamos apostrofarla, diciendo: ¿Dónde están tus pestes, muerte? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?

Es fuerte el amor como la muerte, porque el amor de Cristo da muerte a la misma muerte. Por esto dice: Oh muerte, yo seré tu muerte; país de los muertos, yo seré tu aguijón. También el amor con que nosotros amamos a Cristo es fuerte como la muerte, ya que viene a ser él mismo como una muerte, en cuanto que es el aniquila­miento de la vida anterior, la abolición de las malas cos­tumbres y el sepelio de las obras muertas.

Este nuestro amor para con Cristo es como un intercam­bio de dos cosas semejantes, aunque su amor hacia noso­tros supera al nuestro. Porque él nos amó primero y, con el ejemplo de amor que nos dio, se ha hecho para nosotros como un sello, mediante el cual nos hacemos conformes a su imagen, abandonando la imagen del hombre terreno y llevando la imagen del hombre celestial, por el hecho de amarlo como él nos ha amado. Porque en esto nos ha de­jado un ejemplo para que sigamos sus huellas.

Por esto dice: Grábame como un sello en tu corazón. Es como si dijera: «Amame, como yo te amo. Tenme en tu pensamiento, en tu recuerdo, en tu deseo, en tus suspiros, en tus gemidos y sollozos. Acuérdate, hombre, qué tal te he hecho, cuán por encima te he puesto de las demás criaturas, con qué dignidad te he ennoblecido, cómo te he coronado de gloria y de honor, cómo te he hecho un poco inferior a los ángeles, cómo he puesto bajo tus pies todas las cosas. Acuérdate no sólo de cuán grandes cosas he he­cho para ti, sino también de cuán duras y humillantes co­sas he sufrido por ti; y dime si no obras perversamente cuando dejas de amarme. ¿Quién te ama como yo? ¿Quién te ha creado sino yo? ¿Quién te ha redimido sino yo?»

Quita de mí, Señor, este corazón de piedra, quita de mí este corazón endurecido, incircunciso. Tú que purifi­cas los corazones y amas los corazones puros, toma pose­sión de mi corazón y habita en él, llénalo con tu presen­cia, tú que eres superior a lo más grande que hay en mí y que estás más dentro de mí que mi propia intimidad. Tú que eres el modelo perfecto de la belleza y el sello de la santidad, sella mi corazón con la impronta de tu ima­gen; sella mi corazón, por tu misericordia, tú, Dios por quien se consume mi corazón, mi lote perpetuo. Amén.