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Lunes VI semana del Tiempo Pascual

I Juan 2,1-11

El mandamiento nuevo

Dídimo de Alejandría

Tratado sobre la Trinidad 2,12

En el bautismo nos renueva el Espíritu Santo como Dios que es, a una con el Padre y el Hijo, y nos devuelve desde el informe estado en que nos hallamos a la primitiva belleza, así como nos llena con su gracia de forma que ya no podemos ir tras cosa alguna que no sea deseable: nos libera del pecado y de la muerte; de terrenos, es decir, de hechos de tierra y polvo, nos convierte en espirituales, partícipes de la gloria divina, hijos y herederos de Dios Padre, configurados de acuerdo con la imagen de su Hijo, herederos con él, her­manos suyos, que habrán de ser glorificados con él y reinarán con él; en lugar de la tierra nos da el cielo y nos concede liberalmente el paraíso; nos honra más que a los ángeles; y con las aguas divinas de la piscina bautismal apaga la inmensa llama inextinguible del infierno.

En efecto, los hombres son concebidos dos veces, una corporalmente, la otra por el Espíritu divino. De ambas escribieron acertadamente los evangelistas, y yo estoy dispuesto a suscri­bir el nombre y la doctrina de cada uno.

Juan: A cuantos le recibieron, les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Todos aquellos, dice, que cre­yeron en Cristo recibieron el poder de hacerse hijos de Dios, esto es del Espíritu Santo. Para que llegaran a ser de la misma naturaleza de Dios; honor con el que no se vieron honrados los ángeles. Y para poner de relieve que aquel Dios que engendra es el Espíritu Santo añadió con palabras de Cristo: Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios.

Así, pues, de una manera visible, la pila bautismal da a luz nuestro cuerpo mediante el ministerio de los sacerdotes; de una manera espiritual, el Espíritu de Dios, invisible para cualquier inteligencia, bautiza en su propio nombre y regenera al mismo tiempo cuerpo y alma, con el ministerio de los ángeles.

Por lo que el Bautista, históricamente y de acuerdo con esta expresión de agua y de Espíritu, dijo a propósito de Cristo: Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Pues el vaso humano, como frágil que es, necesita primero purificarse con el agua y luego fortalecerse con el fuego espiritual y perfeccionarse con el fuego espiritual (Dios es, en efecto, un fuego devorador): y por esto necesitamos del Espíritu Santo, que es quien nos perfecciona y renueva: el fuego espiritual sabe efectivamente regar, y esta agua espiritual es capaz de fundir como el fuego.