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Sábado, XIV semana

Eclesiástico 47,12-24

El Señor Jesucristo es el verdadero Salomón

San Agustín

Comentario sobre los salmos 126,2

El templo que Salomón edificó para el Señor era tipo y figura de la futura Iglesia, que es el cuerpo del Señor, tal como dice en el Evangelio: Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Del mismo modo que Salomón edificó aquel templo, se edificó también un templo el verdadero Salomón, nuestro Señor Jesucristo, el verdadero pacífico. Porque hay que saber que el nombre de Salomón significa «Pacífico», y el verdadero pacífico es Jesucristo, de quien dice el Apóstol: Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa. Él es el verdadero pacífico que unió en su persona, constituyéndose en piedra angular, los dos muros que provenían de partes opuestas, a saber, el pueblo de los creyentes que provenían de la circunci­sión, y el pueblo de los creyentes que provenían de la gen­tilidad incircuncisa; de ambos pueblos hizo una sola Igle­sia, de la que es piedra angular, y por esto es el verdadero pacífico.

Cristo es el verdadero Salomón, y aquel otro Salomón, hijo de David, engendrado de Betsabé, rey de Israel, era figura de este Rey pacífico. Por esto, el salmo, para que pienses más bien en el nuevo Salomón, que es quien edi­ficó la verdadera casa de Dios, empieza con estas pala­bras: Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. El Señor es, por tanto, quien construye la casa, es el Señor Jesucristo quien construye su propia casa. Muchos son los que trabajan en la construcción, pero, si él no construye, en vano se cansan los albañiles.

¿Quiénes son los que trabajan en esta construcción? Todos los que predican la palabra de Dios en la Iglesia, los dispensadores de los misterios de Dios. Todos nos esfor­zamos, todos trabajamos, todos construimos ahora; y también antes de nosotros se esforzaron, trabajaron, cons­truyeron otros; pero, si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Por esto, los apóstoles, y más en concreto Pablo, al ver que algunos se desmorona­ban, dice: Respetáis ciertos días, meses, estaciones y años; me hacéis temer que mis fatigas por vosotros hayan sido inútiles. Como sabía que él mismo era edificado interior­mente por el Señor, por esto se lamentaba por aquéllos, por el temor de haber trabajado en ellos inútilmente. No­sotros, por tanto, os hablamos desde el exterior, pero es él quien edifica desde dentro. Nosotros podemos saber cómo escucháis, pero cómo pensáis sólo puede saberlo aquel que ve vuestros pensamientos. Es él quien edifica, quien amonesta, quien amedrenta, quien abre el entendimiento, quien os conduce a la fe; aunque nosotros cooperamos también con nuestro esfuerzo.