fundación GRATIS DATE

Gratis lo recibisteis, dadlo gratis

Sábado, XIII semana

II Samuel 11,1-27.26-27

Reconoce el mal que has hecho, ahora que es el tiempo propicio

Anónimo

Catequesis de Jerusalén 1,2-3. 5-6

Si hay aquí alguno que esté esclavizado por el pecado, que se disponga por la fe a la regeneración que nos hace hijos adoptivos y libres; y así, libertado de la pésima es­clavitud del pecado y sometido a la dichosa esclavitud del Señor, será digno de poseer la herencia celestial. Despo­jaos, por la confesión de vuestros pecados, del hombre viejo, viciado por las concupiscencias engañosas, y vestíos del hombre nuevo que se va renovando según el conoci­miento de su creador. Adquirid, mediante vuestra fe, las arras del Espíritu Santo, para que podáis ser recibidos en la mansión eterna. Acercaos a recibir el sello sacramental, para que podáis ser reconocidos favorablemente por aquel que es vuestro dueño. Agregaos al santo y racional rebaño de Cristo, para que un día, separados a su derecha, po­seáis en herencia la vida que os está preparada.

Porque los que conserven adherida la aspereza del peca­do, a manera de una piel velluda, serán colocados a la izquierda, por no haberse querido beneficiar de la gracia de os, que se obtiene por Cristo a través del baño de regen­eración. Me refiero no a una regeneración corporal, sino al nuevo nacimiento del alma. Los cuerpos, en efec­to, son engendrados por nuestros padres terrenos, pero las almas son regeneradas por la fe, porque el Espíritu sopla donde quiere. Y así entonces, si te has hecho digno de ello, podrás escuchar aquella voz: Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor, a saber, si tu conciencia es ha­llada limpia y sin falsedad.

Pues, si alguno de los aquí presentes tiene la pretensión de poner a prueba la gracia de Dios, se engaña a sí mis­mo e ignora la realidad de las cosas. Procura, oh hombre, tener un alma sincera y sin engaño, porque Dios penetra en el interior del hombre.

El tiempo presente es tiempo de reconocer nuestros pe­cados. Reconoce el mal que has hecho, de palabra o de obra, de día o de noche. Reconócelo ahora que es el tiem­po propicio, y en el día de la salvación recibirás el tesoro celeste.

Limpia tu recipiente, para que sea capaz de una gracia más abundante, porque el perdón de los pecados se da a todos por igual, pero el don del Espíritu Santo se concede a proporción de la fe de cada uno. Si te esfuerzas poco, recibirás poco, si trabajas mucho, mucha será tu recom­pensa. Corres en provecho propio, mira, pues, tu conve­niencia.

Si tienes algo contra alguien, perdónalo. Vienes para alcanzar el perdón de los pecados: es necesario que tú también perdones al que te ha ofendido.