Lunes, I semana de Adviento
Isaías 1,21-27; 2,1-5
Sobre el tiempo de Adviento
San Carlos Borromeo
Cartas pastorales
Ha
llegado, amadísimos hermanos, aquel tiempo tan importante y solemne, que, como
dice el Espíritu Santo, es tiempo favorable, día de la salvación, de la paz y de
la reconciliación; el tiempo que tan ardientemente desearon los patriarcas y
profetas y que fue objeto de tantos suspiros y anhelos; el tiempo que Simeón
vio lleno de alegría, que la Iglesia celebra solemnemente y que también
nosotros debemos vivir en todo momento con fervor, alabando y dando gracias al
Padre eterno por la misericordia que en este misterio nos ha manifestado. El
Padre, por su inmenso amor hacia nosotros, pecadores, nos envió a su Hijo
único, para librarnos de la tiranía y del poder del demonio, invitarnos al cielo
e introducirnos en lo más profundo de los misterios de su reino, manifestarnos
la verdad, enseñarnos la honestidad de costumbres, comunicarnos el germen de
las virtudes, enriquecernos con los tesoros de su gracia y hacernos sus hijos
adoptivos y herederos de la vida eterna.
La
Iglesia celebra cada año el misterio de este amor tan grande hacia nosotros,
exhortándonos a tenerlo siempre presente. A la vez nos enseña que la venida de
Cristo no sólo aprovechó a los que vivían en el tiempo del Salvador, sino que su
eficacia continúa, y aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe
y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra
conducta conforme a sus mandamientos.
La
Iglesia desea vivamente hacernos comprender que así como Cristo vino una vez al
mundo en la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier
momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus
gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo.
Por
eso, durante este tiempo, la Iglesia, como madre amantísima y celosísima de
nuestra salvación, nos enseña, a través de himnos, cánticos y otras palabras
del Espíritu Santo y de diversos ritos, a recibir convenientemente y con un
corazón agradecido este beneficio tan grande, a enriquecernos con su fruto y a
preparar nuestra alma para la venida de nuestro Señor Jesucristo con tanta
solicitud como Si hubiera él de venir nuevamente al mundo. No de otra manera
nos lo enseñaron con sus palabras y ejemplos los patriarcas del antiguo
Testamento para que en ello los imitáramos.