fundación GRATIS DATE

Gratis lo recibisteis, dadlo gratis

Lunes, XVIII semana

Amós 2,4-16

La nueva ley de nuestro Señor

Carta de Bernabé 2, 6-10; 3,1. 3; 4,10-14

Dios invalidó los sacrificios antiguos, para que la nueva ley de nuestro Señor Jesucristo, que no está sometida al yugo de la necesidad, tenga una ofrenda no hecha por mano de hombre. Por esto les dice también: Cuando saqué a vuestros padres de Egipto, no les ordené ni les hablé de holocaustos y sacrificios; ésta fue la orden que les di: «Que nadie maquine maldades contra su prójimo, y no améis los juramentos falsos».

Y, ya que no somos insensatos, debemos comprender el designio de bondad de nuestro Padre. Él nos habla para que no caigamos en el mismo error que ellos, cuando bus­camos el camino para acercarnos a él. Por esta razón, nos dice: Sacrificio para el Señor es un espíritu quebrantado, olor de suavidad para el Señor es un corazón que glori­fica al que lo ha plasmado. Por tanto, hermanos, debe­mos preocuparnos con todo cuidado de nuestra salvación, para que el Maligno seductor no se introduzca furtiva­mente entre nosotros y, por el error, nos arroje, como una honda a la piedra, lejos de lo que es nuestra vida.

Acerca de esto afirma en otro lugar: ¿Para qué ayu­náis –dice el Señor–, haciendo oir hoy en el cielo vues­tras voces? No es ése el ayuno que yo deseo –dice el Se­ñor–, sino al hombre que humilla su alma. A nosotros, en cambio, nos dice: El ayuno que yo quiero es éste –oráculo del Señor–: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos. dejar libres a los oprimidos. romper todos los cepos; partir tu pan con el hambriento, ves­tir al que ves desnudo, hospedar a los pobres sin techo.

Huyamos de toda vanidad, odiemos profundamente las obras del mal camino; no viváis aislados, replegados en vosotros mismos, como si ya estuvierais justificados, sino reuníos para encontrar todos juntos lo que a todos convie­ne. Pues la Escritura afirma: ¡Ay de los que se tienen por sabios y se creen perspicaces! Hagámonos hombres espiri­tuales, seamos un templo perfecto para Dios. En cuanto esté de nuestra parte, meditemos el temor de Dios y esfor­cémonos por guardar sus mandamientos, a fin de alegrar­nos en sus justificaciones. El Señor juzgará al mundo sin parcialidad. Cada uno recibirá según sus obras; el bueno será precedido de su justicia, el malo tendrá ante sí el sala­rio de su iniquidad. No nos abandonemos al descanso, bajo el pretexto de que hemos sido llamados, no vaya a su­ceder que nos durmamos en nuestros pecados y el Prínci­pe de la maldad consiga poder sobre nosotros y nos arroje lejos del reino del Señor.

Además, hermanos, debemos considerar también este hecho: si, después de tantos signos y prodigios como fue­ron realizados en Israel, los veis ahora abandonados, es­temos vigilantes para que no nos suceda a nosotros tam­bién lo que afirma la Escritura: Muchos son los llamados y pocos los elegidos.